Estimadas Hermanas,
La memoria de la Madre Santa Clara este año coincide con el Octavo Centenario de la Regla bulada y de la Navidad en Greccio, una valiosa ocasión para resaltar tres puntos: el vínculo íntimo entre la Regla de Francisco y la de Clara; el misterio de la Encarnación, que nos ayuda a profundizar el carisma hoy, también gracias al trabajo de revisión de las Constituciones; el Centenario del Cántico Audite Poverelle, escrito por Francisco junto con el Cántico de las Criaturas en 1225.
La memoria de la Madre Santa Clara este año coincide con el Octavo Centenario de la Regla bulada y de la Navidad en Greccio, una valiosa ocasión para resaltar tres puntos: el vínculo íntimo entre la Regla de Francisco y la de Clara; el misterio de la Encarnación, que nos ayuda a profundizar el carisma hoy, también gracias al trabajo de revisión de las Constituciones; el Centenario del Cántico Audite Poverelle, escrito por Francisco junto con el Cántico de las Criaturas en 1225.
1. La Regla de Francisco y Clara
La Regla de Francisco y la de Clara comparten una raíz carismática común, que remite a la “forma vitae” original, dada por Francisco a Clara y a sus primeras compañeras poco después de su llegada a San Damián, como la misma Clara recuerda en su Testamento y que conserva como núcleo incandescente en el capítulo VI de su Regla. Por eso, la Regla de 1253 -veintisiete años después de la muerte de San Francisco- remite y al mismo tiempo desarrolla de manera original “la forma de vida y el modo de santa unidad y de altísima pobreza que, de palabra y por escrito, os dio vuestro bienaventurado padre San Francisco para que la observarais”[1].
A la base de la forma de vida de Santa Clara “en santa unidad y altísima pobreza” subyace su mirada contemplativa sobre la pobreza del Hijo de Dios. Este es el Evangelio vivo que Clara experimenta al “perder su vida”[2] tras las huellas de Cristo y de su Madre pobrecilla. Es dar un paso atrás sobre uno mismo, frente a un “don” de la gracia que nos precede y que es, como para Francisco, “la gracia de hacer penitencia... viviendo conforme a la perfección del santo Evangelio”?[3]
El espacio vivo en el cual recibir esta gracia es el “don” de las hermanas, en el cual ya no el individuo, sino toda la comunidad experimenta ese amor que comunica y une, en una sola vida, a los nacidos de Dios. El fruto de la aceptación incondicional por parte de todas las hermanas de este don que no viene de nosotros, sino de Dios, debe ser apreciado y vivido conservando “la unión del mutuo amor y de la paz”[4]. La comunidad vive entonces ese misterio de caridad que la hace encontrarse en el soplo más amplio de la Iglesia, que sigue siendo el sello y la garantía permanente de no apropiarse del don recibido.
Estamos en el corazón de esa “inspiración divina” que lleva a quienes son llamados a ella a “abrazar esta vida”, más que a un conjunto de preceptos y comportamientos. El Evangelio es la regla que marca el camino tanto a Francisco como a Clara, dando una nueva forma a toda su vida, gracias al “tener el Espíritu del Señor y su santa operación. Es el quien anima un camino siempre nuevo, que mantiene unidos el Evangelio y la vida, la Regla y las opciones cotidianas, grandes y pequeñas. [5]
El Espíritu del Señor es el vínculo interno más fuerte entre las dos Reglas y este año del centenario nos brinda la oportunidad de profundizar en ello.
