A las hermanas contemplativas
Madrid, a 3 de octubre de 2019
Queridos hermanos y hermanas, paz y bien.
En plena celebración del tránsito de San Francisco a los cielos unido a su solemnidad
litúrgica, os envío estas letras de cercanía con la intención de desearos un feliz
día en fraternidad y compartido con las personas que acuden a las celebraciones
de vuestros conventos y monasterios.
Francisco sigue siendo testigo de la Luz en estos tiempos complejos, y nos indica,
como siempre, hacia dónde nos hemos de encaminar para dejarnos iluminar por ella.
Él, con el carisma recibido, nos orienta decididamente a Jesús, el Mesías, aquel
que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2Cor 8,9).
En efecto, con el tránsito de San Francisco al Amado reconocemos la riqueza
que supone para todos nuestros contar con Jesucristo. Sentido y guía de nuestras
vidas, Él nos orienta hacia el Padre en una relación de amor que queda trascendida
mediante nuestro envío al mundo para que de palabra y de obra demos testimonio de
su voz y hagamos saber a todos que no hay omnipotente sino Él (cf. CtaO 9). Esta
misión es consecuencia de una relación marcada por la seducción, la de Dios a Francisco.
Este último, conmovido por la lectura del evangelio en la iglesia de la Porciúncula,
pudo exclamar: «Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que
en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica» (1Cel 22). La conexión entre
la intimidad su corazón y el proyecto evangelizador de Dios dio su fruto y en adelante
su vida se dirigiría a sacar a Jesucristo de los ábsides de los monasterios y llevarlo
a los caminos del mundo. El Espíritu del Señor se encargó de clarificar que su vida
debía ser apostólica mediante la consulta a personas como fray Silvestre o Santa
Clara (cf. Flor 16). Esta apostolicidad le llevará a constatar en su vida la fuerza
de Dios y la urgencia de llevar Su palabra a todos, también a aquellos que confesaban
credos diversos al católico.
Nuestro mundo está hambriento de esperanza y de sentido. Y nos asaltan de inmediato
preguntas de esta índole: ¿Cómo llevar a Jesucristo a cada rincón de las ciudades
y pueblos donde nos hallamos incardinados? ¿Cómo poder evangelizar las redes sociales?
¿Qué hacer para que la buena noticia del Evangelio cunda en nuestra sociedad secularizada?
¿Cómo conmover las vidas de las gentes con la persona de Jesucristo? El trasfondo
de las mismas no ha de estar motivado por la vuelta a tiempos pasados, sino más
bien, por calibrar nuestro vigor evangélico. Por eso, no es raro que veamos signos
que indican que la sal se puede volver sosa o que el candil no está bien colocado
en la estancia.
El caso es que Jesucristo sigue siendo palabra eterna de Dios, realidad de vida
abundante, propuesta de felicidad perdurable, libertad infinita, amor
como ningún otro en este mundo… Y Francisco lo supo encarnar en su tiempo. En un libro de reciente publicación
titulado Francisco de Asís, profeta de lo extremo, su autora afirma: «Francisco
sabía ser en Cristo el hermano atento y amante de cada persona encontrada. Él mantuvo
así abiertas las puertas del camino hacia la paz y del aprendizaje para todos aportando
respuestas lúcidas, vivas, concretas a las cuestiones que nos planteamos
todos: “¿Cómo hacer?, “¿Cómo ser?”, “¿Cómo amar?”» (p. 212).
Ojalá que al inicio de este curso y con la solemnidad de San Francisco, podamos
intuir respuestas lúcidas, vivas y concretas a las grandes cuestiones de este mundo.
Los jóvenes de nuestro tiempo como sus familias las necesitan. Sabemos que contamos
con la Palabra más hermosa: Jesucristo. Es la que el Padre nos ha entregado para
llevarla en fraternidad a toda la creación. Pero, solo quien profundiza seriamente
en la experiencia de Dios y recorre el itinerario del olvido de sí para salir hacia
los demás, como repite insistentemente el Papa Francisco, está en condiciones de
ser testigo del amor más grande. Jesús de Nazaret, que se sitúa en el paradigma
de la minoridad, el servicio y la compasión, es la respuesta a las grandes preguntas
de este mundo. Nuestra experiencia de Hermanos menores acrisolada por ocho siglos
de historia nos ha de ayudar a encarnarla de manera novedosa en este tiempo.
La fuerza del profetismo radica, entre otras cosas, en la gratuidad que Francisco
de Asís expresa en su Regla no bulada: «Te damos gracias porque, así como por tu
Hijo nos creaste, así, por tu santo amor con el que nos amaste hiciste que él, verdadero
Dios y verdadero hombre, naciera de la gloriosa siempre Virgen la beatísima santa
María, y quisiste que nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz y sangre
y muerte» (23,3). El Señor nos bendiga con esta gratuidad por intercesión de nuestro
hermano y padre Francisco de Asís en este su día.
Recibid un abrazo fraterno.
Fdo.: FRAY JUAN CARLOS MOYA OVEJERO, OFM
Ministro provincial