Fray Joaquín Zurera Ribó. O.F.M.
A los hermanos de la Provincia, a las hermanas contemplativas,
a los hermanos y hermanas de la OFS, de los movimientos juveniles franciscanos,
de las hermandades y cofradías asociadas a nuestra Provincia
Madrid, 3 de octubre de 2021
«Y suplico a Dios, que Él mismo, que es omnipotente, trino y uno, bendiga a todos los que enseñan, aprenden, tienen, recuerdan y practican estas cosas, cuantas veces repiten y hacen lo que aquí está escrito para la salvación de nuestra alma; y ruego a todos, besándoles los pies, que las amen mucho, las guarden y las conserven» (RegnB XXIV,2-3)
SALUTACIÓN: El Señor os dé la paz.
La confianza en Dios, porque Él es el Dador de todo bien. Ahí encuentra San Francisco la fuente de la que mana el sentido de su vida. Es la Luz que guía sus pasos; es el manantial en el que puede beber para descubrir y saborear toda ocasión como don, regalo que se acoge y se recibe agradecido, con un corazón pobre, despojado de todo para poder vivir abierto a quien es el Señor de su vida. Así, Francisco puede responder a las múltiples gracias recibidas con la disponibilidad de quien ha descubierto el sentido a su camino, libre de toda posesión, porque ha encontrado su pertenencia en Dios: sólo a Él pertenece y sólo desde Él puede cobrar plenitud cada momento. Desapropiado de sí, aprende a vivir en la gratuidad de recibir todo de Dios y a Él restituir todo.
Hoy también nosotros somos llamados a vivir en esta clave de la gratuidad, para así acoger con corazón humilde y sencillo el proyecto de Dios y dar un nuevo dinamismo a nuestras vidas para así ser sembradores de todo aquello con lo que hemos sido bendecidos para ser servidores del Evangelio. Venimos de celebrar nuestro Capítulo provincial, en el que nos movía el deseo que San
Francisco expresaba en la oración final de la Carta a toda la Orden: «Concédenos hacer lo que sabemos que quieres», y en este empeño estamos todos comprometidos: el Dios Padre que no se cansa de derrochar Su Amor sobre sus hijos y nosotros, que dejamos a un lado nuestro ego para abrir nuestras vidas y fraternidades al querer de Dios, movidos por Su Espíritu.
Todos a la expectativa de por dónde va a caminar la Provincia y la vida de los hermanos. Pero el primer paso es la necesidad de una conversión personal para dejarnos seducir por quien ha salido a nuestro encuentro para regalarnos el don de la vocación y, por tanto, dejar a un lado todo aquello que nos pueda apartar de Su proyecto.
Frente a la tentación de quedar acomodados en nuestras seguridades, se nos pide la osadía de hacer visible y creíble el proyecto de Francisco, sirviendo a la Iglesia y gastando nuestra vida como menores a los pies de los más pequeños, que son nuestros hermanos, para hacernos sensibles a la Misericordia que a través de ellos toca nuestras vidas. Y en comunión con todo lo creado, que nos habla del Creador y nos hace más humanos. Sólo así vibraremos y gozaremos con esta vocación en la que no pesan los años, sino más bien las ataduras que nos creamos, aferrados a permanecer inmóviles cuando nuestra vida, como la de todo manantial, necesita estar manando continuamente si es que realmente estamos habitados y confiados en el Dios de Jesús, que hace nuevas todas las cosas.
Como Francisco, puesto a los pies, nuestra vocación de Menores nos lleva a amar el proyecto que Dios ha puesto en nuestras frágiles manos; así podremos hacer realidad el sueño del Poverello de Asís, de ser una fraternidad en camino, en la que todos —frailes, religiosas, seculares—, en misión compartida, somos llamados a ser simiente de Buena Noticia para este mundo. La próxima beatificación en Córdoba, el 16 de octubre, de nuestros hermanos mártires del convento de Puente Genil, como la de tantas decenas de testigos de la fe hasta derramar su sangre, nos alientan en el empeño e interceden por nosotros, a fin de que también cumplamos como ellos la tarea que Cristo nos ha enseñado.
Guardemos, sí, las palabras de Francisco en sus escritos, hagamos memoria de la Regla que hemos profesado, y avancemos cada día abrazando el futuro con esperanza: «El carisma no es algo estático y únicamente algo para conservar, algo recibido de una vez por todas, sino don, responsabilidad y misterio que nos es dado cada día, y que nos pide una constante capacidad creativa» (Amadeo Cencini).
