Pestaña

miércoles, 4 de octubre de 2023

Carta del Ministro y Definitorio General en la Solemnidad de San Francisco


Queridos hermanos y hermanas,
¡Que el Señor os dé la paz!

Nos acercamos para celebrar la fiesta de Nuestro Padre y hermano Francisco, que en esta ocasión coincide con el inicio de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, cuyo tema será “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación, misión” (Primera Sesión). El tema, el método y el proceso propuestos por el Papa Francisco para el Sínodo se refieren a temas como: fidelidad al Espíritu, caminar juntos, escucha, diálogo, discernimiento.

El discernimiento, a través de la escucha y el diálogo, no es ajeno a nuestra tradición espiritual y a nuestros orígenes, lo afirma San Buenaventura, que describe a Francisco como alguien que “había aprendido lecciones sublimes del Soberano Maestro”, y que, a pesar de ello, “no se avergonzaba, como verdadero menor, de consultar sobre cosas menudas a los más pequeños. En efecto su mayor preocupación consistía en averiguar”, añade el Doctor Seráfico, “el camino y el modo de servir más perfectamente a Dios conforme a su beneplácito. Esta fue su suprema filosofía, este su más vivo deseo, mientras vivió: preguntar a sabios y sencillos, a perfectos e imperfectos, a pequeños y grandes, cómo podría llegar más eficazmente a la cumbre de la perfección”[1].

En esta ocasión vamos a profundizar sobre el tema de la escucha, tan importante en nuestra vida y misión. Nuestro carisma, de hecho, nació cuando Francisco escuchó el Evangelio en la Porciúncula, escucha del Evangelio que inmediatamente se convirtió también en escucha de la Iglesia, representada en el sacerdote que explicó al joven Francisco el significado de aquellas palabras. A lo largo de casi quince años, la forma vitae original, que partió de este feliz encuentro con el Evangelio, se fue adaptando mediante la escucha de los hermanos y los signos de los tiempos, realizada sobre todo en los Capítulos. De este modo, a través de un discernimiento fraterno llevado a cabo por Francisco y sus hermanos, el carisma franciscano adquirió gradualmente su configuración textual, que recibió su aprobación definitiva hace ochocientos años con la Regla Bulada.

Una dimensión actual de la escucha, que nos gustaría explorar en particular, es la apertura mutua en el seno de nuestras fraternidades, acogiendo el don del hermano, su palabra, sus necesidades, sus riquezas y fragilidades, que hacen de nuestras relaciones fraternas un camino de comunión en la fidelidad al Evangelio.

Es cierto que en nuestras visitas en distintas Entidades y diversos encuentros que hemos tenido como Ministro y Definitorio, así como a través de los informes enviados por los Ministros provinciales y los Visitadores generales, hemos podido constatar que el Señor sigue haciendo mucho bien a través del testimonio y el trabajo de nuestros hermanos con alegría y autenticidad. Asimismo, nos damos cuenta de que existen algunos factores que dificultan la escucha mutua basada en la confianza en nuestras comunidades fraternas.

Uno de los factores podría ser el hecho de que los numerosos cambios y desafíos de los últimos años (digitalización, pandemia de Covid, calentamiento global, etc.) han exigido una adaptación continua tan rápida que muchos de nosotros ahora mismo simplemente nos sentimos cansados y agotados, con poca energía para invertir en la vida fraterna.

En otras situaciones, vivimos en un contexto tan polarizado que el hecho de abrir un diálogo más profundo entre nosotros parece una amenaza para la vida comunitaria. En algunos contextos, es la tensa relación entre generaciones lo que plantea un verdadero desafío para la escucha recíproca en fraternidad.

Un factor demasiado presente es el hecho de que hoy en día la mayoría de nosotros vivimos simultáneamente en el mundo real y en el virtual, con el riesgo de tener que procesar demasiada información al mismo tiempo. No es de extrañar que quede poco espacio en el mundo real para escuchar al hermano y a la hermana que cada uno tiene a su lado. Estamos muy centrados en nosotros mismos y en cómo podemos superar los retos actuales.

En el documento La vida como diálogo en la estela de San Francisco, de hace algunos años, se proponía una reflexión sobre la escucha de calidad como vía principal para el diálogo. En primer lugar, se subrayaba que nuestra existencia parte de una llamada a escuchar:

«Nuestra existencia nace de una llamada. La palabra del otro siempre nos precede; sobre todo, nos precede la Palabra que siempre ha pronunciado nuestro nombre: el nombre de cada uno en su pobreza y dignidad insustituible. Somos hermanos porque hemos sido llamados y “donados”, pero también porque hemos aceptado ser palabra y “don” para los demás[2]. La fraternidad es un diálogo que no comienza con nosotros y que no debemos interrumpir; se expresa en: hablar, escuchar, confiar, aceptar la diferencia, respetar al otro, discernir el Espíritu y los espíritus, aclarar y reconciliar los conflictos. El gran diálogo que rige la vida de Dios transforma la creación en una gran fraternidad»[3].

