Pestaña

martes, 4 de mayo de 2021

Retiros de Fraternidad: Mayo

Salve, Señora, santa Reina, santa Madre de Dios, María,
virgen hecha iglesia (SalVM),
que desatas los nudos de nuestra vida
Provincia de la Inmaculada ofm

Ante la imagen de María “desatanudos”, comenzamos orando con la confianza con la que un niño se dirige a su madre:

María, nueva Eva, Madre de Cristo y madre de la Iglesia,

tú que aplastaste la cabeza de la antigua serpiente,
tú que al anuncio del ángel acogiste en tu seno al Salvador,
tú que en Belén diste a luz al Hijo de Dios,
tú que conservaste en tu corazón lo que no conseguías comprender,
tú que en Caná de Galilea pediste para nosotros el vino de la alegría,
tú que en silencio permaneciste junto a la cruz de Jesús,
tú que recibiste el Espíritu Santo en el cenáculo,
desata los nudos de nuestra miseria humana.

Desata los nudos de nuestros pecados,

los nudos de nuestro orgullo y de nuestra soberbia,
los nudos de la avaricia y la lujuria,
los nudos de la ira, la envidia y la pereza.
Enséñanos a amar a tu Hijo, como lo has amado tú.
Intercede por nosotros que somos pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amén.

 Aunque en la Liturgia de la Iglesia el tiempo mariano por excelencia es el Adviento, en la tradición y en la piedad católica el mes de mayo es considerado como un tiempo en el que, con especial intensidad, los cristianos fijamos en la Virgen María nuestra mirada y atención.

En este retiro vamos a tener presente a María, la Virgen, de modo particular en una advocación “nueva”, pero que cuenta ya con casi cuatrocientos años: “María, desatadora de nudos

 

Haciendo un poco de historia…

 Históricamente la devoción a “María Desatanudos” nació en Alemania a principios del siglo XVII: Aunque las noticias históricas sobre el hecho son poco detalladas, parece claro que en el origen de la devoción no hay ninguna aparición mariana, sino una historia relacionada con la vida cotidiana familiar. Wolfgang Langenmantel y Sophie Imhoff se casaron en 1612, pero pasados unos pocos años, el matrimonio entró en crisis, hasta el punto de que se plantearon la idea de la ruptura. Las discusiones y las incomprensiones mutuas hacían muy difícil que la convivencia pudiera mantenerse.

Antes de una separación definitiva, Wolfgang decidió peregrinar a pie hasta la vecina iglesia de Ingolstad, donde residía el jesuita Jakob Rem, famoso por su profundidad espiritual y su capacidad para el discernimiento. Ante la petición de ayuda dirigida por Wolfgang, el P. Rem decidió confiar el caso de este matrimonio a la intercesión de la Virgen; ambos se comprometieron a rezar intensamente por esta intención a la Madre de Dios.

En una capilla de la iglesia de Ingolstadt se encontraba una imagen de la Virgen de las Nieves, ante la que el P. Jakob Rem oraba pidiendo la gracia de la reconciliación de los esposos. Por su parte Wolfgang fue en peregrinación hasta Ingolstad durante cuatro sábados seguidos para colocar su matrimonio con Sophie a los pies de la Virgen María.

En poco tiempo la pareja experimentó los efectos positivos de la oración a Dios por medio de María; la situación de los esposos fue cambiando progresivamente hasta llegar a la mutua reconciliación y recuperar un clima sereno y feliz que se mantuvo hasta el final de sus días.

A propósito de este hecho se narra un acontecimiento sucedido al P. Jakob el 28 de septiembre de 1615. Ese día mientras oraba ante la imagen de la Virgen de las Nieves por Wolfgang y Sophie los nudos de una cinta se desataron milagrosamente y la cinta adquirió un color blanco resplandeciente. Se trataba, probablemente, de la cinta matrimonial de los cónyuges en crisis. En aquella época, en el transcurso de la ceremonia matrimonial, las manos de los contrayentes se unían con una cinta como signo de la unión indisoluble que se creaba entre ellos por medio del sacramento.