A la base de la forma de vida de Santa Clara “en santa unidad y altísima pobreza” subyace su mirada contemplativa sobre la pobreza del Hijo de Dios. Este es el Evangelio vivo que Clara experimenta al “perder su vida”[2] tras las huellas de Cristo y de su Madre pobrecilla. Es dar un paso atrás sobre uno mismo, frente a un “don” de la gracia que nos precede y que es, como para Francisco, “la gracia de hacer penitencia... viviendo conforme a la perfección del santo Evangelio”?[3]
El espacio vivo en el cual recibir esta gracia es el “don” de las hermanas, en el cual ya no el individuo, sino toda la comunidad experimenta ese amor que comunica y une, en una sola vida, a los nacidos de Dios. El fruto de la aceptación incondicional por parte de todas las hermanas de este don que no viene de nosotros, sino de Dios, debe ser apreciado y vivido conservando “la unión del mutuo amor y de la paz”[4]. La comunidad vive entonces ese misterio de caridad que la hace encontrarse en el soplo más amplio de la Iglesia, que sigue siendo el sello y la garantía permanente de no apropiarse del don recibido.
Estamos en el corazón de esa “inspiración divina” que lleva a quienes son llamados a ella a “abrazar esta vida”, más que a un conjunto de preceptos y comportamientos. El Evangelio es la regla que marca el camino tanto a Francisco como a Clara, dando una nueva forma a toda su vida, gracias al “tener el Espíritu del Señor y su santa operación. Es el quien anima un camino siempre nuevo, que mantiene unidos el Evangelio y la vida, la Regla y las opciones cotidianas, grandes y pequeñas. [5]
El Espíritu del Señor es el vínculo interno más fuerte entre las dos Reglas y este año del centenario nos brinda la oportunidad de profundizar en ello.
2. El don del carisma, recibido y vivido hoy
En Greccio, Francisco quiso ver con sus propios ojos la penuria y la pobreza en la que nació el Hijo de Dios[6], que para Santa Clara se ha hecho para nosotros camino[7]. La Navidad en Greccio nos recuerda, por un lado, la plena humanidad de Jesús y, por otro lado, nuestra dimensión humana e histórica, en toda su seriedad. Aquí estamos en el corazón de una espiritualidad encarnada que también nos ayuda a inculturar nuestra fe y nuestros carismas. En Greccio, Francisco expresó el anuncio de la fe en la lengua del pueblo, creando una nueva cultura en la que la fe se expresó de una manera efectiva.
la que merece la pena este proceso de revisión. Hoy, cuando las dimensiones de vuestra Orden se extienden por los diversos continentes, con su riqueza de lenguas y experiencias, creo que es de vital importancia volver a describir juntos el núcleo del carisma de las Hermanas Pobres. El redescubrimiento de nuestros orígenes y de Al mismo tiempo, somos conscientes que al día de hoy el carisma clariano ha sido recibido y expresado en el mundo a través de tantas y diversas sensibilidades, ninguna de las cuales puede considerarse como una expresión completa y definitiva del mismo. De hecho, el carisma es un don del Espíritu, que se recibe de manera siempre nueva en contacto con la vida y las diferentes culturas.
Precisamente hoy se nos pide “mantener unido” lo esencial del carisma, que a todos une, junto a sus diferencias. Estamos en el corazón de la custodia mariana de la Palabra (palabras e historia) que es el núcleo teológico de forma vitae que Francisco entregó a Clara como restitución de lo que las había visto vivir a ella y a las primeras hermanas.
Esto nos asusta un poco, sin embargo, es un ejercicio importante y necesario para ser discípulos en este tiempo: una unidad que se achata es poco realista, al igual que la diversidad a toda costa, deliberadamente carente de un núcleo compartido, es perjudicial.
