A los hermanos de la Provincia, A las hermanas contemplativas OSC, OIC y TOR,
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Madrid a 6 de diciembre de 2020
Queridos hermanos y hermanas, el Señor os dé la paz.
Por eso, deseo que la celebración de la solemnidad
de la Inmaculada Concepción de María, a cuyo patronazgo nos acogemos como Orden
y como Provincia, nos ayude a vivir con sentido de entrega nuestra consagración
religiosa. Ella es para los consagrados, tal como nos recuerda la exhortación apostólica
Vita Consecrata, «la que, desde su Concepción Inmaculada, refleja más perfectamente
la belleza divina… María es ejemplo sublime de perfecta consagración, por su pertenencia plena
y entrega total a Dios. Elegida por el Señor, que quiso realizar en ella el misterio
de la Encarnación, recuerda a los consagrados la primacía de la iniciativa de Dios»
(VC, 28).
Los Hermanos Menores y todos los miembros de la
Familia Franciscana hemos de contribuir, en la medida de nuestras posibilidades,
a materializar este sueño de la fraternidad universal. Hermanos esperanzados, reconciliados,
alegres… al vivir juntos crean fraternidades esperanzadas, reconciliadas, alegres… y se constituyen en
testigos cualificados del Señor resucitado. Pero, cuán difícil resulta recorrer
este camino, entonces y ahora. Y esta dificultad viene, en gran medida, porque nuestros
intereses pasan por priorizar lo personal frente a lo fraterno y la misión que Dios
nos encomienda. Cuando lo personal es lo primero, el diálogo se hace infructuoso,
las reuniones sobran, la formación provincial o fraterna es una pérdida de tiempo;
los retiros personales y comunitarios, como los ejercicios espirituales, son algo
tan nuestro que apenas nos podemos exhortar a su realización…, y el proyecto de
fraternidad se quiebra seriamente. La persona se aísla, y volvemos a esquemas de
vida pseudo-monacales, eso sí, postmodernos.
María Inmaculada nos recuerda que la fraternidad
evangélica es posible. Ella encarnó el proyecto de Dios creando familia. Tampoco
lo tuvo fácil, pero su absoluta confianza en Dios la llevó a acoger un proyecto
de vida imposible, supo escuchar y fructificó el diálogo entre ella y Dios; aprendió,
junto a su prima Isabel y a su esposo José, a entender los designios de Dios sobre
su vida, hizo silencio ante las palabras y obras de su Hijo mientras le seguía de
un lugar para otro… y de este modo, posibilitó la comunión en la primitiva comunidad de discípulos cuando
se manifestó la gracia de Pentecostés. En definitiva, María pudo olvidarse de sí
porque se le permitió descubrir que su vida adquiría pleno sentido a partir de su
pobreza. A propósito del olvido de sí, y mirando a la figura de Charles de Foucault, Pablo D’Ors escribe algo que da
que pensar: «Los hombres prefieren cualquier cosa antes que la soledad. Preferimos
llenarnos de basura antes que estar vacíos… ¡Ah, la nada! No sé qué es,
pero hay que ser nada para que Dios pueda entrar en el corazón… El silencio
y la soledad son los campos de cultivo en que se fragua eso que llamamos ser humano».
Qué bien refleja María estas actitudes del silencio y la soledad. Su intercesión poderosa nos sigue acompañando. Sea para nosotros motivo de esperanza, reconciliación y alegría, de tal modo que construyamos decididamente la fraternidad universal de los hijos de Dios.
Feliz día de Santa María, Inmaculada en su Concepción.
Recibid un abrazo fraterno.
Por mandato del Ministro provincial
Fdo.: Fray Antonio Arévalo Sánchez, OFM
Fdo.: FRAY JUAN CARLOS MOYA OVEJERO, OFM