Pestaña

jueves, 10 de agosto de 2023

Carta de la Madre Presidenta en la Solemnidad de Santa Clara

A TODAS LAS HERMANAS DE LA FEDERACIÓN

 

“Considerar, amadas hermanas, los inmensos dones que Dios ha derramado sobre nosotras”

            En el nombre del Señor comienzo a escribir esta carta con motivo de la celebración de la Solemnidad de nuestra hermana y madre Clara de Asís. En primer lugar, quiero felicitaros por el don de nuestra vocación de hermanas pobres de Santa Clara dando gracias al Señor por cada una de vosotras.

 Juntas agradecemos porque entre los múltiples dones que hemos recibido y diariamente recibimos del que nos da con esplendidez, el Padre de las misericordias (2Cor 1,3), y por los que mayormente debemos dar gracias al mismo Padre glorioso, está el de nuestra vocación, pues cuanto más perfecta y mayor es, tanto más es lo que le debemos a Él”[1] Hemos sido llamadas por el Señor a vivir esta forma de vida y no acabaremos nunca de vivirla en profundidad, pero siempre estaremos en deuda ante tanta gracia recibida del Señor. Podíamos exclamar a cada paso ¡Me ha tocado un lote hermoso!  ¡Que “suerte” hemos tenido con esta forma de vida a la que hemos sido llamadas!  Sí, tengamos la certeza de que nos ha tocado un lote hermoso. 

 “El Dios que dijo brille la luz en el seno de la tiniebla, ha brillado en nuestros corazones para que nosotros iluminemos dando a conocer la gloria de Dios reflejada en Cristo”[2].

 A nosotras nos toca vivir en los tiempos de la nueva creación, de la vida inmortal. Con Cristo Resucitado, Dios ha encendido en nuestros corazones la luz de su Espíritu por medio de Clara de Asís, luz que llega hasta nosotras.  Cuando vivimos según la forma de vida de las hermanas pobres, en nuestra vida resplandece su rostro glorioso. Él es la imagen viviente de Dios entregado como verdad al mundo; y nosotras, por gracia, su reflejo. Él es el hombre nuevo, por quien Dios Padre convoca una nueva humanidad. Nosotras somos sus discípulas y servidoras. Y estamos llamadas a iluminar, en este mundo lleno de tanto sufrimiento, incertidumbre y desesperanza.

 Desde nuestra fragilidad, podemos constatar que nuestra vida ha sido un don y por lo tanto nace en nosotras el más profundo agradecimiento.

 La mayoría de nosotras ya podemos mirar atrás, y vamos teniendo memoria, el Señor ha ido pasando por nuestra historia y no nos ha abandonado nunca. ¿Qué más podemos pedir para seguir confiando en El? En momentos difíciles que ahora podemos estar viviendo, ya podemos echar la mirada atrás para ver como Él ha salido siempre garante en el seguimiento, y como al final, siempre me he encontrado entre sus brazos y con la fuerza de su Espíritu he podido seguir adelante. Con Dios amar es agradecer. Con el agradecimiento el corazón crece en libertad, se crece porque se agradece el ser amada por gracia, y se espera porque sabemos que El crea vida de la muerte. En el cielo los elegidos cantan la alabanza agradecidos.

 Las hermanas, que ahora están dando los primeros pasos en el seguimiento, pueden recibir de nosotras, sus hermanas, esa vida que llena de gratitud, ejerce una atracción especial y deja un mensaje en sus corazones: ¡Esta vida merece la pena vivirla, porque veo como mi hermana, aunque hayan pasado los años vive agradecida! ¿No es importante el detenerme para mirar mi vida con gratitud?  Quizá una clave pueda estar en reconocer tanto bien como he recibido, talentos, defectos –que afortunadamente me hacen humana y vulnerable–; historias –en las que he aprendido tanto–; trabajos y descansos, palabras prestadas que me han hablado del Señor, proyectos –aunque no siempre hayan salido bien–; sueños, mis hermanas de fraternidad, un techo y un plato caliente cada día –que tantos querrían–; y el Evangelio como un canto que atraviesa mi vida, y que se va encarnando en mis entrañas. Vivir agradecidas es cultivar la gratitud como una manera particular de relacionarnos con la vida, y con la Fuente de la vida.  La gratitud no es meramente un buen sentimiento. Por el contrario, el vivir agradecidas es lo opuesto a la apatía, que nos impide disfrutar del bien y buscar soluciones al mal.

Te invito a este despertar de nuevo a nuestra Vocación con agradecimiento a la vida, a sus regalos y desafíos, y a formar juntas una Fraternidad de hermanas que Viven Agradecidas. El deseo de Dios para cada una, ha sido siempre encontrar un lugar donde podamos desplegar la vida, donde seamos felices, aun contando con nuestro pecado y fragilidad humana. Hoy en día es el drama de muchas personas en nuestro mundo, no encontrar un lugar donde poder desplegar su vida y echar raíces. Esta invitación nos habla sobre todo de un lugar interior, donde me acojo y donde soy capaz de hacer un hogar para todos.

