Pestaña

domingo, 29 de marzo de 2020

“Domingo del llanto” por el coronavirus

“Señor, que llore con este pueblo”

Señor, que yo llore contigo, que llore con tu pueblo, que sufre tanto. Hay tantos que lloran hoy… Pidamos la gracia de llorar. Que este sea para nosotros el domingo de llanto”.
“Hoy, delante de un mundo que sufre tanto, de tanta gente que sufre las consecuencias de esta pandemia: ¿soy capaz de llorar como seguramente lo habría hecho Jesús y lo hace ahora Jesús? ¿Mi corazón se asemeja al de Jesús? Y si soy demasiado duro: ¿soy capaz de ayudar y de hacer el bien?”, expresó.
El Papa, llamó a todos los cristianos a que “acompañemos desde nuestro corazón a todos los que sufren”. “No nos hará mal llorar un poco: es el llanto del Señor por todo su pueblo”, apostilló.
Pienso en tantas personas que lloran: la gente asilada por la cuarentena, los ancianos solos, aquellos que están hospitalizados, los que están en cuidados intensivos, los padres que ven que no les llega el sueldo para dar de comer a sus hijos…”, relató Francisco.
Desde ahí, y partiendo del Evangelio que relata cómo Jesús resucita a Lázaro, recordó cómo Jesús “sentía dolor por la muerte de su amigo, se conmovió profundamente y se echó a llorar”. “Jesús es Dios, pero hombre, y lloró”, subrayó.
“¡Con cuánta ternura llora Jesús!”, planteó el Papa: “Llora con el corazón, llora con amor, llora con los que lloran. Aunque no lo sabemos, tal vez lloró más veces en su vida, seguramente en el Monte de los Olivos. Jesús llora por amor siempre”.
De la misma manera, puso en valor cómo “Jesús no puede ver a la gente y no sentir compasión. Ve con los ojos y con el corazón”.

Homilía completa
Introducción
Pienso en tanta gente que llora: gente aislada, gente en cuarentena, los ancianos solos, personas hospitalizadas y personas en terapia, padres que ven que, como no reciben la paga, no podrán dar de comer a sus hijos. Mucha gente llora. Nosotros también, desde nuestro corazón, los acompañamos. Y no nos hará mal llorar un poco con el llanto del Señor por todo su pueblo
Jesús tenía amigos. Amaba a todos, pero tenía amigos con los cuales tenía una relación especial, como se hace con los amigos, de más amor, de más confianza... Y muchas, muchas veces se quedaba en casa de estos hermanos: Lázaro, Marta, María... Y Jesús sintió dolor por la enfermedad y la muerte de su amigo. Llegó a la tumba y, se conmovió profundamente y muy turbado, preguntó: “¿Dónde lo habéis puesto?” (Jn 11,34). Y Jesús estalló en lágrimas. Jesús, Dios, pero hombre, lloró. En otra ocasión en el Evangelio se dice que Jesús lloró: cuando lloró por Jerusalén (Lc 19,41-42). ¡Y con cuanta ternura llora Jesús! Llora desde el corazón, llora con amor, llora con los suyos que lloran. El llanto de Jesús. Tal vez, lloró otras veces en la vida —no lo sabemos— ciertamente en el Huerto de los Olivos. Pero Jesús llora por amor, siempre.
Se conmueve profundamente y muy turbado lloró. Cuántas veces hemos escuchado en el Evangelio esta emoción de Jesús, con esa frase que se repite: “Viendo, sintió compasión” (cf. Mt 9,36; Mt 14,14). Jesús no puede mirar a la gente y no sentir compasión. Sus ojos miran con el corazón; Jesús ve con sus ojos, pero ve con su corazón y es capaz de llorar.
Hoy, ante un mundo que sufre tanto, ante tanta gente que sufre las consecuencias de esta pandemia, me pregunto: ¿soy capaz de llorar, como seguramente lo habría hecho Jesús y lo hace ahora Jesús? ¿Mi corazón se parece al de Jesús? Y si es demasiado duro, si bien soy capaz de hablar, de hacer el bien, de ayudar, pero mi corazón no entra, no soy capaz de llorar, debo pedir esta gracia al Señor: Señor, que yo llore contigo, que llore con tu pueblo que en este momento sufre. Muchos lloran hoy. Y nosotros, desde este altar, desde este sacrificio de Jesús, de Jesús que no se avergonzó de llorar, pedimos la gracia de llorar.
Que hoy sea para todos nosotros como el domingo del llanto.