Sed muy hermanas y muy pobres, ¡como Jesús!
“Os aconsejo, también, amonesto y exhorto en el Señor
Jesucristo, a que, cuando vayáis por el mundo, no litiguéis ni os enfrentéis a
nadie de palabra, ni juzguéis a otros, sino sed apacibles, pacífic@s y mesurad@s,
mans@s y humildes, hablando a todos honestamente, según conviene”. (2R 3,
10-11)
Queridas hermanas: ¡El Señor os dé su Paz!
Otro año más nos es concedida la
gracia de celebrar la solemnidad de nuestro plantador y fundador, el padre y
sobre todo, hermano san Francisco.
Acercarse a la experiencia de Dios en un tercero diferente del yo, no puede hacerse más que con temor y temblor, ¿quién podrá decir que se acerca a lo que le fue personalmente regalado a él? Sin embargo, esto no impide compartir aquello que resuena al leer y releer el legado espiritual que rezuman los textos del santo, el hermoso patrimonio común y sobre todo, carismático que nos tocó como heredad, pero también como tarea personal y comunitaria.
Acercarse a la experiencia de Dios en un tercero diferente del yo, no puede hacerse más que con temor y temblor, ¿quién podrá decir que se acerca a lo que le fue personalmente regalado a él? Sin embargo, esto no impide compartir aquello que resuena al leer y releer el legado espiritual que rezuman los textos del santo, el hermoso patrimonio común y sobre todo, carismático que nos tocó como heredad, pero también como tarea personal y comunitaria.
El fragmento del capítulo III de la
Regla bulada, es una muestra de las muchas que aparecen a lo largo de toda esta
regla[1]
y los demás escritos sanfranciscanos, que pueden –ojalá- sorprendernos todavía
y sobre todo, no dejarnos inmóviles ante las posibles llamadas a vivir la
santísima pobreza, la minoridad y fraternidad que se nos hacen hoy. Esta
exhortación a un modo específico de relación entre hermanos y con el mundo, no
parte de la búsqueda egolátrica de verse buena o en orden, ni siquiera virtuosa;
sino que es la expresión existencial de quien reconoce la misericordia del
Padre y la humildad de Jesús en cuanto Hijo de Dios y por eso, “vincula la propia vida, en cada
uno de sus aspectos, a su Persona y a través de Él, al Padre”[2],
abrazando la riqueza
y suficiencia del amor de Cristo y renunciando a la apariencia del poder, en
las múltiples manifestaciones que puede tener.
Los hermanos menores –y las hermanas
pobres- hemos optado por una forma de presencia y una acción selladas
claramente por las bienaventuranzas de Jesús… somos portadores de la paz sin
otra arma que el amor.[3]
El horizonte que el hermano Francisco
nos abrió, parte de la “lógica” del amor hasta el extremo que Jesús abrazó desde
el comienzo de su vida: colocado en un pesebre y envuelto en pañales al nacer, soportó
múltiples trabajos y penalidades durante su vida y con inefable caridad, quiso
padecer en el leño de la cruz y morir en él del modo más injusto[4]
pero siempre manso y humilde de corazón: minoridad de amor hasta el aparente
sin-sentido de entregar la vida por el opresor injusto… No se trata entonces de ser sólo pobres según
los parámetros sociológicos o de reafirmarnos en la voluntad de serlo una y otra
vez, lo que nos diferencia de los
pobres es la opción radical por vivirla desde la paz: paz que se verifica en el
ir construyendo la unidad en la diversidad. Esta sociedad continúa convulsionada
por la diferencia de clases, búsqueda de privilegios y poder, reivindicaciones
violentas… Aquí y ahora, nuestra misión es ser hermanas menores, hermanas pobres:
a eso hemos sido enviadas en esta generación y momento histórico, político,
socio-económico y cultural, a eso y sólo a eso deberíamos sentirnos llamadas a responder
como, y en fraternidad. De ahí brota nuestra urgencia máxima en la construcción
del Reino: hacerlo realidad entre los hombres y mujeres, siendo discípulas de
Jesús, anunciándolo con la propia existencia[5],
gastándonos en anunciar y denunciar con la vida, su estilo de vida, su misma
Paz.