Todo esto es especialmente importante hoy en día. Efectivamente, corremos el riesgo de hacer una selección individual o comunitaria de ciertos elementos del carisma, creyendo que ya no son pertinentes o compatibles con nuestra mentalidad y con esta o aquella cultura. Existe también el riesgo de rigidez en otros puntos, absolutizando elementos secundarios en relación al centro. Estas posiciones existen entre las hermanas del mundo y por eso veo cómo en el proceso de revisión de las Constituciones es de vital importancia reconocer juntas lo que está en el corazón del carisma y, a la luz de esto, reconocer y delinear juntas las directrices para vivirlo en las nuevas y cambiantes condiciones de nuestro tiempo[8]. Se trata de aprender todavía a mantener unidos el carisma, don que nos une porque no lo inventamos, y la vida, que es siempre multiforme: viviendo el don recibido en el carisma, lo comprendemos mejor en el mundo de hoy, a través de un discernimiento efectuado en tres pasos, que vosotras ya conocéis:
la que merece la pena este proceso de revisión. Hoy, cuando las dimensiones de vuestra Orden se extienden por los diversos continentes, con su riqueza de lenguas y experiencias, creo que es de vital importancia volver a describir juntos el núcleo del carisma de las Hermanas Pobres. El redescubrimiento de nuestros orígenes y de Al mismo tiempo, somos conscientes que al día de hoy el carisma clariano ha sido recibido y expresado en el mundo a través de tantas y diversas sensibilidades, ninguna de las cuales puede considerarse como una expresión completa y definitiva del mismo. De hecho, el carisma es un don del Espíritu, que se recibe de manera siempre nueva en contacto con la vida y las diferentes culturas.
Precisamente hoy se nos pide “mantener unido” lo esencial del carisma, que a todos une, junto a sus diferencias. Estamos en el corazón de la custodia mariana de la Palabra (palabras e historia) que es el núcleo teológico de forma vitae que Francisco entregó a Clara como restitución de lo que las había visto vivir a ella y a las primeras hermanas.
Esto nos asusta un poco, sin embargo, es un ejercicio importante y necesario para ser discípulos en este tiempo: una unidad que se achata es poco realista, al igual que la diversidad a toda costa, deliberadamente carente de un núcleo compartido, es perjudicial.
Todo esto es especialmente importante hoy en día. Efectivamente, corremos el riesgo de hacer una selección individual o comunitaria de ciertos elementos del carisma, creyendo que ya no son pertinentes o compatibles con nuestra mentalidad y con esta o aquella cultura. Existe también el riesgo de rigidez en otros puntos, absolutizando elementos secundarios en relación al centro. Estas posiciones existen entre las hermanas del mundo y por eso veo cómo en el proceso de revisión de las Constituciones es de vital importancia reconocer juntas lo que está en el corazón del carisma y, a la luz de esto, reconocer y delinear juntas las directrices para vivirlo en las nuevas y cambiantes condiciones de nuestro tiempo[8]. Se trata de aprender todavía a mantener unidos el carisma, don que nos une porque no lo inventamos, y la vida, que es siempre multiforme: viviendo el don recibido en el carisma, lo comprendemos mejor en el mundo de hoy, a través de un discernimiento efectuado en tres pasos, que vosotras ya conocéis:
- la escucha de la Palabra de Dios, contenida en las Escrituras y en la vida personal, comunitaria y social, escucha afinada por la oración continua en un clima de silencio e interiorización progresiva;
- la vida fraterna como espacio de conversión continua, para verificar las opciones realizadas, en un camino de revisión de vida cada vez más evangélico;
- el reconocimiento de las opciones a las que hay que atreverse en la vida sencilla y escondida de cada día, así como en los momentos más importantes, para traducir el Evangelio en vida. Particularmente, hoy es necesario trabajar en la inculturación del carisma clariano: veo varios ejemplos de ello en mis visitas a las hermanas de todo el mundo, ciertamente queda mucho camino por recorrer.
Vosotras vivís todo esto en la elección voluntaria y libre de permanecer en un espacio “reducido”, incluso físicamente, renunciando a la red de relaciones y servicios que requiere un tipo de vida apostólica. Este elemento paradójico y precioso expresa el carisma clariano en su adhesión a la vida humilde y pobre del Hijo amado y de su Madre pobre. En este espacio “estrecho”, aprendéis a escuchar, vivís en comunión fraterna y aprendéis a ver con ojos nuevos la realidad en la que estamos inmersos, reconociendo el paso de Dios en el claroscuro de las opciones humanas. Todo esto se convierte en una intercesión continua en favor del mundo, al que Dios ama con locura.