Según parece en cada discusión con el marido, Sophie había hecho un pequeño nudo en la cinta matrimonial; aquella cinta llena de nudos fue confiada por Wolfgang al P. Jakob para que la tuviera delante durante su oración.

Con la cinta en las manos, el jesuita oraba ante la imagen de la Virgen de las Nieves, diciendo: “Con este acto de devoción te elevo a ti la cinta del matrimonio, desata todos los nudos y extiéndela”. En ese momento los nudos se desataron milagrosamente y la cinta totalmente lisa recobró de nuevo el color blanco resplandeciente que tenía el día del matrimonio.

Pasaron los años y Hieronymus von Langenmantel (1666-1709), nieto de Wolfgang y Sophie, que llegó a ser canónigo en la iglesia de Sank Peter am Perlach en Augsburgo, dedicó una de las capillas de la iglesia a la memoria de su familia y encargó un retablo como ex voto para recordar el matrimonio de los abuelos, salvado gracias a la intercesión de la Virgen María. La obra la realizó entre 1699 y 1700 el pintor bávaro Johann Melchior Georg Schmidtner. En principio se decidió pintar una imagen del Virgen del Buen Consejo, pero el pintor quiso añadir algunos detalles que recordasen la historia de la familia Langenmantel y que tendremos en cuenta en la segunda parte del retiro.

Sólo en el siglo XX esta imagen mariana sale de los confines alemanes para darse a conocer en el resto del mundo. Fue el papa Francisco quien difundió la imagen. En 1986, estando en Augsburgo con el fin de completar su tesis de licenciatura sobre Romano Guardini, el jesuita Jorge Mario Bergoglio, visitó la iglesia de Sankt Peter am Perlach, atendida por sus hermanos de la Compañía de Jesús, y vio por primera vez aquella pintura de la Virgen María; conoció la historia y la devoción y decidió llevarse a Buenos Aires unas estampas, con la idea de reproducirla y darla a conocer en su patria. La imagen fue acogida con gran entusiasmo, de tal manera que desde Buenos Aires la devoción se difundió rápidamente, primero en otras ciudades argentinas y luego en otros países de América Latina.

 

 ¿Un milagro? Sí, pero sobre todo moral…

El relato de lo sucedido con la cinta matrimonial anudada de los esposos Wolfgang y Sophie está revestido, seguramente, de detalles legendarios. Es normal que así sea, después de cuatro siglos, especialmente en el caso de una devoción redescubierta hace sólo unas decenas de años.

El verdadero milagro sobre el que hay que fijar la atención, es el “milagro moral”, el de la reconciliación, el del perdón entre los esposos en proceso de separación. Allí donde el perdón se presenta como una empresa casi imposible para los seres humanos --atenazados tantas veces por el odio, el rencor, el resentimiento, y paralizados por el orgullo—, sólo la intervención del amor de Dios, que se hace presente frecuentemente a través de la materna intercesión de María, puede hacer posible la reconciliación. Con mucha facilidad el egoísmo hace que la persona viva para sí misma, haciéndola incapaz de abrirse para darse gratuita y completamente a los demás y esto acaba por aislarla y bloquearla totalmente.

Este es el “milagro moral”: Cristo, “nuestra paz”, abate el muro de separación que se levanta entre las personas, haciendo posible el perdón y la plena comunión. La victoria de Cristo sobre la muerte se manifiesta concretamente, en la victoria del amor sobre el odio, del perdón sobre la división (cf. Ef 2, 14). Es el milagro que resplandecía, como un hermoso testimonio, en las primeras comunidades cristianas donde, por la gracia del Espíritu Santo, todos vivían concordes sin que por eso desapareciesen las diferencias sociales, económicas, culturales… Viendo este nuevo modo de vida reflejado en las primeras comunidades cristianas, los paganos quedaban admirados y exclamaban: “Mirad cómo se aman […] y cómo están dispuestos a morir el uno por el otro (cf. Tertuliano, Apologeticum 39, 7). Por intercesión de la Virgen María, que desata los nudos que atenazaban su matrimonio, Wolfgang y Sophie consiguieron poner en práctica este amor y perdonarse mutuamente las mutuas ofensas recibidas.