Esta escucha profunda, capaz de superar las diferencias y polarizaciones de nuestro tiempo, está en la base de nuestra vocación, como nos lo recuerdan nuestras Constituciones Generales de la Orden: “Esfuércense en escuchar respetuosamente con caridad no fingida a los demás, aprendan de buen grado de los hombres entre quienes viven, principalmente de los pobres, que son nuestros maestros, y estén prontos a dialogar con todos”[4]

Para no perder el contacto con nosotros mismos y con los demás en un tiempo que tiende a encerrarnos en nosotros mismos, escucharnos es, por tanto, condición indispensable para un auténtico proceso de conversión y renovación en fraternidad. Es necesario pedir la gracia de convertir el corazón y generar dinámicas relacionales a través de las cuales pueda resonar la voz de toda la fraternidad en su originalidad y su belleza particular. Será la experiencia de esta belleza la que generará reflexiones constructivas y decisiones compartidas.

Sabiendo que no hay recetas fáciles para aprender o reaprender a escucharse, nos gustaría ofrecer algunas reflexiones finales que pueden guiarnos hacia algunas decisiones prácticas:

-Escuchar con sincera caridad y respeto presupone, ante todo, la voluntad de estar atentos al cómo escuchamos al otro: «Sólo prestando atención a quién escuchamos, qué escuchamos y cómo escuchamos podemos crecer en el arte de comunicar, cuyo centro no es una teoría o una técnica, sino “la capacidad del corazón que hace posible la proximidad”»[5].

-La capacidad de aprender a escucharse mutuamente está estrechamente unida a la voluntad de incluir en el calendario de la fraternidad momentos regulares para compartir, cuya dinámica ayude a que surja una escucha reciproca de calidad, que nos permita participar realmente en la vida de los demás. Para ello, sería conveniente reflexionar y compartir regularmente en la fraternidad el modo en que gestionamos nuestro tiempo y, concretamente, nuestro calendario. Esto se aplica a la programación de los capítulos locales y de los encuentros comunitarios, que deberían tener prioridad sobre otros compromisos.

-A menudo nuestra comunicación en la fraternidad no consigue aclarar a tiempo los malentendidos, incomprensiones y conflictos entre los hermanos. No olvidamos ni eludimos las dificultades que se derivan de la dimensión multicultural y de las diferencias étnicas y “regionales” de muchas de nuestras fraternidades, que afectan precisamente a la comunicación y a la escucha. De ahí nuestra pregunta: durante nuestros capítulos locales y otros encuentros de diálogo y compartir, ¿Estamos dispuestos a abordar las cuestiones “reales” de nuestra vida en comunidad, o nos limitamos a un intercambio de información importante, pero insuficiente para profundizar en las relaciones entre nosotros?

-Pablo VI definió al diálogo como el “arte de comunicación espiritual”[6]. Por eso sería bueno acompañar la escucha mutua y el diálogo en fraternidad con una perspectiva de fe y espiritualidad compartidas. En nuestra escucha mutua, ¿Hay espacio suficiente para la ayuda que la fe y nuestro carisma franciscano pueden ofrecer? ¿Podemos hacerlo escuchando también nuestras diferencias culturales, lingüísticas, étnicas?

-El camino sinodal que la Iglesia está realizando nos invita a ampliar nuestra escucha y diálogo para ir más allá de los confines de nuestra propia fraternidad o familia franciscana, y abrirnos a la escucha del mundo con sus culturas y realidades, que hoy son cada vez más complejas. En definitiva, aprender a escuchar a los de “fuera” (los laicos que nos rodean, los colaboradores en la misión, los jóvenes, los no creyentes y los llamados “indiferentes”, los inmigrantes, los trabajadores y los ancianos, las voces y los interrogantes que plantea la creación...). ¿Qué momentos están previstos en la fraternidad para abrirnos a esta escucha de 360°? ¿Qué pasos concretos podemos empezar a dar para aprender mejor a conocer, interpretar y vivir la realidad que nos rodea, sin aislarnos de ella?

Quisiéramos concluir con una imagen tomada del Espejo de Perfección que muestra la importancia de vernos con los ojos de Dios como una comunidad basada en la diversidad y en la escucha mutua, donde el hermano menor no puede ser solamente un fraile. San Francisco dice “que sería un buen hermano menor aquel que conjuntara la vida y cualidades” de muchos otros hermanos:[7] sólo a través de su fe y su amor a la pobreza, su sencillez y su bondad, su buen sentido y su oración, su paciencia y su caridad… se puede llegar a ser un verdadero hermano menor, en el seguimiento de Cristo tras las huellas de San Francisco ciertamente nunca solo.

Con los mejores deseos para una gozosa fiesta de San Francisco en este Centenario de la Regla Bulada y de la Navidad en Greccio, os saludamos con viva fraternidad, permaneciendo en profunda comunión en un día tan hermoso para toda nuestra Familia.

Fraternalmente:

 

Roma, Curia General, 17 de septiembre de 2023
Fiesta de la Impresión de las Llagas de San Francisco

Prot. 112547


 



[1] Leyenda Mayor 12,2

[2] cf. Testamento 14

[3] Servicio OFM para el Diálogo 1, La vida como diálogo en la estela de san Francisco, Secretaría para la Evangelización y Secretaría para la Formación y los Estudios, Roma 2002, p. 154

[4] CCGG 93 §1

[5] Papa Francisco, LVI Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 24 de enero de 2022

[6] Pablo VI, Ecclesiam Suam, n. 38

[7] cf. Espejo de Perfección, n. 85