Os propongo estos elementos esenciales, que considero vitales en el trabajo de las Constituciones para seguir hoy los pasos de la vida pobre de Cristo y de su Madre en la Iglesia, según las características de esa realidad que la Iglesia llama vida “integralmente contemplativa”. Es una vida unificada por la escucha orante de la Palabra de Dios, para permanecer laboriosamente vigilantes en la espera de la venida del Reino y anunciarlo con la humilde fuerza del amor que se entrega hasta el final. Es una profecía que necesita la Iglesia peregrina en el mundo, para seguir “mostrando” el rostro de Dios a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, sedientos de él de distintas maneras.
Os propongo estos elementos esenciales, que considero vitales en el trabajo de las Constituciones para seguir hoy los pasos de la vida pobre de Cristo y de su Madre en la Iglesia, según las características de esa realidad que la Iglesia llama vida “integralmente contemplativa”. Es una vida unificada por la escucha orante de la Palabra de Dios, para permanecer laboriosamente vigilantes en la espera de la venida del Reino y anunciarlo con la humilde fuerza del amor que se entrega hasta el final. Es una profecía que necesita la Iglesia peregrina en el mundo, para seguir “mostrando” el rostro de Dios a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo, sedientos de él de distintas maneras.
3. Audite, poverelle dal Signore vocate
El tercer punto sobre el cual pido dar atención este año es la preparación del centenario del cántico que san Francisco compuso e hizo interpretar “con canto, para consuelo y edificación de las damas pobres, porque sabía que estaban muy afligidas a causa de su enfermedad”[9].
En 1225, después de componer el Cántico del Hermano Sol durante su estancia en San Damián, Francisco entregó las palabras del Audite, poverelle a Clara y a las hermanas pobres de San Damián, junto con todas las que vendrían después.
He recibido con gran satisfacción la noticia de que en los números de vuestra revista de enlace internacional podrán profundizar a lo largo de dos años en el cántico tanto en su conjunto como en sus partes. Me parece una iniciativa muy oportuna.
Francisco lo compuso en el momento posterior a los estigmas y precisamente en San Damián, donde sufrió mucho físicamente y al mismo tiempo experimentó un íntimo consuelo del espíritu, que parecía llegarle casi como fruto de la oración y del afecto de las hermanas, que le llegaban incluso a través de los muros del claustro que ahora lo separaban de ellas.
Después de las heridas de Francisco en el Alvernia, Clara empezó a enfermarse. Tal vez participe de un modo misterioso en esa pasión de amor y dolor que él intentó balbucear en una canción.
Podemos recorrer los últimos años de la vida del Poverello en compañía de Clara y sus hermanas, desde la Regla hasta la Navidad en Greccio, desde los Estigmas hasta el Cántico del Hermano Sol y el Audite, Poverelle, cantos que nos abren a la Pascua de Francisco, así como también al eco que todo ello tuvo ciertamente en el corazón de Clara y sus hermanas.
El Audite, Poverelle comienza con el recuerdo de vuestra llamada - por el Señor llamadas) en la diversidad de orígenes y culturas (que de muchas partes y provincias habéis sido congregadas)
La invitación es a vivir siempre en la verdad, libres de ataduras[10] que atenazan el corazón, para poder vivir en la obediencia del amor, el corazón del seguimiento de Cristo pobre.
Francisco invita de nuevo a las hermanas a cuidar su interioridad (No miréis la vida de fuera, porque la del espíritu es mejor) para una verdadera vida capaz de discreción, es decir, conducida en continuo discernimiento espiritual.
Nos parece escuchar un eco de los sufrimientos físicos de Francisco en su invitación a soportar la fatiga de la enfermedad en paz, la de las Bienaventuranzas. Por este camino, cada hermana será reina en el cielo coronada con la Virgen María, imagen de la Iglesia.