 

Meditación ante el cuadro de “María, desatadora de nudos”


Vamos ahora a colocarnos con una actitud contemplativa ante este cuadro del que hay innumerables reproducciones en Internet.

La Virgen aparece representada en el cielo, entre los ángeles, intentando desatar los nudos de una cinta que le ofrece un ángel a su izquierda. Después de haber desatado los nudos, María pasa la cinta a otro ángel que se encuentra a su derecha.

La imagen recuerda evidentemente el milagro ocurrido el 28 de septiembre de 1615, cuando los nudos de la cinta matrimonial de desataron por intercesión de María, y subraya la importancia de la Virgen como mediadora desde dentro de la vida de la pareja.

La representación pictórica sigue la imagen descrita en el Apocalipsis: “Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza. Estaba encinta, y gritaba con los dolores del parto y las angustias de dar a luz (Ap 12, 1-2). María, la nueva Eva, aplasta con el pie la cabeza de la serpiente, cumpliendo así la profecía que encontramos en Gn 3, 15: “Ella te aplastará la cabeza, cuando tú la hieras en el talón.

La imagen de María está aureolada de claridad y envuelta en un amplio velo azul movido por el viento. En la Sagrada Escritura el Espíritu Santo se representa en ocasiones como brisa, soplo divino y viento fuerte. La Virgen María, presente en el momento de Pentecostés y colmada del Espíritu Santo, es representada envuelta por el viento del Espíritu, simbolizado también por la paloma blanca que vuela sobre su cabeza y, desde lo alto, preside toda la escena.

Suspendida entre el cielo y la tierra, María se presenta como “tabernáculo de Dios”. El Espíritu Santo actúa en ella y, por su acogida en la fe de las palabras del ángel (cf. Lc 1,38) la hace llena de gracia y Madre del Verbo.

La esposa inmaculada y el Espíritu Santo colaboran juntos, llevando a cabo la misión de ayudarnos a renacer a una vida nueva, liberados de todos aquellos “nudos” que la hacen triste y la convierten en oscura y desconsolada.

Se contrapone también la luminosidad del cielo con la oscuridad de la tierra. Sólo el arcángel Rafael aparece iluminado con esa luz que procede de Dios.

La Virgen no está inactiva. Sus manos, signo de actividad, están ocupadas en desatar los nudos de una cinta que, además del simbolismo inmediato relacionado con el matrimonio de Wolfgang y Sophie, nos hacen pensar también en la cinta de la vida de cada uno de nosotros y de la humanidad. María, asunta al cielo, no se desentiende de nosotros sino que sigue siendo la eficaz colaboradora de Jesús en la obra de la salvación del género humano. Por otra parte, su función maternal confiada al pie de la cruz por Jesús no cesa, al contrario se agiganta desde su posición junto a su Hijo. La imagen de María deshaciendo nudos recuerda la expresión de san Ireneo de Lyon († 202) quien, en su tratado Contra las herejías, afirma: “El nudo de la desobediencia de Eva lo desató la obediencia de María. Lo que Eva había atado por su incredulidad, María lo desató por su fe” (Adv. haer. 3,22,4; cf. CIC 494).

En la tradición bíblica, los ángeles, son servidores y mensajeros de Dios, instrumentos suyos para ayudar a los seres humanos en su camino. En el cuadro tienen un papel muy destacado. Junto a María y colaborando con ella tratan de resolver los problemas de los hombres y mujeres de una humanidad que camina, en no pocas ocasiones, desnortada; su misión es ayudarnos a llegar al destino que Dios nos ha preparado. Dentro del conjunto de ángeles que acompañan a la Virgen, destacan dos, uno de los cuales le alcanza una cinta con nudos pequeños y grandes, juntos y distantes: son la expresión simbólica del pecado y de los pecados que bloquean y paralizan nuestras relaciones con Dios, con los demás, con la creación y con nosotros mismos. En las manos de la Virgen se van desatando y soltando uno tras otro de manera que la cinta, que refleja la luz de la misericordia y de la sanación resbala hacia el otro ángel, el cual la muestra como diciendo: “Mira lo que María, por su intercesión es capaz de hacer. Confía en ella y deposita en sus manos tus angustias y problemas”.

