Fray Joaquín Zurera Ribo, OFM
Ministro Provincial
«Amad siempre a Dios, amad vuestras almas
y las de todas vuestras hermanas, y sed siempre
solícitas
en observar lo que prometisteis al Señor.
El Señor esté siempre con vosotras
y que vosotras estéis siempre con Él. Amén.
(Ben Cl 14-16)
Madrid, 5 de agosto de 2022
A todas las Hermanas Pobres de Santa Clara: El Señor os dé la Paz.
El Padre de las Misericordias quiso confiarnos el proyecto de vida evangélico para marcar la senda a seguir en el seno de la Iglesia. Así lo descubrió Francisco, y así también lo asumió Clara, su plantita. Sólo una vida centrada en Dios, enraizada en el Hijo de Dios, que por nosotros se ha hecho Camino (cfr. TestCl 5), da sentido a nuestra consagración, que no se mide por las propias fuerzas (hay mucho de debilidad y flaqueza), sino por esa gran misericordia que el buen Dios derramó con el Espíritu Santo sobre nuestros corazones, para invitarnos al seguimiento de su Hijo amado.
Este don recibido requiere por nuestra parte una respuesta constante y valiente, tomando en serio la iniciativa que viene de Dios y buscando en todo momento vivir agradecidos la llamada e ir gastando nuestra vida, en el día a día, para servir a las hermanas desde esa presencia que todo lo llena y que hace nuevas todas las cosas.
De ahí que haya querido yo buscar en la Bendición de santa Clara a las hermanas las claves que deseo compartir con vosotras, en los umbrales de esta gran solemnidad en el calendario de nuestras Órdenes.
Amar, sí, a fondo perdido, seducidas y cautivadas por el Señor, el que ha venido a habitar entre nosotros y que ha renunciado a sí mismo para darnos la Vida eterna. Amar a Dios, pero no solo de palabra, sino con una actitud de entrega apasionada, reconociendo que somos deudores suyos y que nuestra vida es un continuo restituir a Él todos los bienes que nos ha confiado.
Amarnos en nuestra propia realidad, donde hay mucho de fragilidad, de miseria, de tibieza y de pecado, pero siempre dejando resonar en nosotros que el mismo Dios, conociéndonos mejor que nosotros mismos, nos ha escogido y llamado, y a vosotras se os ha confiado el gran tesoro de llevar adelante esta forma de vida en el seno de la Iglesia.
Amar también a la hermana, donde se hace realidad cuánto es el auténtico amor a Dios. Es terreno sagrado, ante el que hay que descalzarse, para sentir lo que ella siente y dejar a un lado todo juicio, desprecio y crítica y, a cambio, aprender a cuidar relaciones auténticamente fraternas, pues nuestra vida la hacemos junto con las hermanas, y no se nos olvide que vienen de Dios y que Él nos las ha confiado.
Y frente a la tentación de buscar una “rebaja” en nuestra consagración, seamos fieles, entregadas, apasionadas, con pronta solicitud para responder al querer de Dios y buscar así lo que a Él le agrada. Esto significa renunciar a nuestra vida cómoda y fácil, para vivir la exigencia del Evangelio, el proyecto que se nos ha confiado y que lo vivimos con el Señor, que está en nosotros y nos acompaña. Sólo hace falta que también sepamos estar con Él y liberarnos, por tanto, de todo aquello que pueda aprisionarnos y apagar nuestra entrega.
Gracias por vuestra fraternal cercanía a los hermanos y por acompañar las vivencias de nuestra Provincia. Sigamos compartiendo el don de la vocación y hagamos vivas y creíbles nuestras fraternidades.
Que María Inmaculada, patrona de nuestra Orden y Provincia, nos siga llevando a Dios y nosotros nos dejemos confiar en sus manos.
Prot. N.º 102 / 2022
Fdo: Fray Joaquín Zurera Ribo, OFM
Ministro Provincial
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