 “Mira atentamente y Considera”

 Aun siendo nuestra forma de vida una vida que debería estar repleta de momentos de gratuidad, muchas veces simplemente “pasamos” por ella, sin detenernos a aprovechar lo que ella nos ofrece. “¡Mira atentamente y considera!”, nos diría Clara, porque la mayoría de las veces este presente significa la oportunidad de disfrutar de las cosas positivas, y sin embargo solemos pasarlo por alto. Y si por el contrario el presente nos depara situaciones dolorosas, injustas o conflictivas, tenemos la oportunidad de hacer algo al respecto: aprender de ellas, buscar soluciones, cambiar aquello que necesita un cambio. Solo pasamos una vez por la vida y no se va a repetir por eso queremos vivirlo con el mayor gusto, sentido y con la mayor plenitud que sea posible, porque estamos comprobando que “Grande y admirable intercambio es, en verdad, dejar lo temporal por lo eterno, ganar el cielo a costa de la tierra, recibir el ciento por uno y poseer la bienaventurada vida eterna”[3]

 “Dichosos vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen”. Quizá se nos está llamando a pasar de la distracción a una atención reverente ante la vida, con la mirada que el Señor nos va enseñando a tener. Hay que estar atentas para recuperar el sabor de las cosas, porque muchas veces realmente miramos, pero no vemos; oímos, pero no escuchamos porque nuestros sentidos están distraídos, embotados, mirando hacia otro lado y a lo mejor cegadas para lo esencial:  El rostro de la hermana, y el del pobre nos pasa desapercibido, la prisa, el hacer y la eficacia toman posesión también de nuestras vidas.

 Nuestra sociedad tecnificada lleva a las personas a estar constantemente ocupadas en algo, también nos puede pasar a nosotras, aprovechar el tiempo todo lo que podamos, constantemente haciendo cosas, no levantamos la vista, para mirar y respirar, y podemos vivir haciendo pequeñas pausas, pero no hay momento para ello, “tenemos mucho que hacer”. Constantemente nos vemos reclamadas por el afuera y el centro de la persona se pone en la capacidad de consumir y rendir y el afán por la eficacia apaga en nosotras la gratuidad y sin gratuidad no hay dicha posible. También nos ayuda el mirar la naturaleza y vemos su gratuidad, la alegría del ser, en todo lo que vive, ese amor de Dios que está constantemente vibrando.

 Démonos tiempo para mirar y contemplar, que es la invitación que Jesús hace a Marta de Betania, nos gustaría estar en todo lo que pasa, no estamos enteras en lo que vivimos, así estaba Marta con cierto descontento comparándose con María, “Marta, Marta una sola cosa es necesaria” disfrutar de lo que haces, gusta de mi presencia contigo. Sentir el amor de Jesús en su casa, porque si no ella se pierde ese amor.

         Disfrutar lo que hacemos, las cosas hay que hacerlas, pero en las cosas hay que encontrarnos, ¿Cómo estoy en lo que hago? Caminar en una vida atenta y reverente. Sé que lo intentamos y que lo sabemos, pero también sé que necesitamos recordárnoslo.

 “Después de que el Altísimo Padre celestial se dignó, por su misericordia y su gracia, iluminar mi corazón para que hiciera penitencia”

                Cuantas veces nos sentimos insatisfechas con nosotras mismas y queremos cambiar algo de nuestra psicología, de lo que hemos vivido, y nos agobiamos pensando que no cumplimos lo que prometimos al Señor.

           Nos preguntamos cómo Nicodemo, ¿Cómo voy a cambiar mi vida? ¿Cómo voy a resanar mi vida? ¿Quién de nosotras no arrastra insatisfacciones, situaciones, miedos, inseguridades?  muchas veces somos nosotras mismas las que no nos aceptamos a nosotras mismas.  Y se trata de aprender a vivir mi vida tal como es con luces y sombras y recibirme en ese espacio de bendición que Dios me ofrece y sentirme llena de gratitud por haber sido creada y pensada por El, pero de una manera especial como “hermana pobre de santa Clara”.

 Zaqueo también debió experimentar esto en la mirada de Jesús, tenía un yo profundo disminuido muy tocado por las voces negativas que llegan de fuera y dentro. Jesús le ofrece antes de nada su acogida incondicional y el deseo de que se encuentre de un modo nuevo. ¡Déjame que tengo muchas ganas de estar contigo!