En la parte inferior otro ángel se destaca, es el arcángel Rafael acompañando a Tobías, que tiene un pez en la mano y se encuentra con su perro. La historia la encontramos en el libro de Tobías, donde se narra la aventura de Tobías y Sara, unidos en matrimonio gracias a la intervención divina, manifestada en la presencia del ángel. Se subraya aquí, una vez más, que el matrimonio es querido y conducido a buen término por Dios, que manda a sus ángeles para ayudar a la pareja en su camino.

En la tradición apócrifa, Rafael, cuyo símbolo en la iconografía cristiana es el pez y un tarro con medicinas, es uno de los arcángeles que están siempre en la presencia de Dios cantando ininterrumpidamente sus alabanzas. En hebreo Rafael significa “medicina de Dios” o “Dios cura” y se contrapone al nombre del demonio Asmodeo (Tob 3, 17), cuyo nombre significa “el que hace morir”. Rafael es el ángel del amor matrimonial y el de la salud. Tanto en la Iglesia Católica como en la Ortodoxa es patrón de los jóvenes, de los novios, de los esposos, de los farmacéuticos, de los caminantes y peregrinos y de los prófugos.


En esta imagen descubrimos dos cosas: primero, que Dios escucha las oraciones de aquellos que en medio de sus aflicciones acuden a Él; segundo que los ángeles se presentan como instrumentos suyos para encontrar la solución a esos problemas (cf. Tob 3, 16). Se subraya así la confianza en presentar a Dios nuestras necesidades, el papel de los ángeles en nuestras vidas y cómo éstos nos ayudan en nuestro caminar, no exento de pruebas y dificultades.

Cuando miramos la combinación de luz y sombra en las vidas de Jesucristo y su Madre, estamos en una mejor posición para entender las alegrías y las tristezas en nuestra propia vida y en los eventos que acontecen en el mundo entero. Vemos tanta ira y frustración que nos rodean, que es fácil reaccionar negativamente, haciendo que los nudos en nuestra vida empeoren. Pero cuando los presentamos en la oración, poseemos la serenidad que nos permiten desatar los nudos en nuestra vida con tranquilidad. Mejor todavía, nos ayuda a permitir que Dios lo haga. Lo que la desobediencia ha atado en los nudos de pecado y egoísmo ha sido desatado por una fe como la de María. Debemos pedirle que interceda por nosotros para que podamos tener una obediencia perfecta como la de ella y, por lo tanto, por fe, ser liberados.

María, la que desata nudos representa el amor de la madre por sus hijos que sufren situaciones difíciles de afrontar y de resolver. Situaciones complicadas y con muchos nudos y enredos que desatar. Ciertamente ella nos ayuda en estas situaciones, pero lo hace contando con nosotros. Si nos dejamos guiar y acompañar por ella, nos enseña a poner manos a la obra, a poner en juego nuestras capacidades y esfuerzos para afrontar esas dificultades de la vida que se presentan como nudos, a veces irresolubles, y afrontarlas teniendo para con Dios, corazón de hijo, para con nosotros mismos, corazón de juez y para con el prójimo, corazón de hermano.

Con el amor incondicional de una Madre, e impulsada por el extraordinario poder de intercesión que tiene ante su Hijo Jesús, hoy se nos acerca María, la que desata los nudos de nuestra vida, toda hermosa, triunfante, resplandeciente y misericordiosa. Si se vuelve hacia nosotros, rodeada de la corte celestial, es para desatar los nudos de nuestra vida. Su amor es el amor del Hijo por todos nosotros, y es un amor inmenso. De hecho, María quiere que descubramos este amor que secará las lágrimas de nuestros ojos; con sus manos misericordiosas quiere desatar todos los nudos de nuestra vida, que son el origen de todas nuestras angustias. El Señor Jesús nuestro Salvador nos ha sido dado a través de ella; por su mediación se pueden desatar todos los nudos de nuestras vidas. ¿Y quién no tiene nudos en la vida?

