El próximo 2 de febrero celebramos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada instituida por san Juan Pablo II con el fin de que la Iglesia valore cada vez más el testimonio de las personas consagradas y estas renueven cuanto debe inspirar su entrega al Señor. Este año, en el marco del camino sinodal y del jubileo ordinario tiene como lema "Peregrinos y sembradores de esperanza".
Siempre ha de haber semillas de relaciones nuevas en el costal de los consagrados.
Relaciones generadas y regeneradas en Jesucristo, que se convierten en
testimonio discipular cuando las acogemos y promovemos, como señala el
papa Francisco en Evangelii gaudium.
Estas relaciones nuevas son buenas semillas de esperanza, que tratan de
alumbrar un nuevo mundo relacional en el que cada encuentro humano se
vive como una celebración gozosa.
La vida consagrada puede responder alegremente al desafío que describe el papa en la exhortación apostólica porque en su seno y con otros debe ser capaz de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarse, encontrarse, tomarse en brazos, apoyarse, participar unos de la vida de los otros, haciendo realidad una verdadera experiencia de fraternidad que se percibe en medio del pueblo como una caravana solidaria, una santa peregrinación, impulsada por el convencimiento de que salir de sí mismo para unirse a otros hace siempre bien.
Las personas consagradas no deben cansarse de sembrar relaciones nuevas, y menos aún de esparcir semillas de novedad en las relaciones que precisan del impulso que solo puede dar el amor de Cristo y la reconciliación con el Padre y con los hermanos. Es la congruencia de un modo de ser y obrar, personal, comunitario y sinodal, que conforma un proyecto de vida de «peregrinos y sembradores de esperanza» en medio de las noches de una humanidad sedienta de la justicia, paz y abundancia que Jesucristo ha venido a instaurar.
MATERIALES
- Cartel en español
- Folleto
- Subsidio litúrgico para el monitor
- Subsidio litúrgico para el celebrante
- Estampa