"Ama a aquel que es el Hijo del Altísimo, a quien dio a luz la Virgen, que después del parto siguió siendo virgen. Apégate a su dulcísima Madre, que engendró un tal Hijo, al que no podían contener los cielos, y Ella, sin embargo, lo acogió en el pequeño claustro de su vientre sagrado, y lo llevó en su seno de doncella". (3Cta Cl 17-19)
Queridas hermanas que vivís en la Iglesia y en medio del mundo el carisma de Santa Clara: El Señor os dé la Paz.
La forma de vida de la Orden de las Hermanas Pobres, instituida por el bienaventurado Francisco, es ésta: observar el Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, viviendo en obediencia, sin propio y en castidad (RCl I,1-2). Al igual que la Regla y vida de los Hermanos Menores, en la que este año se cumplen 800 años, nos llama a vivir el Santo Evangelio, que es Jesucristo, y a fijar nuestra mirada en quien por nosotros se ha hecho Camino (cf. TestCl 5), en la vida de Francisco y de Clara de Asís tenemos un espejo veraz en el que revisar lo que vamos viviendo y examinar si manifiesta o no aquello que hemos profesado.
Además, también en este año haremos memoria de los 800 años en que el hermano Francisco, deseoso de sentir y gustar el misterio de la Encarnación, celebró en Greccio aquella memorable eucaristía junto a un pesebre, donde dejó salir todas las emociones de contemplar al Dios hecho carne del seno de la Virgen María, y palpar que el camino de Dios para venir a nosotros pasa por la humildad y pobreza de Belén, que su santísima Madre siguió y ofreció al Rey de los cielos.
En la pequeñez, Dios se ofrece; en la ternura y fragilidad de un recién nacido, María nos invita a contemplar y amar a este Dios que, desarmado, se presenta ante nosotros y nos muestra la senda que lleva a la vida. De ahí que, tanto Francisco como Clara, su plantita, no deseen otra cosa que seguir el camino de la pobreza y humildad del Señor y su pobrecilla Madre.
¿Qué hacer para que nuestras vidas sean, para los hermanos y el mundo, fiel reflejo de Jesucristo, a quien nos hemos consagrado? Permitidme algunas pistas:
1. Despójate: vacíate totalmente de ti. Ya sabes cuántas veces todo gira en torno a ti, a lo tuyo y a los tuyos. Descéntrate de tus negocios, porque es Dios a quien te has consagrado y es a Él a quién eres llamada a acoger, contemplar y adorar.
2. Enraízate: donde faltan las raíces, son múltiples los cambios y pasamos de la alegría de ser para Dios a sentir el sinsentido de una vocación que ha olvidado cuidar la relación personal con él, de modo que esa oración, constante y sincera, sea la que nos lleve a revestirnos de Cristo y a olvidarnos de nosotros mismos.
3. Abrázate: a Cristo pobre como virgen pobre (cf. 2Cta Cl 18), porque has sido abrazada por el Dios despojado de todo; así, abraza tú la pobreza para asemejarte a quien por ti se manifestó ante el mundo despreciado, indigente y pobre para ser tu riqueza (cf. 1Cta Cl 19-20), estando vigilante para que no se nos apegue el deseo de acumular y centrar nuestra vida, no en Cristo, sino en los bienes temporales, que generan esclavitud.
4. Transfórmate: te has entregado al Señor y la contemplación te concede la oportunidad de dejar a un lado todo tu yo y ser imagen de Cristo, que desea hacerse visible a través de tu vida para que seáis espejo, unas para las otras, donde descubrir a Cristo.
5. Confíate: a Dios, el que te ha confiado esta forma de vida, y también a tu hermana, de modo que, con total confianza, una a otra sepa manifestar su necesidad y sepa amar y servir a su hermana espiritual (cf. RCl VIII, 15-16), de modo que evitemos todo ese cúmulo de quejas y murmuraciones para acoger el don de la hermana con la que el Señor nos llama a compartir esta forma de vida.
En nombre de los hermanos de la Provincia os expreso mi más profundo agradecimiento por tantas muestras fraternas que hablan del tesoro de compartir la misma forma de vida, llamados todos a centrar nuestra vida en Cristo, el Señor, y generar lazos de fraternidad, desde donde es posible vivir todo lo que conlleva nuestra consagración.
Que María Inmaculada, patrona de nuestra Orden y bajo cuya protección está nuestra Provincia, nos siga generando el deseo de amar a Dios, que se ha manifestado en su Hijo Jesucristo y, como su Madre, busquemos cada día vivir la altísima pobreza en la que brille el auténtico y único Amor.
Madrid, 8 de agosto
de 2023
Prot. N.º 071 / 2023