Como lógica consecuencia surge la
prioridad del ser sobre el hacer,
del ejemplo sobre la función ministerial, de la Palabra hecha carne en la
pobreza de nuestra humanidad sobre la fuerza de la ideología de moda, de la Verdad
del Evangelio sobre las relativas y efímeras seudo-verdades epocales…
Ser pobre y menor al estilo que
vivió, enseñó y predicó Francisco, es poseer el Espíritu del Señor y su santa
operación, “siempre atenta a su voluntad, aprendiendo a conectar con la fuerza
misteriosa de Dios que transforma la historia a su modo, fuerte en la
debilidad, audaz y humilde, indefensa y terrible. Puede airarse sin ser
violenta. Puede dejarse utilizar y maniatar, y seguir gritando la verdad. Su
acción sobre el mundo, ciertamente, no viene de este mundo; pero por ello deja
inermes a todos los poderes de este mundo, en el mismo instante en que los
provoca[6].
Ser discípula de este Mesías es
apropiarse su justicia, es decir, una realización de la persona y un compromiso histórico cuyo programa
seguirá escandalizando siempre, ya que trastrueca todos los valores mejor
establecidos de racionalidad y eficacia: saberse pobre ante Dios y ante sí
misma y elegir esa pobreza como ámbito privilegiado de plenitud y liberación; sin
otro premio que Dios mismo y la semejanza con Jesús, el Hijo entregado por nosotras”.[7]
Cuando nos vamos identificando existencialmente
con Cristo y el Evangelio como opciones fundamentales y prioritarias de vida, la
minoridad, pobreza y sororidad (fraternidad), son la lógica consecuencia que
surge de la contemplación de la kénosis-encarnación
del Hijo de Dios, y que Francisco resume en la imagen del hacerse pequeño como
una semilla. Es la misma lógica del que "se hizo pobre de rico cómo
era" (Cfr.2 Cor 8, 9). La lógica de la "expoliación", que él
puso en práctica literalmente cuando se despojó hasta la desnudez
de todos los bienes terrenales, para darse por entero a Dios y a los demás… La minoridad franciscana se nos presenta como un lugar de encuentro
y comunión con Dios; como un lugar de encuentro y comunión con las hermanas y
con todos los hombres y mujeres; finalmente, como un lugar de encuentro y
comunión con la creación.[8]
No es viable ni expresa nuestra
verdad óntica ni carismática, una actitud de superioridad en sus multiformes
versiones como los juicios fáciles sobre los demás o peor aún, la ira y
perturbación por el pecado ajeno, puesto
que sería una forma de riqueza u ostentación, de engrandecimiento superfluo, de
seguridad y apropiación que no corresponden
a lo que el Señor le reveló a Francisco y él transmitió con la palabra y
el ejemplo. “Si nos esforzamos por vernos como
peregrinas que hacen el camino juntas, aprenderemos a confiar el corazón a la
compañera de camino sin recelos, sin desconfianzas, mirando solamente lo que en
realidad buscamos: la paz en el rostro del único Dios. Y como la paz es artesanal,
confiarse a la otra es también algo artesanal, y es fuente de felicidad:
«Bienaventurados los que trabajan por la paz» (Mt 5,9)”.[9]
Hermanas, Francisco
y Clara rezuman vitalidad y actualidad, sus reglas y escritos no cesan de
hablarnos y dirigirnos a través de los siglos y vicisitudes de cada época,
escuchemos las resonancias que nos emiten, asumamos sus palabras como brújula
que nos van marcando el norte en la historia de nuestras fraternidades e
Iglesia. La minoridad y la pobreza siguen siendo los adjetivos que acompañan y
definen nuestra identidad de hermanas y hermanos, nos concierne a nosotras el
ejercitarnos en la escucha atenta y el discernimiento de los modos concretos de
actualizar dicho legado.
Que Dios, justo y misericordioso, nos conceda
hacer lo que sabemos que quiere y querer siempre lo que le agrada, y podamos
seguir las huellas de su Amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo[10] el pobre
y el anonadado por amor.
En unión de oraciones
Badajoz, 1 de octubre
de 2018
Prot. 09/18
Fdo. Mª Teresa Domínguez Blanco
Presidenta Federal
[2]
Bendición del papa Francisco en el día de
Pentecostés, mayo de 2016.
[3]
La forma de vida franciscana ayer y hoy. Garrido,
Javier.Colección Hermano Francisco Nº 15, p. 110.
[4] 4CtaCl 19-23.
[5] Garrido, J. Op. Cit.
[6] Ibid, p. 119.
[7] Ibid, p. 114.
[8] Audiencia del papa
Francisco a los miembros de las Familias Franciscanas de la Primera Orden y de
la Tercera Orden Regular, 23 de noviembre de 2017.
[10] Cfr. CtaO 50-51.