Nuestra querida hermana Sor Sagrario, nació el 12 de julio de 1934, en Santa Cruz de Tenerife (Canarias) hija de don Manuel Darias y doña Guillermina Alemán, hogar profundamente cristiano del que nacieron 3 hijos. Ingresó en el Monasterio de Santa Clara de la Laguna (Tenerife), el 26 de julio de 1956 y emite sus Votos Solemnes el 25 de marzo de 1958. Se trasladó a esta comunidad de Santa Ana el 17 de octubre de 1966.
Toda la vida de nuestra hermana se caracterizó, desde el primer día hasta el final de ellos, por el servicio fraterno. Trabajó cada día en medio de la fatiga y el cansancio con la alegría y el gozo de una madre y esposa que ha encontrado “el tesoro escondido” y desde la alegría del encuentro, lo entrega todo para poseer y ser poseída por el tesoro encontrado. Nuestra hermana todo lo hacía bien, recibió muchos dones y talentos del Padre Bueno, que ella multiplicó trabajando incansablemente. Su trabajo por la belleza y el decoro del culto divino caracterizó la vida de nuestra hermana. Amaba ardientemente a la Santísima Virgen, concretamente en nuestro monasterio, la imagen de Nuestra Señora de las Virtudes y Buen Suceso, día de la muerte de nuestra hermana. Sabemos y creemos, como hijas y hermanas agradecidas, que fue Ella, la Virgen morera, a la que Sor Sagrario amó y dedicó su vida, quien, al llegar el momento, la hora de Dios, vino y la envolvió en su manto de madre y la presentó al trono de su Hijo Jesucristo.
En nuestra hermana se cumplió la vocación y misión de María Virgen que, con vistas a convertirse en la Madre del Hijo en el Espíritu Santo, se ofreció al Padre, haciendo de su vida una liturgia. También nuestra hermana Sagrario, aprendiendo de Ella la escucha fecunda, se convirtió en madre de Cristo para los que la rodeaban, viviendo todo para Él, con Él y en Él.
Querida hermana Sagrario: agradecemos profundamente a Dios el haber compartido contigo cada día de tu aventura evangélica, desde aquel lejano 1956 que ingresaste en La Laguna, viviste tu juventud y tus más profundos anhelos de santidad y fraternidad en medio de tantas hermanas, a las que amaste profundamente y las cuales ya, en su mayoría, te han precedido en feliz encuentro con Aquel que te desposó y te amó infinitamente; después de tantos años trascurridos en el santo servicio, todas tus hermanas presentes de esta tu fraternidad de santa Ana, agradecemos el exquisito trato y delicadeza, siempre dispuesta a disculpar y justificar y a dar las gracias por el mas mínimo servicio o gesto de atención que a ti te ofrecíamos.
Gracias querida hermana. Ve Segura y feliz al encuentro de tu Eterno Amor, intercede ahora por cada una de nosotras, para que un día, gocemos también nosotras de vivir en el gozo, de los que siguen al Cordero a donde quiera que va.