Queridas Hermanas, os confío estas reflexiones mientras os preparáis a vivir el Tránsito de la Madre Santa Clara y su nacimiento al cielo. Sea ésta una ocasión para adherirnos de nuevo a la alianza que el Señor estableció con nosotros en Cristo y nos confirmó con la Regla; una ocasión para reunirnos en torno a lo esencial del carisma para este tiempo y para hacer nuestro el canto de alabanza y bendición de Francisco en un tiempo difícil para él, como muy difícil es para nosotros el tiempo que estamos atravesando.
Recordémonos unos a otros en nuestras oraciones de alabanza e intercesión y cuidémonos mutuamente en nuestra vida según el Evangelio, la verdadera perla preciosa que el Señor nos ha confiado en la Iglesia para el bien del mundo.
Con la Bendición Seráfica, os saludo fraternalmente con afecto.
Asís a 2 de agosto de 2023
Fiesta del Perdón de Asís
En 1225, después de componer el Cántico del Hermano Sol durante su estancia en San Damián, Francisco entregó las palabras del Audite, poverelle a Clara y a las hermanas pobres de San Damián, junto con todas las que vendrían después.
He recibido con gran satisfacción la noticia de que en los números de vuestra revista de enlace internacional podrán profundizar a lo largo de dos años en el cántico tanto en su conjunto como en sus partes. Me parece una iniciativa muy oportuna.
Francisco lo compuso en el momento posterior a los estigmas y precisamente en San Damián, donde sufrió mucho físicamente y al mismo tiempo experimentó un íntimo consuelo del espíritu, que parecía llegarle casi como fruto de la oración y del afecto de las hermanas, que le llegaban incluso a través de los muros del claustro que ahora lo separaban de ellas.
Después de las heridas de Francisco en el Alvernia, Clara empezó a enfermarse. Tal vez participe de un modo misterioso en esa pasión de amor y dolor que él intentó balbucear en una canción.
Podemos recorrer los últimos años de la vida del Poverello en compañía de Clara y sus hermanas, desde la Regla hasta la Navidad en Greccio, desde los Estigmas hasta el Cántico del Hermano Sol y el Audite, Poverelle, cantos que nos abren a la Pascua de Francisco, así como también al eco que todo ello tuvo ciertamente en el corazón de Clara y sus hermanas.
El Audite, Poverelle comienza con el recuerdo de vuestra llamada - por el Señor llamadas) en la diversidad de orígenes y culturas (que de muchas partes y provincias habéis sido congregadas)
La invitación es a vivir siempre en la verdad, libres de ataduras[10] que atenazan el corazón, para poder vivir en la obediencia del amor, el corazón del seguimiento de Cristo pobre.
Francisco invita de nuevo a las hermanas a cuidar su interioridad (No miréis la vida de fuera, porque la del espíritu es mejor) para una verdadera vida capaz de discreción, es decir, conducida en continuo discernimiento espiritual.
Nos parece escuchar un eco de los sufrimientos físicos de Francisco en su invitación a soportar la fatiga de la enfermedad en paz, la de las Bienaventuranzas. Por este camino, cada hermana será reina en el cielo coronada con la Virgen María, imagen de la Iglesia.
Queridas Hermanas, os confío estas reflexiones mientras os preparáis a vivir el Tránsito de la Madre Santa Clara y su nacimiento al cielo. Sea ésta una ocasión para adherirnos de nuevo a la alianza que el Señor estableció con nosotros en Cristo y nos confirmó con la Regla; una ocasión para reunirnos en torno a lo esencial del carisma para este tiempo y para hacer nuestro el canto de alabanza y bendición de Francisco en un tiempo difícil para él, como muy difícil es para nosotros el tiempo que estamos atravesando.
Recordémonos unos a otros en nuestras oraciones de alabanza e intercesión y cuidémonos mutuamente en nuestra vida según el Evangelio, la verdadera perla preciosa que el Señor nos ha confiado en la Iglesia para el bien del mundo.
Con la Bendición Seráfica, os saludo fraternalmente con afecto.
Asís a 2 de agosto de 2023
Fiesta del Perdón de Asís
Fr. Massimo Fusarelli, ofm
Ministro general
Prot. 112368/MG-46