Pestaña

lunes, 1 de abril de 2024

Mensaje del Ministro Provincial en Pascua de Resurrección

Fray Joaquín Zurera Ribó, ofm

 


Carta:

A todos los hermanos, a las hermanas contemplativas, a los hermanos de la OFS y a todos los que, de un modo u otro, estáis vinculados al carisma franciscano: La Vida ha vencido, Cristo está vivo y presente entre nosotros: ¡Aleluya!

El Evangelio de Juan nos narra que, cuando los primeros discípulos siguieron a Jesús, el Cordero de Dios, la primera pregunta que les lanzó Éste al volverse, fue: «¿Qué buscáis?». En el momento de la entrega en el Huerto de los Olivos, Jesús se adelanta a los soldados que vienen a prenderlo y les lanza otra pregunta: «¿A quién buscáis?». Hoy nuestra búsqueda tiene un rostro y una experiencia: buscamos a Jesús, el Crucificado que ha resucitado. Y consigo porta las llagas de la Pasión, transformadas y transfiguradas en unas cicatrices que generan vida y llaman a la Vida, pues la muerte ha sido vencida; el Crucificado no está en el sepulcro del olvido, sino que acompaña el camino de los que peregrinamos en este mundo, con la garantía de saber que nuestra vida tiene un sentido y una plenitud.

La experiencia de Francisco de Asís en el monte Alverna, de la que celebramos en 2024 los 800 años, nos habla del Amor y de la Misericordia de Dios, que se ha entregado por nosotros y que en su siervo Francisco ha permitido hacer realidad lo que pedía en su oración durante el retiro en torno a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz: «La primera, que yo experimente en vida, en el alma y en el cuerpo, aquel dolor que tú, dulce Jesús, soportaste en la hora de tu acerbísima pasión; la segunda, que yo experimente en mi corazón, en la medida de lo posible, aquel amor sin medida en que tú, Hijo de Dios, ardías cuando te ofreciste a sufrir tantos padecimientos por nosotros pecadores» (Consideraciones 3).

Hoy son otros muchos los llagados y los que sufren, personas que requieren una experiencia de acompañamiento para encontrar sentido y no dejarse vencer ni desesperar ante las circunstancias más amargas. Y ahí está el Crucificado-Resucitado para darles una palabra de aliento y esperanza, palabras que tantos hombres y mujeres necesitan y buscan sin parar:

  1. Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20): certeza que nos alienta para saber que nuestro camino es siempre acompañado por el que ha vencido al mal, al temor y a la muerte. Si Tú estás, nada nos puede hacer dudar.
  2. Vio y creyó (Jn 20,8): es la experiencia que marca un antes y un después en nuestra vida: creer ver para, dejar a un lado miedos que paralizan y lanzarte, abandonándote en las manos del Dios que teje los hilos de nuestra historia para que, al igual que María, saber dar nuestro hágase a la voluntad del Padre.
  3. Paz a vosotros (Jn 20,19): es la palabra que todos necesitamos en nuestro corazón: dejarnos inundar de la Paz que viene de lo alto, de Aquel que, en lugar de recriminar, despreciar y juzgar, consuela, levanta, envuelven en la compasión.
  4. En su nombre se predicará la conversión con el perdón de los pecados (Lc 24,47): sí, también en la Pascua; el Paso del Señor te llama a un nuevo camino, donde te alejes de lo que te distancia y sepas tender puentes de amor, donde habite la delicadeza, la ternura y el respeto. ¿De qué nos hemos de convertir para ser realmente Su pueblo?
  5. El buen pastor da la vida por las ovejas (Jn 10,11): el consuelo de saber que no abandonas y que todo lo arriesgas por todos los que el Padre te ha confiado.
  6. Permaneced en mi amor (Jn 15,10): para hundir nuestras raíces en el Señor y encontrar en Él la razón y el sentido de nuestro vivir, de nuestro orar, de nuestra entrega.
  7. Que os améis unos a otros como yo os he amado (Jn 15,12): ¡Qué mejor medida que Cristo! Nuestro baremo es muy reduccionista y conformista; el de Jesús es darse y entregarse de forma gratuita y libre por todos y cada uno.

No te quedes ahí de brazos cruzados como un muerto en el sepulcro. Ponte en camino y recuerda: El Señor está vivo y tú eres llamado a la Vida para siempre. ¡Vive y celebra la Buena Noticia!
Recibe un cordial abrazo