Viaje a Tierra Santa
Del 2 al 9 de septiembre, un total 33 hermanas, la mayoría de nuestra Federación y algunas que se añadieron de Murcia y Belorado, se nos ha concedido la gracia de hacer una peregrinación a Tierra Santa.
Nos guiaba
el Hermano Juan Pedro Ortega ofm. Tras un largo tiempo de preparativos,
trámites, etc, pues no era fácil por la seguridad tan extrema que tienen en el
aeropuerto de Israel especialmente, y con algunas dificultades de última hora,
al fin pudimos partir. Con ánimos y expectativas muy diferentes. Con
lo que conlleva una peregrinación, cada día distinto en todo, pues, aunque se
llevaba un programa preestablecido, no se pudo llevar a cabo porque había que
conjugar los tiempos, horarios, grupos, etc. El tráfico del lugar venía a
complicar más las cosas. No obstante, la peregrinación se desarrolló bien, con
un ambiente de familiaridad entre todas, también con el guía, que resultó ser
muy eficiente y entregado a nosotras, con todo detalle para que todo saliera
bien y pudiéramos ver lo más posible en el poco tiempo que teníamos.
Al final
de la peregrinación se hizo una evaluación entre todas, y resultó que la tónica
general era la gratitud al Señor por habernos permitido este viaje, a las
hermanas de las comunidades que hacían posible que estuviéramos allí, al guía,
y a los Hermanos y Hermanas que fuimos encontrando, los cuales nos abrieron las
puertas y nos recibieron con verdadero amor fraterno. En ellos recibimos el
testimonio vivo del Evangelio vivido en servicio, entrega, disponibilidad y
gratuidad,
De los
lugares por donde pasamos y celebraciones que vivimos, habría que ir detallando
uno por uno, pero para destacar, entre lo que más nos impactó, fue Nazaret,
donde la presencia de María se hizo palpable. Visitamos su casa y la casa de
José, donde estuvo la Sagrada Familia. Aunque eran restos, pudimos admirar la
sencillez y pobreza de todo un Dios que quiso escoger esa tierra, en ese
momento histórico, en ese contexto donde se vivía con lo imprescindible, porque
en esas casas no había lugar para nada más.
Otro lugar
que nos impactó fue el conjunto formado por el Santo Sepulcro, Calvario y
Getsemaní. El hermano Juan Pedro consiguió prepararnos algo que se daba muy de
tarde en tarde, y en ocasiones especiales: la entrada solemne al Santo
Sepulcro. Nos dispuso en tres filas, y mientras todos los hermanos de esa
comunidad cantaban el Te Deum, íbamos llegando al Lugar, donde pudimos entrar
de tres en tres en la Tumba donde estuvo depositado su Cuerpo. Lo más
impresionante era saber que ese Cuerpo no estaba, porque había resucitado.
Realmente algo impensable e inaudito. Pudimos venerar también la Piedra de la
Unción, donde le habían ungido con perfumes y envuelto en la sábana antes de
colocarlo en la Tumba.
Igualmente
sobrecogedor era el Calvario donde pudimos celebrar la Eucaristía y venerar la
hendidura de la piedra donde estuvo enclavada la Cruz.
Getsemaní,
con los árboles milenarios del Huerto, y la Basílica donde se veneraba la roca
de la agonía, en donde tuvimos una Hora Santa internacional ante el Santísimo,
con Procesión. Impresionaba el silencio, especialmente teniendo en cuenta la
multitud de gente que asistía a esta celebración.
Destacamos
el Lago de Tiberíades, donde pudimos atravesar en barca, después de celebrar la
Eucaristía, recordando la llamada del Señor a sus discípulos y la comida
preparada sobre la roca tras su resurrección. Era muy hermoso atravesar el
mismo lugar por el que tantas veces había recorrido, de una orilla a otra,
llevando la Buena Noticia.
Hemos
renovado la Profesión en la Basílica de la Anunciación, uniendo nuestro sí al
Sí de María. Muy comprometido y muy exigente pronunciar la fórmula de nuestra
Profesión en el mismo lugar en que María pronunció su Fiat.
También
hemos renovado el Bautismo en el Jordán. No un lugar cualquiera. Igualmente se
sentía que no era un simple gesto, sino unirnos al mismo Bautismo de nuestro
Señor, con el que recibe su Misión Mesiánica.
En Betania
nos han ungido con el perfume de nardo, recordando el gesto de María con Jesús.
Hemos
recorrido la Vía Dolorosa. Muy diferente a la devoción que solemos hacer.
Porque teníamos que pasar llevando la Cruz por esas calles, tan llenas de gente
de todo tipo, tiendas, abarrotadas, en medio de un ambiente pagano, de grupos
que iban a otros intereses. Se nos decía que seguramente, salvando las
distancias, en tiempo de Jesús sería así, puesto que a los ajusticiados los
paseaban por las calles más transitadas, a fin de que sirvieran de escarmiento
para todos. Tampoco el Vía Crucis de Jesús fue muy “devocional”.
Nos ha
llamado la atención la multitud de gente, de todas partes, con quienes hemos
compartido en muchas ocasiones la oración. El ambiente de devoción era muy
intenso.
Destaca
también la labor tan grande de los Hermanos de la Custodia, su perseverancia en
medio de tantas dificultades, así como el gusto y el amor con que cuidan estos
Lugares. Igualmente la acogida de las Hermanas, de Nazaret y Jerusalén, y de
los Hermanos de las comunidades por donde íbamos pasando.
El
contraste de pueblos, culturas, razas, religiones, nos impactó mucho. Con gran
tristeza supimos de la difícil convivencia a causa de la rigidez y prepotencia
de Israel, con respecto a Palestina y todos los que vivían al otro lado del
muro. Qué contraste entre el mensaje de Jesús y la realidad que se vive en esta
Tierra. No obstante, hemos podido contemplar el escenario de su vida, estas piedras
nos hablaban de Él, de su paso entre nosotros, de que realmente en este lugar
se desarrolló la historia más increíble jamás soñada. Todo un Dios que por
nosotros se encarna, se hace verdaderamente uno con nosotros, padece, muere, y
resucita por nosotros. No es necesario para la fe ir a Tierra Santa, pero
realmente hemos experimentado que estar allí nos ha permitido estar un poco más
cerca de Él. Todas hemos sentido de alguna manera su fuerte Presencia, y que ha
sido Él quien nos ha llevado hasta allí.
Damos
gracias, bendecimos a nuestro Dios, y pedimos por esta Tierra, especialmente
por el pueblo judío, que todavía espera un mesías, que nada tiene que ver con
el verdadero. Hemos podido entender por qué Jesús fue rechazado por su pueblo,
al menos por el sector más intransigente, quienes siguen aferrados a sus
costumbres y tradiciones, lo mismo que cuando Jesús en el Evangelio tenía sus
controversias con ellos.
Finalmente,
concluimos diciendo que no basta ver fotografías, vídeos, conocer teóricamente todo
detalle. Hay que ir a este lugar para experimentar lo que hay. Lo que allí
acontece es el encuentro con Alguien vivo, no es un viaje más. Es como ir a su
casa. Realmente, nos ha recibido allí.
Sor Rosa Mª
Gamero Sosa osc