Pestaña

domingo, 4 de febrero de 2024

800 Centenario de los Estigmas de San Francisco

     El viernes 5 de enero de 2024, se inauguró en el Santuario de La Verna, el octavo Centenerio de la impresión de los Estigmas de San Francisco.

                                                1224 - 2024
    
    Cada año, el 17 de septiembre, la Familia Franciscana celebra la fiesta de los Estigmas de San Francisco, recordando las marcas y la manifestación de las heridas de la Pasión de Jesús en el cuerpo de San Francisco. Todos sabemos la gran devoción y el amor que Francisco tenía en su corazón por la Pasión de Cristo; las muchas horas que pasaba contemplando el inmenso y misericordioso amor de Cristo que, por amor a nosotros, aceptó vivir y morir en extrema pobreza para redimirnos. Las montañas fueron siempre sus lugares preferidos de oración, lejos del ruido de la ciudad, a solas, contemplando «El amor no es amado» durante horas y días.

    El Monte Alverna es un promontorio que forma parte de los Apeninos. La parte más alta alcanza los 1.283 metros de altura, pero el santuario está situado a 1.128 metros. La historia del Alverna se remonta al siglo XIII. A principios del siglo XIII, esta montaña pertenecía al conde Orlando de Chiusi del Casentino. El Conde Orlando lo había heredado de sus antepasados. Era el dueño de toda la zona. Pero es más conocido en la historia por su amistad con Francisco que por sus hazañas militares y políticas.

    El Monte Alverna fue regalado a San Francisco en 1213 por el Conde Orlando. El Conde describió la montaña como un lugar perfecto e ideal para la contemplación en plena naturaleza.

(…) «El monte Alverne está realmente aislado y salvaje y es perfecto para quienes quieran hacer penitencia en un lugar aislado o para quienes quieran vivir en soledad. Si lo desea, se lo daré a usted y a tus seguidores por la salvación de mi alma”.

    En la montaña se estableció una ermita que se convirtió en el lugar preferido de Francisco y sus seguidores para pasar largos periodos de meditación y oración. Francisco subió por primera vez a la montaña en 1214 y volvió al Alverna al menos cuatro o cinco veces: en 1215, 1216, 1217, 1221 y 1224. La última estancia de Francisco en el Monte Alverna fue en 1224, cuando ya estaba cansado y enfermo. Esta última estancia fue probablemente la más larga de Francisco en la montaña, y la más memorable, pues fue entonces cuando recibió los estigmas el 17 de septiembre de 1224.

De la 1º vida de San Francisco de Tomas de Celano:

    "Durante su permanencia en el eremitorio que, por el lugar en que está, toma el nombre de Alverna , dos años antes de partir para el cielo tuvo Francisco una visión de Dios : vio a un hombre que estaba sobre él; tenía seis alas, las manos extendidas y los pies juntos, y aparecía clavado en una cruz. Dos alas se alzaban sobre su cabeza, otras dos se desplegaban para volar, y con las otras dos cubría todo su cuerpo . Ante esta contemplación, el bienaventurado siervo del Altísimo permanecía absorto en admiración, pero sin llegar a descifrar el significado de la visión. Se sentía envuelto en la mirada benigna y benévola de aquel serafín de inestimable belleza; esto le producía un gozo inmenso y una alegría fogosa; pero al mismo tiempo le aterraba sobremanera el verlo clavado en la cruz y la acerbidad de su pasión. Se levantó, por así decirlo, triste y alegre a un tiempo, alternándose en él sentimientos de fruición y pesadumbre. Cavilaba con interés sobre el alcance de la visión, y su espíritu estaba muy acongojado, queriendo averiguar su sentido. Mas, no sacando nada en claro y cuando su corazón se sentía más preocupado por la novedad de la visión, comenzaron a aparecer en sus manos y en sus pies las señales de los clavos, al modo que poco antes los había visto en el hombre crucificado que estaba sobre sí.

    Las manos y los pies se veían atravesados en su mismo centro por clavos, cuyas cabezas sobresalían en la palma de las manos y en el empeine de los pies y cuyas puntas aparecían a la parte opuesta. Estas señales eran redondas en la palma de la mano y alargadas en el torso; se veía una carnosidad, como si fuera la punta de los clavos retorcida y remachada, que sobresalía del resto de la carne. De igual modo estaban grabadas estas señales de los clavos en los pies, de forma que destacaban del resto de la carne. Y en el costado derecho, que parecía atravesado por una lanza, tenía una cicatriz que muchas veces manaba, de suerte que túnica y calzones quedaban enrojecidos con aquella sangre bendita".

Enlace: Centenario Franciscano Estigmas, La Verna