¡El Señor os conceda la paz!
Recientemente nuestra Orden Franciscana ha celebrado su Capítulo general y esta es la primera vez que nos dirigimos a vosotros como hermanos del Definitorio general. Hemos iniciado nuestro trabajo como fraternidad definitorial y estamos estudiando a fondo los mandatos y orientaciones que el Capítulo general nos ha confiado, de elaborar las líneas guía para la animación de la Orden durante el próximo sexenio. Esperamos haceros llegar estas propuestas lo más pronto posible.Entre fragilidad y cambio
Una imagen franciscana que nos ayuda en estos tiempos que vivimos es el regreso de Francisco desde Tierra Santa. Según algunas tradiciones el vivió un confinamiento en una pequeña isla de la laguna de Venecia, donde experimentó la fragilidad de su mundo, la crisis de la Fraternidad, sus luchas internas, un combate entre oscuridad y desolación. Sin embargo, Francisco mantuvo una respuesta de gratitud junto a una visión fundada en la esperanza. (cf. Rnb 23).También hoy, la Orden se debate entre la esperanza y el desánimo, entre el crecimiento en algunas áreas y el declive en otras. Nos movemos entre el camino renovador de nuestra identidad como Hermanos Menores y el clericalismo que da poder y seguridad y nos hace creer que no tenemos necesidad de ninguno, alejándonos de nuestra vocación y misión de Hermanos Menores. Por eso debemos dejarnos tocar una vez más por el lema del Capítulo General: “Levántate… y Cristo te iluminara (Ef 5,14)”
Estamos en un momento de cambio, que implica a todos y creemos también que nosotros debemos situarnos en este clima de profunda transformación, encontrando sendas nuevas y positivas. Este no es solo un reto, sino más bien, un don de estos tiempos en que vivimos. El presente nos desafía, nos pone en situación de supervivencia y vulnerabilidad. Es una experiencia profunda la de nuestra existencia que nos llama a caminar, de la mejor manera, y a profundizar en el estilo de vida que hemos profesado, para que reconozcamos que a veces nos olvidamos y no vivimos según la inspiración carismática que nos llama a ser hermanos menores. Sentirnos vulnerables nos permite reconocer nuestras debilidades personales y fraternas e ir entre la gente con humildad, simplicidad y alegría.
Para animarnos y apoyarnos en la esperanza durante estos tiempos de cambio, fragilidad y vulnerabilidad, nos pueden ayudar algunas actitudes:
a. Reconocer y aceptar nuestra fragilidad humana, en nuestra fraternidad y en el mundo que nos rodea.
b. Reconocer la bondad, la belleza, la justicia, los valores grabados en el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, para crecer y gozar mientras acompañamos a otros en sus alegrías por lo que el Altísimo está haciendo en sus vidas, familias y comunidades, donde viven y trabajan.
c. Escuchar la invitación a cambiar para poder amar sin miedo, iniciar procesos de liberación e ir a los lugares de fractura, donde la vida sufre y grita con toda su fuerza. Esos gritos suben al cielo y Dios los escucha.
Algunas invitaciones
En el Documento final del Capítulo general se nos proponen cinco invitaciones que constituyen un itinerario para todos nosotros: una invitación a la gratitud, una invitación a renovar nuestra visión, una invitación a la conversión y a la penitencia, una invitación a la misión y a la evangelización y una invitación a abrazar nuestro futuro. Para nosotros “Hermanos Menores” tales invitaciones no son facultativas, al contrario, se presentan como criterios necesarios para perseverar en un camino de fidelidad junto a las cinco prioridades de la Orden, conocidas por todos.
Releyendo estas cinco invitaciones, como un itinerario, nos percatamos que estamos llamados, partiendo de la gratitud por los bienes recibidos, a generar una constante acción de gracias, y a restituir continuamente a Dios todos los bienes. Entre estos bienes reconocemos el crecimiento de la Orden en algunos continentes como África y Asia y, por todas partes, el sincero testimonio de tantos hermanos al lado de los necesitados. Esta gratitud viene a partir del don del Espíritu que renueva nuestra manera de ver el mundo y su historia, reconociendo los signos de los tiempos y la presencia de Dios.
Sin embargo, para que sea verdadera, esta visión renovada debe abrirnos los ojos a la necesidad de conversión y penitencia, para que verdaderamente podamos renovar muchas de nuestras actitudes que necesitan ser purificadas. Los ámbitos que necesitan renovación y conversión son los de nuestra vida fraterna y minoridad, ya que, como dice el Documento final del Capítulo, fraternitas y minoritas son los dos pulmones de nuestra identidad. La fraternidad y la minoridad deben ser vividas, ciertamente, entre nosotros, en nuestras comunidades, y sobretodo deben caracterizarse por nuestra cercanía a las personas que encontramos, para ser hermanos y menores de todos. Los pobres y los que sufren y los que viven en la necesidad son los destinatarios privilegiados de nuestro deseo de ser hermanos y menores, reconociéndolos como nuestros maestros (cf. CCGG 93§1). Como nos lo ha dicho el Papa en su mensaje al Capítulo: “Una mirada renovada, capaz de abrirnos al futuro de Dios, la recibimos de nuestra cercanía a los pobres, a las víctimas de la esclavitud moderna, a los refugiados y a los excluidos de este mundo. Son vuestros maestros. ¡Abrazadlos como lo hizo San Francisco!”