Que el Dios Trino y Uno nos bendiga y siga guiando nuestras vidas, y que María Inmaculada, nuestra patrona, nos haga dóciles y disponibles para acoger los designios de quien nos amó desde que nos pensó.
Recibid mi abrazo fraterno:
La confianza en Dios, porque Él es el Dador de todo bien. Ahí encuentra San Francisco la fuente de la que mana el sentido de su vida. Es la Luz que guía sus pasos; es el manantial en el que puede beber para descubrir y saborear toda ocasión como don, regalo que se acoge y se recibe agradecido, con un corazón pobre, despojado de todo para poder vivir abierto a quien es el Señor de su vida. Así, Francisco puede responder a las múltiples gracias recibidas con la disponibilidad de quien ha descubierto el sentido a su camino, libre de toda posesión, porque ha encontrado su pertenencia en Dios: sólo a Él pertenece y sólo desde Él puede cobrar plenitud cada momento. Desapropiado de sí, aprende a vivir en la gratuidad de recibir todo de Dios y a Él restituir todo.
Hoy también nosotros somos llamados a vivir en esta clave de la gratuidad, para así acoger con corazón humilde y sencillo el proyecto de Dios y dar un nuevo dinamismo a nuestras vidas para así ser sembradores de todo aquello con lo que hemos sido bendecidos para ser servidores del Evangelio. Venimos de celebrar nuestro Capítulo provincial, en el que nos movía el deseo que San
Francisco expresaba en la oración final de la Carta a toda la Orden: «Concédenos hacer lo que sabemos que quieres», y en este empeño estamos todos comprometidos: el Dios Padre que no se cansa de derrochar Su Amor sobre sus hijos y nosotros, que dejamos a un lado nuestro ego para abrir nuestras vidas y fraternidades al querer de Dios, movidos por Su Espíritu.
Todos a la expectativa de por dónde va a caminar la Provincia y la vida de los hermanos. Pero el primer paso es la necesidad de una conversión personal para dejarnos seducir por quien ha salido a nuestro encuentro para regalarnos el don de la vocación y, por tanto, dejar a un lado todo aquello que nos pueda apartar de Su proyecto.
Frente a la tentación de quedar acomodados en nuestras seguridades, se nos pide la osadía de hacer visible y creíble el proyecto de Francisco, sirviendo a la Iglesia y gastando nuestra vida como menores a los pies de los más pequeños, que son nuestros hermanos, para hacernos sensibles a la Misericordia que a través de ellos toca nuestras vidas. Y en comunión con todo lo creado, que nos habla del Creador y nos hace más humanos. Sólo así vibraremos y gozaremos con esta vocación en la que no pesan los años, sino más bien las ataduras que nos creamos, aferrados a permanecer inmóviles cuando nuestra vida, como la de todo manantial, necesita estar manando continuamente si es que realmente estamos habitados y confiados en el Dios de Jesús, que hace nuevas todas las cosas.
Como Francisco, puesto a los pies, nuestra vocación de Menores nos lleva a amar el proyecto que Dios ha puesto en nuestras frágiles manos; así podremos hacer realidad el sueño del Poverello de Asís, de ser una fraternidad en camino, en la que todos —frailes, religiosas, seculares—, en misión compartida, somos llamados a ser simiente de Buena Noticia para este mundo. La próxima beatificación en Córdoba, el 16 de octubre, de nuestros hermanos mártires del convento de Puente Genil, como la de tantas decenas de testigos de la fe hasta derramar su sangre, nos alientan en el empeño e interceden por nosotros, a fin de que también cumplamos como ellos la tarea que Cristo nos ha enseñado.
Guardemos, sí, las palabras de Francisco en sus escritos, hagamos memoria de la Regla que hemos profesado, y avancemos cada día abrazando el futuro con esperanza: «El carisma no es algo estático y únicamente algo para conservar, algo recibido de una vez por todas, sino don, responsabilidad y misterio que nos es dado cada día, y que nos pide una constante capacidad creativa» (Amadeo Cencini).
Que el Dios Trino y Uno nos bendiga y siga guiando nuestras vidas, y que María Inmaculada, nuestra patrona, nos haga dóciles y disponibles para acoger los designios de quien nos amó desde que nos pensó.
Recibid mi abrazo fraterno:
Fray Joaquín Zurera Ribó. o.f.m.
Ministro Provincial