Pestaña

domingo, 9 de febrero de 2025

Pascua de Sor Celina Sosa Monsalve


Fraternidad de Santa Ana, Badajoz
6 de febrero de 2025

El pasado día 6 de febrero, a las 15:30h, el Señor llamó a su presencia a nuestra querida hermana Sor Celina de la Presentación Sosa Monsalve, a la edad de 96 años y 75 de vida religiosa, Toda una vida entregada al Amado, a quien sirvió con fidelidad y alegría y que supo reflejar en su entrega fraterna a su comunidad, a nuestra Federación y a todos los que a ella se acercaban.

Sor Celina (Flora) nació en Badajoz el 28 de junio de 1928 en el seno de una familia profundamente cristiana. Sus padres Francisco y Florencia tuvieron 6 hijos, siendo Flora, la cuarta de ellos. Su dura infancia, en la que, entre otras circunstancias, vivió la huida con su familia a Portugal durante la guerra, bajo la mirada persecutoria de bombarderos que azotaban la ciudad, hizo de ella una mujer de gran temple y fortaleza. Seria en sus decisiones y criterios, hizo del arte el modo como expresar su interior. Se inscribió en la Escuela de Artes y Oficios de Badajoz, al tiempo que trabajaba en la Farmacia de Liso donde llegó a conocer la diversidad del dolor humano. Alma mariana, gran amante de la Patrona de Badajoz, Nuestra Señora de la Soledad, supo responder con generosidad a la llamada que el Señor le hizo a través de un signo singular de la Santísima Virgen.

Así, dejándolo todo, ingresó en el Convento de Santa Ana a los 23 años de edad, el 15 de marzo de 1951, realizando la profesión temporal el 1 de noviembre de 1952 y, tres años después, su profesión solemne.

En los difíciles años que le tocó vivir en los inicios de la vida religiosa, se mostró firme por responder al Señor superando las dificultades de penuria económica que en aquel tiempo vivía esta Comunidad. Gracias a su ingenio y tenacidad, durante los periodos en que ejerció el cargo de abadesa, pudo ir recuperando, no solo el estado ruinoso del edificio, sino también, potenciar la autenticidad de vida fraterna y carismática.

Entre las obras más significativas, se encuentra la restauración, que bajo su dirección se hizo, de la iglesia y retablos, trabajo que conllevó la recuperación de piezas dañadas e incorporación de otras que ya se habían perdido. Su amor por el arte supo reflejarlo, además, en la restauración de imágenes, en la pintura de cuadros y en la elaboración de cerámicas, como el recubrimiento de azulejos con motivos franciscanos del coro bajo. Junto a sor Bernarda (fallecida el año pasado) cuidó del patrimonio artístico de siglos de la comunidad, poniendo en marcha lo que llamamos museo. Investigadora infatigable, decidió indagar sobre la historia y orígenes de este convento, dejando por escrito todos los hallazgos que sobre este tema había encontrado. Sus publicaciones, concretadas en la edición de 3 tomos, siguen siendo hoy día, referente al que acudir a la hora de conocer la historia, no solo del Convento, sino también de la ciudad de Badajoz, a la que amaba entrañablemente.

En cuanto a la vida fraterna, fue capaz de dar un giro importante en la comunidad procurando todo tipo de trabajo que permitiera a las hermanas poder mantenerse por sí mismas. A ella se debe la instalación de la lavandería, encuadernación y, posteriormente, del obrador. Supo guiar con acierto a las hermanas que iban ingresando en la comunidad y propiciarles la adecuada formación requerida. Fue madre y maestra, procurando ser hermana pobre de santa Clara: toda su vida fue testimonio de celo y entrega generosa a los compromisos de su especial consagración en la vida contemplativa franciscana, siendo austera consigo misma pero caritativa con las hermanas. 

A nivel Federal, vivió con especial entusiasmo la creación de la Federación Bética de clarisas, vislumbrando el bien que iba a traer a todos los monasterios. Prestó durante varios años su servicio como Consejera. Elaboró el primer álbum, colaboró con la decoración de gráficos en los primeros números del Boletín y estuvo siempre solícita ante las necesidades de la misma y de las demás fraternidades.

Consejo Federal 1975

Amante de la juventud, no podemos olvidar, la gran labor que realizó, en los inicios de la Cofradía del Resucitado, creada por jóvenes, quienes, gracias a ella, fueron acogidos durante varios años en el convento, siendo para ellos un gran apoyo, tanto material como espiritual, en esos duros comienzos y de la que fue nombrada Hermana Mayor Honorífica.

Sor Celina fue la primera mujer en formar parte de la colección "Personajes singulares", editada por la Fundación CB, dedicada a personas que han dejado su impronta en la historia de la región, en el octavo libro de la serie, con el título: "Sor Celina. Una mujer al servicio de la sociedad", elaborado por Miguel Ángel Vallecillo, doctor en Historia del Arte junto a la historiadora Paola Cortés y presentado en la capilla conventual el 3 de diciembre de 2019 (video). 

En los últimos años, fue especialmente simpática y graciosa con las hermanas, y se mostraba siempre muy agradecida con quienes la cuidaban. Con frecuencia expresaba su amor a las hermanas, lo feliz que era y la pena que le daba dejarnos porque nos quería mucho. No obstante, su corazón anhelaba el encuentro con el Señor como expresó en un texto que enmarcó en su habitación: “Hay que olvidarse de las penas, del peso de los años, continuar nuestra tarea hasta el fin, con el brío que da el amor, incluso a los viejos. No hay vejez para quien ama... El Dios que alegró mi juventud, alegra el ocaso de mi vida con la esperanza de verle pronto sin velo”.

Hermana Celina, has sido muy importante en la vida de la comunidad y de las que te conocimos; nos legaste la alegría en el seguimiento de Cristo dentro de la Orden de santa Clara, el amor a nuestra Señora de las Virtudes y Buen Suceso y a la comunidad, y la firmeza en el cumplimiento de los compromisos esponsales.

Nosotras tus hermanas, agradecemos profundamente al Señor el don de tu vida y vocación: tu amor, entrega y fidelidad a Dios, a la Iglesia y a nuestra Forma de vida a lo largo de 75 años de consagración religiosa.

¡Gracias Señor porque la creaste, gracias Señor porque nos permitiste conocerla y tenerla como hermana de fraternidad durante nuestra peregrinación terrena hacia la casa del Padre! Ella ya está allí: esperamos volver a reunirnos en el cielo y alabar nuevamente juntas al Padre de las misericordias por tanto bien recibido.