Desde la mirada de los pobres y de los vencidos
Los hermanos capitulares nos invitan, dentro contexto de la pandemia que vivimos como humanidad, a hacer un esfuerzo para leer la realidad, la historia, la cultura, la economía y la Iglesia desde el lugar en donde viven los pobres, los que no valen nada, los marginados. Así, con una nueva mirada profunda, creyente, encarnada y teológica, podemos abrazar y dejarnos abrazar por los pobres y los desfavorecidos. Por eso necesitamos purificar y transformar nuestra visión, al modo de Jesús, del Poverello de Asís y de los miles de Hermanos y Hermanas que en estos 800 años han sabido situarse en el reverso de la historia, con una verdadera actitud franciscana.
Al igual que a San Francisco, esto nos abre el camino a la itinerancia, para vivir como “peregrinos y extranjeros en este mundo” (Rb 6,2), libres para la misión y la evangelización, como fraternidad contemplativa en misión, con la mirada puesta en el futuro, dirigiendo nuestros pasos hacia la otra orilla, tal cual como Jesús invitó a sus discípulos. No debemos tener miedo de emprender nuevos caminos, respondiendo a las exigencias de un mundo en constante cambio. No podemos contentarnos en repetir lo que siempre se ha hecho, con todo respeto a una historia que ha sido grande precisamente porque ha sabido renovarse constantemente a través de ocho siglos.
Particularmente nuestro tiempo requiere una atención especifica a la “casa común”, desde una perspectiva de ecología integral, según lo que nos enseña el Papa Francisco La novedad de esta perspectiva radica en el hecho de que lee de modo interconectado toda la realidad, desde la relación con Dios a la atención al medio ambiente, al compromiso por la justicia y la paz, y creemos que este es un desafío de gran urgencia para nosotros. Si nuestro estilo de vida, en el cual se incluye una cierta búsqueda del confort, no es coherente con esta perspectiva, deberíamos reconocer que también aquí necesitamos de penitencia y conversión. Es importante tener presentes las Encíclicas papales Fratelli Tutti y Laudato Si’ que suscitan en nosotros la disponibilidad de ponernos en camino, a estudiar y comprometernos con el bien de la vida. Estas, además, son un signo profético que muestra cómo es realmente posible un modo de vivir y relacionarse a la luz del Evangelio y de la praxis de San Francisco y Santa Clara, según el espíritu que nos lleva a ser buenos administradores y no propietarios, a convivir y no a acumular.
La esperanza renace cuando aprendemos a no tener miedo de volver a empezar tan a menudo como sea posible.
Sigamos adelante todos juntos: detrás de nosotros hay una historia rica, que en los próximos años celebraremos también a través de los centenarios franciscanos, y de cara a nosotros hay un futuro que deseamos recibir con esperanza. Queremos ofrecer a nuestro mundo una palabra de confianza y esperanza, de la cual tiene una gran necesidad.
Invitamos a todos los que se inspiran en San Francisco a optar por estar siempre agradecidos con Quien plasma la vida de cada uno de nosotros y a todas las personas que encontramos, en un modo u otro, a lo largo del camino de la vida y de la historia. Estamos invitados a participar responsablemente en una cultura del cuidado, asegurando que nuestras fraternidades y todos los ambientes pastorales sean sanos e importantes, donde ninguno sienta que su vida, integridad y dignidad están amenazadas.
Estamos invitados a ser constructores de puentes de comunicación y de diálogo. Queremos estar al lado de quienes social, cultural y eclesialmente han sido abandonados, igualmente con los que se ven obligados por las realidades económicas y políticas a convertirse en migrantes, trabajando junto a tantos hombres y mujeres de buena voluntad, así como también de las organizaciones laicas verdaderamente comprometidas con este fin. Así nuestra vida franciscana será siempre una vida de encarnación y compromiso fraterno y político con los bienaventurados del reino de Dios. (Mt 5,1-12. 25,31-46)
Conclusión
Queridos hermanos y hermanas, no miréis a la Casa general como a un lugar lejano: estamos aquí para vosotros y queremos estar cerca de vosotros. Haremos nuestra parte para buscar el contacto con vosotros y con las Entidades de la Familia franciscana y confiamos en vuestra voluntad de entrar en relación con nosotros.
Siguiendo el ejemplo del Papa Francisco que concluye sus discursos pidiendo siempre de orar por él, también os pedimos de orar por nosotros.
Con un abrazo fraterno os deseamos una buena fiesta de San Francisco