Pestaña

jueves, 18 de abril de 2019

Felicitación de Pascua. Mtro. Provincial

Fray Juan Carlos Moya Ovejero o.f.m.

A los hermanos de la Provincia 

Conmemoración de la aprobación verbal
de nuestra Regla y Vida

   Queridos hermanos, paz y bien, y feliz Pascua de Cristo Resucitado.

   Deseo que todos os encontréis bien y que podáis vivir la Semana Santa con la intensidad que merece el misterio de la muerte y resurrección de Jesucristo. Sobrecogimiento y gozo es lo que podemos experimentar cuando miramos de frente a Jesús de Nazaret, entregando la vida para así constituirse en Señor de la vida. Lejos de esconderse de la injusticia a la que le someten los poderes de la época, Jesús entra de lleno en ella para redimirla desde dentro. 
La luz se abre paso en las tinieblas a través de la confianza inquebrantable en el Padre.La relación de Jesús con el Padre será su gran apuesta; por eso, el Papa Francisco decía en su homilía de este pasado Domingo de Ramos que Él (Jesús) sabe que, para lograr el verdadero triunfo, debe dejar espacio a Dios; y para dejar espacio a Dios, solo hay un modo: el despojarse, el vaciarse de sí mismo. Callar, rezar, humillarse. Con la cruz no se puede negociar, o se abraza o se rechaza. Y con su humillación, Jesús quiso abrirnos el camino de la fe y precedernos en él.

   Es cierto; este camino de la fe es comprometido, arriesgado, peligroso…, y no solo porque los poderosos nos puedan reclamar la vida, sino porque en nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos hemos de ir resituando nuestro “yo” en el “Tú” de Dios. La expresión más fuerte del despojo personal de Jesús quizá sea su oración en el huerto de Getsemaní (cf. Lc 22, 39-46).

   Solo quien está habitado por el Espíritu de Dios tiene el coraje de abandonarse en sus manos de forma incondicional. San Francisco nos recuerda en sus admoniciones una de las formas de discernir la presencia del Espíritu de Dios en nosotros: si, cuando el Señor obra por medio de él algún bien, no por eso su carne se exalta, porque siempre es contraria a todo lo bueno, sino que, más bien, se tiene por más vil ante sus propios ojos y se estima menor que todos los otros hombres (12,2-3). El motivo que mueve a San Francisco a realizar esta consideración a sus hermanos, creo que tiene como base la gran obra de misericordia que Dios realiza en él y la restitución de los bienes recibidos a su verdadero autor.

   Quien posee el Espíritu de Dios participa de la experiencia del Resucitado, y no solo eso, sino que vive como resucitado. Si bien no ha alcanzado la plenitud de los hijos de Dios, sí se siente bendecido por la fuerza de Dios que, contando con la originalidad personal, la conduce por el camino de su auténtico crecimiento. Así lo constatamos en Pentecostés: los discípulos reciben el Espíritu del resucitado, para perder el miedo al camino que Dios pone ante sí y lanzarse a una misión no exenta de dificultades, de caídas, de errores…, de cruz.

   Como a los discípulos de entonces, el Resucitado nos envía a nosotros, Hermanos Menores de la Provincia de la Inmaculada, su Espíritu para llevar la buena noticia a todos los pueblos (cf. Mt 28,19). Como entonces, a nosotros se nos reclama salir de nuestras seguridades existenciales, afectivas, pastorales, conventuales… y ponernos en el camino de la verdadera conversión. También se nos pide despojar al evangelio de cualquier tipo de adherencias que pretendan domesticarlo y que, en no pocos casos, vienen precedidas por ciertos tradicionalismos religiosos, por la fuerza de las ideologías, por los miedos a la sociedad o a nuestra propia realidad…

   Estamos siendo purificados en estos tiempos, y necesitamos seguir profundizando en esta purificación. En este proceso de purificación cuentan las estructuras institucionales, pero son mucho más relevantes las fraternas y las personales. El éxito de este proceso no radicará en nuestras fuerzas, sino en la del Espíritu. La única certeza con la que contamos para recorrerlo es la palabra que Jesús dio a sus primeros discípulos: que Él estará con nosotros hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28,20).

   El Espíritu de Jesús Resucitado nos lleve a acoger el evangelio en su esencia más genuina; nos ayude a acogernos a nosotros mismos sin miedos, para salir hacia aquellas personas que Dios pone en nuestro camino; nos impulse a mirar el futuro cPDFon la esperanza propia de aquellos que sienten su fuerza en la propia pequeñez y nos abra a la novedad de la misión de Dios, que nos conduce a ser vida para tantas personas que nos rodean.

   En este tiempo de Pascua, Jesús saluda con la paz a sus discípulos y provoca en ellos una alegría que no se puede describir. La paz y el gozo del encuentro con el Resucitado os colmen de felicidad y, junto a vosotros, a las personas que acompañáis

   Finalmente, os recuerdo que las Provincias de la CONFRES Santos Mártires de Marruecos de Portugal y Santiago de Compostela celebran sus Capítulos provinciales a partir del 22 de abril y del 29 de abril, respectivamente. Tened un recuerdo en vuestra oración por ellos. Con afecto fraterno.

  Madrid, a 16 de abril de 2019
Fray Juan Carlos Moya Ovejero, ofm
Ministro provincial