Fray Juan Carlos Moya Ovejero, Ofm
Queridos hermanos y hermanas, el Señor os dé la paz.
Somos deudores de Dios, reconocemos su gran generosidad, pues «nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones…» (Efesios 1,3). Esta bendición alcanzó la vida de Francisco de Asís quien, tras unos años de experiencia según la forma de vida del Santo Evangelio, compuso la Regla no Bulada para los Hermanos Menores en el año 1221. Nos hallamos, por tanto, ante el octavo centenario de un escrito que, a decir los entendidos en la materia, «más que una regla sería el idearium de una fraternidad evangélica que desea expresar su propia y personal experiencia» (BAC, 106). Cuánto bien nos hace releer los escritos de nuestro hermano y padre Francisco de Asís, de manera particular este en el que, además de las pautas jurídicas propias de una Regla, vuelca el corazón para confesar su fe con tanta sencillez como hondura: «Te damos gracias porque, así como nos creaste por tu Hijo, así también, por el verdadero y santo amor con que nos amaste, hiciste que él, verdadero Dios y verdadero hombre, naciera de la gloriosa siempre Virgen beatísima santa María, y quisiste que nosotros, cautivos, fuéramos redimidos por su cruz y sangre y muerte» (RnB 23,3).
La palabra de Dios y la mirada agradecida a nuestro carisma nos sitúan con esperanza ante este tiempo que sigue marcado por el coronavirus. Escuchar y orar los relatos de la pasión de Jesucristo nos lleva a contemplar con fe renovada la asombrosa noticia de la fuerza de la vida. La cruz encierra la novedad de la glorificación de Jesús anunciada por Él a sus discípulos en el mismo momento en que declara a uno de ellos traidor y predice la negación de otro (cf. Juan 13,21-38). El reverso de la historia asumido con esperanza da paso a la realización del sueño de una nueva humanidad en la que cuenta cada pequeño gesto, palabra y acción para su consecución. Lejos de recrearnos en la fatalidad de este mundo, los franciscanos anunciamos la vida que late en esta realidad dura. El profesor Luis González-Carvajal nos recuerda, en este sentido, que «los primeros cristianos interpretaban las enfermedades como pruebas que permiten manifestar la fe y ejercitar la caridad», y acudiendo a la novela de Guzmán de Alfarache, extrae una frase que resulta alentadora para nuestro tiempo: «No hay mal tan malo que de él no resulte algo bueno» (Sal Terrae, abril 2021, 25.332).
Deseando poder celebrar el Capítulo provincial los días 10 al 15 de mayo, renovamos nuestra confianza en Dios. La resurrección de su Hijo nos impulsa a elevar nuestra oración de súplica al Padre para decirle una vez más con Francisco de Asís: «Concédenos por ti mismo a nosotros, míseros, hacer lo que sabemos que quieres y querer siempre lo que le agrada, a fin de que, interiormente purificados, iluminados interiormente y encendidos por el fuego de tu Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y llegar por sola tu gracia, a ti, Altísimo, que en perfecta Trinidad y en simple Unidad vives y reinas y eres glorificado, Dios omnipotente, por todos los siglos de los siglos. Amén» (CtaO 50-52).
Feliz Pascua de Resurrección. Recibid un abrazo fraterno.
Madrid, a 3 de abril de 2021