Fr.
Juan Carlos Moya Ovejero, ofm
Madrid, a 9 de agosto de 2019
Queridas hermanas, paz y bien
En nombre propio y de todos los hermanos de la Provincia
Franciscana de la Inmaculada nos unimos a todas vosotras en esta solemnidad del feliz tránsito
de Santa Clara al Reino de los cielos. Día muy señalado en el calendario
franciscano- clariano, como también lo ha sido la reciente solemnidad de Nuestra Señora de Los Ángeles, bajo cuyo amparo comenzaron nuestros padres
su andadura evangélica.
Fiados completamente de Dios, supieron
responder a lo que les pedía a cada uno de
ellos. Primero Francisco, a través de años de discernimiento
logró entender que la misión que Dios ponía en sus manos no era simplemente restaurar algunas ermitas
del entorno de Asís, sino reparar
la Iglesia en su corazón
herido. A tal fin contribuyeron los hermanos que se le unieron, como la misma Clara con su opción de vida contemplativa. Ella, conducida por la inspiración divina
y apoyada en la
palabra recibida de Francisco, hizo buena la profecía del fundador que la misma Clara recoge en su Testamento: «Venid y ayudadme en la obra del monasterio
de San Damián, porque aún ha de haber en él unas damas, por cuya vida famosa y
santo comportamiento
religioso será glorificado nuestro Padre celestial en toda su
santa Iglesia» (13-14).
Ella no temió a la inseguridad que venía dada por el hecho de vivir en el convento de San Damián, situado extramuros de la ciudad; tampoco se arredró ante la
posible falta de recursos derivada de su firme opción por la pobreza. Su opción radical fue
la que le expresa a Inés de Praga cuando le exhorta: “fija tu mente en el espejo de la eternidad, fija tu alma en el esplendor de la gloria, fija tu corazón en la figura de la
divina sustancia, y transfórmate toda entera, por la contemplación, en imagen de su divinidad, para que también tú sientas lo que sienten
los amigos cuando gustan la
dulzura escondida que el mismo Dios ha reservado desde el principio para quienes
lo aman (3CtaCl 12-14). Amar a Dios sobre todo, ser testigos del amor de Dios ante
este mundo, vivir la gratuidad
de una vida entrega a Dios… ¡Cuánta misericordia
recibiría Santa Clara de Dios
para devolvérsela tan colmada!
En estos tiempos de inseguridad,
de cambios, de adaptación a las nuevas circunstancias que nos vienen dadas por nuestra sociedad y por la misma Iglesia, la solemnidad de Santa Clara nos recuerda
nuevamente que lo fundamental en nuestra
vida es amar a Dios. No caben los temores ni las zozobras,
tampoco podemos dejarnos vencer por nuestros prejuicios. Creo que se nos pide discernir mucho, escuchar mucho, orar con insistencia y confiar en que Dios sabe lo que se hace con nosotros. Si en otros momentos hemos dicho que el Señor nos ha bendecido con abundantes vocaciones, ¿por qué no hemos de ver en este tiempo la bendición
de Dios en forma de un mayor discernimiento y una oportunidad renovada y fuerte para
la confianza plena en su gracia y no tanto en nuestras fuerzas?
Que el Señor os siga iluminando
con Su gracia, la que viene del Espíritu
Santo y hace nuevas
todas las cosas, y os colme de su alegría en este feliz día de la
bienaventurada Clara de Asís.
Recibid un abrazo
fraterno.
Fr.
Juan Carlos Moya Ovejero, ofm
Ministro provincial