“Huyendo de las pompas del mundo, se retiró a una iglesia de la campiña, y, después de recibir allí la sagrada tonsura, no bien la hubiera trasladado a otra iglesia el bienaventurado Francisco, se presentaron sus familiares dispuestos a seducirla a toda costa. Ella se abalanzó rápidamente al altar, y agarrada a los manteles, dejando a la vista el corte de sus cabellos, resistió en esta actitud como firme fortaleza. Y es que sintiéndose ya unida a Dios íntegramente en el espíritu, no podía resistirse a que la separan de su servicio a la fuerza”. Bula de Canonización de santa Clara, nº 6