Pestaña

martes, 17 de marzo de 2020

Coronavirus: Carta de la Madre Presidenta

Sor Mª Teresa Domínguez Blanco o.s.c 

“YO SERÉ VUESTRA CUSTODIA”

A TODAS LAS HERMANAS DE LA FEDERACIÓN

Queridas hermanas, ¡El Señor os dé la paz!
En estos momentos desoladores que vivimos a nivel global, quiero hacerme presente a todas y cada una en particular, para transmitiros mi interés por la situación de cada una de las fraternidades y también, para contagiar esperanza en el camino que estamos recorriendo.

Hermanas, sigamos fielmente las indicaciones que recibimos tanto a nivel civil como eclesiástico, colaboremos con nuestra responsabilidad y prudencia para evitar los contagios. "Las respuestas diseñadas y aplicadas por los gobiernos para detener su proliferación, están exigiendo de parte nuestra, sacrificios que restringen el ejercicio de nuestras libertades personales como nunca lo habíamos experimentado antes. Y, sin embargo, estas medidas son necesarias para prevenir un mayor avance del virus"[1]. Es el momento de la caridad y de su hermana, la santa obediencia: obediencia en primer lugar a la realidad, manifiesta en los acontecimientos sobrecogedores que tambalean al mundo y a la vez, nos recuerdan nuestra radical vulnerabilidad e impotencia. Por eso, estas circunstancias son paradójicamente providenciales, porque esta pandemia nos "hermana" y evidencia lo esencial. Primero, que todos (indistintamente de la raza, religión o condición social) somos frágiles, más vulnerables de lo que creíamos y menos seguros de lo que la tecnología o una sociedad del consumo, el bienestar y la autorreferencialidad nos estaba haciendo creer que éramos; ahora se evidencia más que nunca, cuánto dependemos los unos de los otros, de modo, que todos somos co-responsables de todos, incluso nosotras ya no podemos, ¡ni debemos!, sustraemos a las medidas que nos recomiendan tomar para evitar contagios. Y en segundo lugar, esta hecatombe nos recuerda lo fundamental: el "más" del hombre, el verdadero horizonte de nuestra existencia. Aquí estamos de paso porque en realidad, somos peregrinas, forasteras y mendicantes de sentido: nuestra verdadera salud es Cristo y nuestra única patria definitiva es el cielo. 

Además de lo anterior, también se nos revela el "poder de lo pequeño": ¡cuánto poder mundial alcanza a tener un microorganismo, cuánto puede destruir algo tan minúsculo y prácticamente imperceptible!; así mismo, cuánto construyen las pequeñas cosas de cada día, aquellas que nos parecían debidas y que, temporalmente debemos evitarlas, ahora cobran todo su valor y significado: la cercanía en las relaciones interpersonales, la comida eucarística, el ósculo de la paz, un apretón de manos y otros muchos detalles que jalonaban nuestra cotidianidad...

No obstante, como ya se nos ha ido repitiendo, cuidemos a nuestras mayores, son las más vulnerables. Hermanas mayores, ¡dejaos cuidar y proteger! Os necesitamos, sois miembros privilegiados de nuestras fraternidades. Es verdad que ciertas disposiciones os van a costar, no vais a entender, pero fiaros y dejaos hacer. Ese es el sacrifico que el Señor os pide en esta cuaresma, "obediencia quiero y no sacrificios".

Y en medio del desconcierto y la incertidumbre, no dejemos de mirar y confiar en el Dador de la Vida, de la verdadera vida, la que nada ni nadie no la puede quitar.

En esta cuaresma tan especial, se nos hace una fuerte llamada para mantener viva la vida teologal: Sigamos creyendo en el Dios de lo imposible, esperando su mano providente y amando intensamente a todos nuestros hermanos, los de cerca y los de lejos.

Ya hace bastante tiempo San Cipriano de Cartago dirigía a su fieles precisamente durante una grave epidemia las siguientes palabras: "Quien milita al servicio de Dios, que ya está puesto en el campo divino, debe conocerse a sí mismo para que en nosotros y en él no haya temor a las tempestades y torbellinos del mundo, ni perturbación alguna, porque el Señor predijo que estos acontecimientos sucederían, instruyéndonos con exhortaciones providenciales, enseñando, preparando y fortaleciendo al pueblo de su Iglesia para soportar los acontecimientos futuros: Anunció y profetizó que guerras, hambrunas, tenores, epidemias surgirían por todas partes (…) El reino de Dios empieza a estar cerca (...). ¿Quién, aquí en el mundo, tiene espacio en su alma para la ansiedad y la angustia? Entre estos eventos, ¿quién está trepidando y triste, si no es el que carece de fe y esperanza?" (De Mortalitate 2).

Avivemos la fe, la esperanza y la caridad. Estamos en Cuaresma, tiempo privilegiado para mirar a Aquel que, levantado de la tierra, nos atrae a todos hacia sí con la gracia de su amor, iluminando el sentido de nuestros sufrimientos y abriendo el camino hacia la Pascua. No olvidemos que estamos preparándonos para celebrar la Santa fiesta de Pascua. 

¡El Señor está pasando y haciendo todas las cosas nuevas!, ¿no os dais cuenta? Mantengámonos muy unidas en este kairós. Sí hermanas, es un tiempo de gracia, de bendición, de esperar y confiar más y más en el Señor, Quien Custodia nuestra vida; de tomar conciencia y poner en práctica todo aquello que pueda potenciar y favorecer el mutuo cuidado, incluido el aislamiento temporal por el bien común, y especialmente, es hora de intensificar nuestra oración de intercesión, haciendo nuestros los dolores y angustias de tantos hombres y mujeres que en estos momentos viven verdaderos dramas existenciales, aplastados por la angustia del miedo y la falta de recursos sanitarios y calor humano para afrontar con cierta esperanza y confianza esta situación; por tantos hombres y mujeres que se juegan la vida por salvar la de los demás; por los científicos para que encuentren una vacuna eficaz; por nuestros gobiernos, para que dejen sus intereses egoístas, sus competencias de poder, y, para que, de una vez por todas, piensen en los demás, sean valientes, generosos y no regateen medios y recursos cuando está en juego la vida de tantos hombres y mujeres. 

¡Pidamos las unas por las otras y por toda la humanidad doliente!

Recibid un fuerte abrazo de vuestra hermana que se encomienda a vuestras oraciones

Hna Mª Teresa Domínguez Blanco
Presidenta Federal

VER PDF


[1] Carta Ministro General, 12 de marzo de 2020