Pestaña

lunes, 3 de octubre de 2022

Carta del Ministro y Definitorio General a toda la Orden en la solemnidad de San Francisco

«…A
todos mis hermanos, predicadores, orantes, trabajadores
tanto a los clérigos como a los laicos»   
San Francisco, 1R XVII, 5

 

Estimados Hermanos y Hermanas,
¡El Señor os dé la paz!

Las palabras de San Francisco que hemos elegido como título de esta carta ofrecen una síntesis precisa de la identidad de la Orden tal cuál como Francisco la quiso: una comunidad compuesta por hombres que en su vida cotidiana realizan diversas actividades, al mismo tiempo que cultivan profundamente su pertenencia a la gran familia de la Iglesia de Jesús.

A pesar de la diversidad de sus ministerios, están unidos por la vocación común de ser hermanos, es decir, por la elección de vivir la relación con el otro siempre como una llamada de Dios que “dice y obra alguna vez en ellos y por ellos buenas palabras y obras” (1R XVII, 6), rechazando así la lógica de apropiarse o esclavizar al otro a las propias necesidades o deseos.

Este año, en la fiesta de San Francisco, queremos comentar con vosotros el Rescripto del Papa Francisco del 18 de mayo de 2022, que admite a los hermanos laicos al servicio del gobierno[1]. Compartimos la alegría de este paso que la Iglesia ha dado, gracias a un largo camino de estudio y petición por parte de nuestra Familia y otros Institutos. Este mensaje se dirige a los Hermanos Menores, a las hermanas contemplativas y a toda la Familia como memoria del carisma común.

 

El Evangelio vivido en fraternidad

La vocación y la misión de Francisco lo llevaron a que hiciera resonar en la sociedad y en la Iglesia de su tiempo la llamada a la fraternidad como el fruto más verdadero de la Pascua de Jesús. Todo en él nace de la sorprendente revelación que nadie ha sido olvidado por el amor misericordioso del Padre, que nos recibe a todos como hijos amados: sanos y leprosos, ladrones y brigantes, Papas y sultanes, caballeros e indigentes…

La vida y las palabras de Jesús indicaron a Francisco la meta a la cuál debía aspirar y la fraternidad fue el camino que le permitió seguir a Jesús. Verdaderamente la Regla y vida de los Hermanos Menores es vivir y guardar fielmente “el santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, en obediencia, sin propio y en castidad”. El centenario de la aprobación de la Regla que conmemoraremos en 2023 busca ayudarnos a volver hacia el corazón de nuestra identidad, junto con la alegría de la Encarnación que también celebraremos en 2023 con el octavo centenario de la Navidad en Greccio.

De la misma manera la fraternidad es para nosotros el espacio donde hacemos experiencia de la vida nueva según el Evangelio y se experimenta esa armonía que solo puede darse desde la multiplicidad de varios instrumentos musicales. De este modo, somos profecía de una humanidad fiel al diseño original del Creador.

 

La disminución numérica de los frailes laicos

Aun así, la armonía en la diversidad es una realidad que debe acogerse como un don, como fruto de la vida y Pascua de Jesús, que hay que cuidar y cultivar con esmero. En el momento histórico que estamos viviendo, nos parece que cuidar el don de la fraternidad significa también compartir nuestra preocupación por la disminución en el número de hermanos laicos al interno de la Orden, que es mayor en términos porcentuales que el número de hermanos clérigos[2].

Si la disminución general de la Orden nos obliga a reflexionar sabiamente, como nos ha pedido el Catulo General del 2021, la de los hermanos laicos es un signo que debe preocuparnos. Nuestra Fraternidad parece le cuesta custodiar esta diversidad de ministerios que la caracteriza desde sus orígenes. Francisco entendió su fraternidad como algo diferente, casi alternativo respecto a la vida monástica o canónica; hoy nos cuesta entender la originalidad de esta forma de vida.

¿Corremos el riesgo acaso de convertirnos en una comunidad de ministros ordenados que se remiten a una Regla, considerada sobre todo como una herramienta de organización digna de la vida comunitaria, en lugar de una provocación continua para diseñar formas siempre nuevas de vida fraterna según el Evangelio?

La situación es naturalmente diversa en las diferentes áreas donde está presente la Orden; con todo, estamos convencidos que se trata de una cuestión que va al corazón de nuestra vocación, y por lo tanto interroga a todos los frailes.

