«alegría, mansedumbre, delicadeza… paz y bien»
La tarde del domingo 1 de octubre del presente año, fue llamada a la presencia del Padre nuestra hermana Sor María Sagrario de la Purificación, a los 95 años de edad y 76 de vida religiosa, en el Convento de la Concepción de El Toboso (Toledo) a consecuencia de una larga y dolorosa enfermedad que sufrió con gran paciencia y edificación. Falleció en la celda de su convento rodeada de sus hermanas de comunidad.
Al día siguiente de su tránsito, en la tarde del 2 de octubre de 2023, se celebró la misa funeral “corpore insepulto”, presidida por el P. Fr. Juan Pedro Ortega, O.F.M, quien en varios momentos de su homilía sintió la emoción de este trance. Le acompañaron en el altar el párroco de la localidad y capellán del Convento de Clarisas, Rvdo. D. Juan Miguel Romeralo. Y con ellos, dos religiosos franciscanos de las fraternidades de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) y Alcorcón (Madrid), el P. Fr. Miguel Álvarez y P. Fr. Amancio Pérez.
Además, acompañaron dos primos de Sor Sagrario, Javier y Maribel que residen en Madrid. Algunos miembros de la Tercera Orden Seglar y un nutrido grupo de fieles del pueblo de El Toboso que en todo momento estuvieron presentes hasta que su cuerpo fue conducido al cementerio de la Comunidad para recibir cristiana sepultura, al lado de su hermana de sangre y religión.
BiografíaTomo el santo hábito el día 8 de noviembre del mismo año de ingreso al convento. Emitió la Profesión Simple el 9 de noviembre de 1948 e hizo la Profesión Solemne el día 10 de noviembre de 1951 con el nombre de Sor María Sagrario de la Purificación. Desde entonces y hasta el día de su muerte, permaneció durante 76 años en este Convento de Clarisas en el que también vivió su hermana de sangre María Victoria, Sor Sacramento de nombre de religión, fallecida el 2 de junio de 2014.
Efectivamente, un alma enteramente de Dios y para Dios. Más en ella brilló la franciscana virtud de la alegría evangélica, que siempre supo encarnar con una sonrisa en su rostro. «Hasta en el lecho del dolor conservó este misterio de la alegría». Hermana de sus hermanas vivió como verdadera hija de los santos Francisco y Clara, en el trabajo, la entrega, el servicio fraterno, la atención a los más pobres, la finura en el trato, la discreción y el silencio, abnegación, pobreza y una vida ordenada enteramente para Dios y su comunidad. Era sin duda una estampa de «alegría, mansedumbre, delicadeza… paz y bien».