Pero, ¿qué son estos "nudos"? Todos los problemas que llevamos muy a menudo a lo largo de los años y que no sabemos cómo resolver. Vamos a mirarnos a nosotros mismos; vamos a mirar nuestra fraternidad y la vida de la Provincia, pero vamos a salir también del ámbito de nuestra vida de hermanos menores, desarrollada en comunidad fraterna, para mirar a nuestro alrededor: ahí vemos los nudos de las peleas familiares, de las incomprensiones entre padres e hijos, de la falta de respeto, de la violencia; los nudos del resentimiento entre los esposos, de la falta de paz y alegría en la familia; los nudos de la angustia, los nudos de la desesperación de los esposos que se separan, los nudos de la disolución de familias, el dolor que provoca un hijo que toma drogas, que está enfermo, que se ha ido de casa o que se ha alejado de Dios; los nudos del alcoholismo, de nuestros vicios y de los vicios de aquellos que amamos; los nudos de las heridas causadas por otros, los nudos del resentimiento que nos atormenta dolorosamente; los nudos del sentimiento de culpa, del aborto, de las enfermedades incurables, de la depresión, del desempleo, de la injusticia y del racismo; los nudos del miedo y de la soledad; los nudos de la superstición y de la incredulidad, del orgullo, y de los múltiples pecados de nuestra vida.

La Virgen María quiere que todo esto se detenga. Hoy viene a nosotros, que le ofrecemos todos estos nudos, confiando en que los deshará uno tras otro. la Santa Madre de Dios, viene en ayuda de quienes piden su misericordia. El mundo entero estaba esperando un "sí" de su parte para ser liberado. Ella también hoy espera nuestro "sí" para hacerse nuestra Madre que "desata los nudos".

Dondequiera que pasa, María muestra su poder a favor de quienes recurren a ella, ofreciendo innumerables gracias. Ahora acerquémonos a ella. Contemplándola descubriremos que ya no estamos solos. Le querremos confiar nuestras ansiedades, nuestros nudos, confiando en que a partir de ese momento, todo puede cambiar.

¿Qué madre llena de amor no acude en auxilio de su hijo en dificultad cuando él la llama? Acudamos a María para renacer libres de nudos y poder cantar con ella: “Engrandece mi alma al Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha hecho obras grandes en y su nombre es santo” (Lc 1, 46).

Coloquémonos frente al cuadro de “María desatanudos” e invoquemos al Espíritu Santo; dejemos que sea Él quien nos hable y nos permita acrecentar nuestra confianza en la mediación maternal de quien es Madre de Dios y madre nuestra. Por la intercesión de aquella que es “omnipotencia suplicante” se irá desenredando la maraña de dificultades que entorpece en no pocas ocasiones nuestro caminar.

Vamos a concluir nuestro retiro con la oración a María Desatanudos compuesta por el papa Francisco, cuando era arzobispo de Buenos Aires:

Santa María, llena de la Presencia de Dios,

durante los días de tu vida
aceptaste con toda humildad la voluntad del Padre,
y el maligno nunca fue capaz de enredarte con sus confusiones.
Ya, junto a tu Hijo, intercediste por nuestras dificultades
y, con toda sencillez y paciencia,
nos diste ejemplo de cómo desenredar
la madeja de nuestras vidas.
Y, al quedarte para siempre como Madre nuestra,
pones en orden y vuelves más claros los lazos que nos unen al Señor.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra,
Tú que con corazón materno desatas los nudos que rodean nuestra vida,
te pedimos que nos recibas en tus manos
y que nos libres de las ataduras y confusiones
con que nos hostiga el que es nuestro enemigo.
Por tu gracia, por tu intercesión, con tu ejemplo, líbranos de todo mal.
Señora nuestra, desata los nudos que nos impiden nos unamos a Dios,
para que, libres de toda confusión y error,
lo hallemos en todas las cosas, tengamos en Él puestos nuestros corazones
y podamos servirle siempre en nuestros hermanos. Amén.