De modo particular, todo esto constituye un llamado a nuestra propuesta de formación. De hecho, lo que nos une es que todos somos hermanos, no primordialmente sacerdotes. Nos hace bien redescubrirlo una y otra vez y proponer desde la formación permanente y la inicial que la primera vocación de cada uno de nosotros es ser hermano menor. En este camino es donde podremos volver a apreciar el gran regalo que es la realidad de los hermanos laicos y presentarlo con más convicción en nuestra propuesta vocacional.

 

Algunas reflexiones

En esta situación de disminución, nos ha llegado una señal positiva del Papa Francisco, que en su citado Rescripto reconoce la participación de todos los hermanos en la vida, misión y gobierno de la fraternidad viene determinada por compartir el mismo carisma. No es sólo una cuestión de “derechos” y de poder, sino de carisma e identidad. A partir del don de este Rescripto Pontificio, parece oportuno desarrollar algunas reflexiones más.

1) La vida consagrada en el primer milenio cristiano era fundamentalmente de naturaleza laica.

A lo largo de la historia, desde los primeros siglos de la era cristiana, la vida consagrada nace, de hecho, del deseo de vivir el Evangelio de una forma más radical, conduciendo a una opción que orienta la existencia entera de los hombres y mujeres que se sienten llamados a ella, hombres y mujeres que son y permanecen laicos. Por supuesto, no se trata de mirar con nostalgia a un pasado ya muy lejano; de hecho, también hay que tener en cuenta que en la Iglesia latina surgieron comunidades religiosas de tipo clerical y que esta tendencia también marcó a las Órdenes más antiguas. La historia es compleja, pero no nos exime de preguntarnos ahora si entre nosotros el deseo totalizante de «vivir según la perfección del santo Evangelio» como hermanos sigue siendo tan vivo como para orientar nuestras opciones personales y fraternas para el futuro y. por lo tanto decisivo respecto a una identidad clerical, que siempre corre el riesgo de absorber la vocación de los hermanos menores.

Por lo demás, pensemos bien en ello: San Francisco no era sacerdote y es precisamente en él donde encontramos una raíz fundamental de nuestra identidad. San Francisco, en relación con los sistemas jerárquicos y estratificados de la sociedad y de ciertas instituciones de la Iglesia y de la vida religiosa de su tiempo, pensó en los “hermanos menores” como hombres llamados a realizarse en la misma familia a través de un código de comunión fraterna enraizado y fundado en la caridad y la minoridad. Dicho ideal implicaba un desafío permanente a la máxima familiaridad entre los hermanos, a la igualdad, teológica y jurídica, en el signo del amor cristiano, del respeto, del servicio y de la obediencia mutua.[3]

Es por ello que nos sentimos muy cercanos al aliento que anima el Rescripto del Papa Francisco, este es una gran inspiración para revitalizar hoy la intuición original de nuestra vocación. A la luz de todo esto, confesamos nuestro temor de que en el mundo no pocos candidatos a nuestra vida se sientan atraídos más por el estado clerical que por la vida de hermanos menores. O que no saben distinguirlos con claridad. Además, nuestro sistema de formación no inspira ni apoya mucho esta conciencia, como tampoco lo hace el perfil y la actividad de la mayoría de nuestras fraternidades y presencias, muy marcadas por el ministerio presbiteral. Esto podría explicar el hecho que más de la mitad de los hermanos clérigos que abandonan nuestra fraternidad ingresan en el clero diocesano[4], declarando, en rminos muy claros, que se sienten más sacerdotes que hermanos menores. Es urgente cambiar el rumbo.

2) La vocación laical dentro de nuestra fraternidad es valiosa sobre todo porque es memoria viva de la dimensión sacerdotal inherente a la consagración bautismal, que es en la raíz de la consagración religiosa. Todo creyente, en virtud de su bautismo, está llamado a participar en el único y perfecto sacrificio de Cristo, no sólo a través de la celebración sacramental, sino, sobre todo, mediante la entrega de la propia vida por el bien de los hermanos: éste es el verdadero culto según el Espíritu[5]  que todo bautizado, clérigo o laico, debe presentar a Dios.

La relación con Dios, de este modo, no se convierte en una ocupación entre otras que llenan mi jornada, sino que es la orientación básica la cual ordena y unifica el resto de las actividades que estoy llamado a realizar, sean clericales o laicas. «Que cada cual ponga al servicio de los demás los dones que haya recibido, como buenos administra- dores de las diversas gracias de Dios… Así, Dios será glorificado en todo por Jesucristo»[6].