 Necesitamos recibirnos desde esta mirada de Dios que me ama como soy, no como tenía que ser. Y es que llevamos en nosotras esa necesidad de culpabilizarnos o culpabilizar a las otras, porque tengo el juez y el cuidador dentro de mí. Hay que bajar el volumen a este que se fija en lo que está mal y nos deja culpabilizadas, con la sensación de que no estamos bien, si esa voz es fuerte en nosotras, entonces sale también en nuestra manera de ser con las demás y ocuparé el lugar del juez en vez del cuidador y haré sentir culpables a mis hermanas. El Espíritu es el cuidador, que cuida la vida de parte de Dios. Acogerme en la mujer completa que soy, con mis cosas buenas y con las que hago daño, con mis cuartos luminosos y oscuros. Necesitamos acogernos y abrazar a esta persona completa que somos, Dios trabaja siempre en lo que soy, y pone nuestra vida ante Él y es lo mejor que nos puede pasar, aunque todo esté desordenado. Esa parte de trigo y cizaña, de luz y sombras que somos, forma parte de lo humano y necesitamos abrazar nuestra realidad humana que nos va a constituir hasta el final. Desde aquí surgirá la alegría.

 “Y amándoos mutuamente por la caridad de Cristo, mostrad exteriormente con las obras el amor que interiormente os tenéis”

            Necesitamos tanto los momentos de gratuidad para disfrutar del encuentro con la hermana, para hacerla sentir valiosa, no buscando aprovechar el tiempo con ella sino buscando celebrar su existencia en mi vida, para que pueda sentir desde mi presencia, que aquí estoy para ella y porque ella me importa. Cuando vivimos verdaderos encuentros brota una alegría sencilla, así lo hemos experimentado tantas veces en nuestra vida. Hay que seguir haciéndolo hermanas, porque hoy en día incluso podemos correr el peligro de vivir más pendientes de lo que tengo que hacer, que del rostro y necesidad de las hermanas.

 Es cierto que la mayoría de las hermanas llevamos mucho camino recorrido juntas, pero también es bueno caer en la cuenta de cómo nos expresamos el afecto entre nosotras. Escondemos espontaneidad, dulzura y quizá nos atrevemos a expresar el cariño con las mayores, pero ¿y con el resto de las hermanas…? Dentro de cada una hay más miedos y necesidades de lo que pensamos, y todas somos mucho más amorosas de lo que nos mostramos. Solo con nuestra mirada podemos amarnos o arañarnos. Preocuparnos por las otras nos hace felices, muchas veces estamos mal y cuando ayudamos a alguna hermana, volvemos de otra manera. Solo el amor, el cariño de las hermanas nos puede sanar, ¡tantas veces lo hemos experimentado así! La amabilidad, el interés por las demás nos trae siempre el contento.

 La posibilidad de expresar el afecto de forma espontánea y despenalizada es lo que Jesús quiere liberar. Él quiere desbloquear la fuente del amor en nosotras, esto es lo que Jesús hace en la mujer de Samaría que iba a buscar el agua a mediodía porque no quería encontrarse con nadie, y Jesús que la espera afectivamente desajustada quiere desbloquear la fuente del amor en ella, lo primero que hace es pedirle, y así la hace sentir valiosa y valida su vida, y esto ayuda a la mujer a abrirse, siente ella que tiene algo bueno que dar. Podemos pasar temporadas que no hay agua, parece que se nos seca la fuente y no paramos para que la vida se repare. Es preciso decirnos que dentro hay una fuente que Jesús quiere abrir, a veces en momentos pequeños en pequeñas cosas que de pronto nos emocionan y nos damos cuenta que la fuente está abierta. Al final esta mujer de Samaria sale corriendo con la fuente abierta al encuentro con los demás. Siempre que hay alegría nos hace correr a buscar a los demás, la alegría es contagiosa no podemos celebrar solas. La vida que nos trae Jesús es una vida solidaria y justa donde cuidamos unos de otros.

Y finalizo esta carta como la empecé, agradeciendo la fidelidad del Señor para con nosotras. Él ha sido bueno en momentos difíciles porque su gloria es grande y ha manifestado que es Dios precisamente abajándose y fijándose en el humilde y rechazando al soberbio. Oímos hablar de Dios cuando éramos niñas y ahora hemos comprobado que se quedaron muy cortos en cuanto nos decían:

 ¡Tú promesa ha superado tu fama Señor!

             Con Clara, nuestra hermana y madre te deseo:

Gózate, siempre en el Señor…  queridísima, 11 y no dejes que te envuelva amargura ni tiniebla alguna, oh señora amadísima en Cristo (3 Cta Cl 9).

             Recemos unas por las otras.

             Un abrazo fraterno de vuestra hermana y servidora.

hna. Isabel Cobo Jiménez, ohp

Presidenta Federal