3) Por último, la reflexión sobre la presencia de los hermanos laicos en nuestra Orden puede convertirse también en una invitación a tomar conciencia de la responsabilidad que, como discípulos de Francisco, tenemos hacia toda la comunidad eclesial. En este momento histórico difícil, caracterizado incluso en la Iglesia por turbulencias, inquietudes, resistencias y reivindicaciones, la llamada que une sin contraposiciones a clérigos y laicos en el seno de nuestra fraternidad podría convertirse también en un estímulo para soñar con una Iglesia en la que se realiza verdaderamente la palabra de Cristo: «Pero no actuéis así vosotros, pues el mayor entre vosotros ha de ser como el más joven, y el que gobierna como el que sirve»[7]. Estas son las palabras que inspiraron a Francisco a nombrar su fraternidad: hermanos menores, es decir, personas que sienten el deseo de servir porque han experimentado que el Señor se ha puesto primero a su servicio. Nos parece esta una llamada urgente que nuestro tiempo nos dirige a quienes llevamos ese nombre: ¿no deberíamos ser hoy testigos de una comunidad en la que nadie razone como «los reyes de las naciones... y los que tienen poder sobre ellas»[8]? La Iglesia necesita urgentemente el testimonio desinteresado de hombres y mujeres que muestren con sus vidas que es posible vivir como hermanos y hermanas, no como competidores o adversarios. Sólo este testimonio puede cortar de raíz toda forma de clericalismo (ya sea de clérigos o de laicos), toda presión social, pretensión de dominio o de superioridad sobre los hermanos, toda visión miope que considera la diversidad de las vocaciones como una amenaza para la vida bien ordenada de la organización eclesial.

 

Los congresos de hermanos laicos

Como Definitorio General, confiamos en que los congresos de hermanos laicos a nivel de Conferencia y el internacional de 2025, solicitado por el Capítulo General de 2021, serán lugares y ocasiones preciosas para esta reflexión, con la revisión que haremos y el relanzamiento de nuestra vocación integral que esperamos.

Para esto invitamos a preparar y a vivir con convicción estos encuentros. Desde aquí podemos acoger la oportunidad que el Papa Francisco nos ofrece para llamar a otros hermanos al gobierno de la Orden: es una provocación para replantearnos y para cambiar radicalmente de mentalidad y abrirnos al futuro que el Espíritu ya está suscitando entre nosotros.

Queridos hermanos y hermanas, que la celebración de la fiesta de nuestro padre y hermano San Francisco nos ayude a volver al corazón de nuestra vocación, a hacer una unidad en nuestras vidas entorno al núcleo incandescente de la llamada del Señor.

Nos ayude a no dejar apagar la flama del carisma bajo el peso de las desilusiones y cansancios; que reavive para esto la llama de la vida y la fe, los dones más grandes que hemos recibido.

Con este espíritu, saludamos a todos y cada uno de nuestros hermanos peregrinos y forasteros en todo el mundo, deseando con la bendición de San Francisco que vivan el Evangelio con alegría, caminando tras las huellas del Señor Jesús en este tiempo difícil y bendito, permaneciendo en el camino con los hombres y mujeres de buena voluntad de hoy.

 Un saludo fraterno

 Roma, Curia General a 17 de septiembre de 2022

 

 Fr. Massimo Fusarelli, ofm
Ministro Generale
 Fr. Ignacio Ceja Jiménez, OFM
Vicario Generale
 

DEFINITORI GENERALI

 

Fr. Jimmy Zammit, OFM                                   Fr. Cesare Vaiani, OFM

 

Fr. Joaquin Echeverry, OFM                              Fr. César Külkamp, OFM

 

Fr. Albert Schmucki, OFM                         Fr. Victor Luis Quematcha, OFM

 

Fr. John Wong, OFM                        Fr. Konrad Grzegorz Cholewa, OFM

 

Prot. 111649                                                                                       VER PDF



[1] Ver https://press.vatican.va/content/salastampa/it/bollettino/pubblico/2022/05/18/0371/00782.html.

[2] Cf. Nuestra vocación entre abandonos y fidelidad, Curia General OFM, Roma 2019, nº 3 .1-2, p. 11-14.

[3] Cf. La identidad de la Orden franciscana en su momento fundacional. Documento de la Comisión Inter- franciscana «para el estudio de la Orden Franciscana como “Instituto Mixto”» (Mayo de 1999) Enchiridion OFM II, nn. 3629-3630.

[4]  Cf. Nuestra vocación entre abandonos y fidelidad, Curia General OFM, Roma 2019, nº 3 .4, p. 14.

[5] Cf. Rm 12, 1

[6] 1Pt 4, 10. 11b

[7] Lc 22, 26.

[8] Cf. Lc 22, 25.