Pestaña

jueves, 25 de diciembre de 2025

Carta del Ministro General por Navidad

A todos los Hermanos Menores de la Orden
A las Hermanas contemplativas de nuestra Familia
A las Hermanas de la TOR y a los hermanos y hermanas vinculados a nuestra Orden


Estimados hermanos y hermanas,

Que el Señor les dé la paz!

Esta Navidad de 2025, mientras llega a su fin el Jubileo de la Esperanza que el Papa León XIV clausurará el 6 de enero de 2026, y mientras nos acercamos a la conmemoración del beato Tránsito de Francisco en la Porciúncula el 3 de octubre de 1226, deseo compartir con ustedes un mensaje de esperanza que surge al contemplar el misterio de la Encarnación, tal y como Francisco lo vivió y nos lo transmitió.

 
EL DESEO DE FRANCISCO:
VER Y TOCAR EL EVANGELIO

Su mayor deseo era vivir el Evangelio. Y en Greccio quiso «de alguna manera contemplar con sus propios ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno» . Quiso ver como Jesús «nació por nosotros de camino» , pobre y desnudo, al igual como Francisco quiere ir «desnudo al encuentro del Señor» .

Greccio y la memoria siempre actual del Evangelio, vivido sine glossa mediante la Regla, inauguraron en 2023 la celebración del VIII Centenario Franciscano. Esta memoria se inscribió en la carne de Francisco con las llagas y lo abrió, por inspiración divina, a la belleza de ese Cántico de alabanza al que invitó a todas las criaturas, para reconocer al Altísimo y buen Señor, fuente de todo bien.

En esta Navidad de 2025, iluminada por la esperanza, el Centenario se abre ya al de la Pascua de Francisco en su encuentro con la muerte, cantada como hermana.

En este camino, Clara acompañó los pasos de Francisco con discreción y profundo amor: desde el tiempo que el mismo Francisco pasó en San Damián componiendo el Cántico de las criaturas y el Audite, Poverelle, hasta aquel acto supremo de ternura con el cual Clara, junto con sus hermanas, recibirá y besará el cuerpo llagado de Francisco mientras lo conducen a la sepultura. Un gesto de custodia no solo de su cuerpo, sino también de su viva memoria carismática.

Al igual que Francisco, Clara también cantó al misterio del Niño que nació pobre. En sus Cartas a Santa Inés de Praga invita a contemplar la pobreza de Jesús: 

«Considera, digo, el principio de este espejo, la pobreza de Aquel que es puesto en un pesebre y envuelto en pañales. ¡Oh admirable humildad, oh asombrosa pobreza! El Rey de los ángeles, el Señor del cielo y de la tierra es acostado en un pesebre» . Clara contempla a María, «Virgen pobre», que dio a luz al Hijo de Dios sin disponer de aquellas cosas que un niño necesita al nacer, y nos invita a seguirla «en la imitación de las huellas de Jesucristo pobre y humilde» , a hacerse «despreciable por Él en este mundo»  como Él se ha hecho despreciable por nosotros.

 
EN LA MEMORIA VIVA
DE LOS ÚLTIMOS AÑOS DE FRANCISCO

Los últimos años de la vida de Francisco retoman su camino y nos lo transmiten como una narración contemporánea, capaz de inspirarnos aún hoy.

La Navidad de este año nos llega con la riqueza de esta memoria y con la invitación a continuar con nuestra vida la narración de lo que el Señor hizo en el hermano Francisco y sigue haciendo en nosotros.

El 10 de enero de 2026, una vez concluido el ciclo navideño, inauguraremos como Familia Franciscana el Centenario del Beato Transito de Francisco. Lo haremos juntos en la Porciúncula, donde él mismo quiso encontrarse con la hermana muerte, rodeado de sus hermanos, de fray Jacoba y de numerosas alondras que acompañaron su último vuelo.

 
EL MENSAJE DE NAVIDAD:
UNA NARRACIÓN DE GRACIA

El mensaje navideño que dirijo a todos ustedes, estimados hermanos y hermanas, es aún, obstinadamente, el de la esperanza.

Encuentro un eco de ello en esa narración única que es el Testamento de Francisco, escrito precisamente en vísperas de su encuentro con la hermana muerte. Este texto encierra, como un cofre precioso, la confesión de Francisco, que reconoce la iniciativa de Dios presente en los momentos cruciales de su vida: desde el encuentro misericordioso con los leprosos, hasta el encuentro con la Iglesia, el don de los hermanos, el saludo de paz, la vida según el Evangelio.

Deseo a todos y a cada uno que esta Navidad pueda convertirse también para nosotros en narración de cuanto el Señor ha hecho por nosotros.

Permaneciendo en el camino, sobre todo en compañía de los pequeños y de los pobres y de tantos hombres y mujeres de buena voluntad, podemos no solo ver y contemplar al Señor en el misterio de su carne presente entre nosotros, sino dejar que se inscriba en nuestra carne y nos conforme y transforme en Él gracias al Espíritu del Señor.

¿No es acaso esta la experiencia de Francisco en el Alverna con los estigmas, de la cual también hemos hecho memoria en estos años?

DEJAR QUE LA NAVIDAD
SE INSCRIBA EN NUESTRA CARNE

Que la Navidad se inscriba en nuestra carne y no nos dé tregua en el sentido de recordarnos el centro al que volver siempre: Jesucristo. ¡En Él podemos estar como hijos ante el rostro del Padre, animados por el Espíritu! Fuera de este centro, ¿no quedaría acaso incomprensible o al menos muy reducida la memoria del Pobrecillo?

Les deseo una feliz Navidad, que nos haga tocar y ver nuevamente la carne de Jesús, desde el misterio de su encarnación hasta el encuentro con los demás, en el anuncio incansable del perdón y de la paz.

Que esta Navidad, todavía en la memoria de Francisco, hombre de reconciliación y de esperanza, sea un tiempo en el cual cultivar la paz con gestos concretos, sin cansarnos de rezar incesantemente por ella. Recordemos en particular Tierra Santa, encrucijada dramática y providencial de los caminos de tantos hombres, y junto con ella Ucrania, el Este del Congo, Myanmar, Haití y cuántas otras tierras atormentadas por conflictos.

Con mis fraternos deseos para la Navidad del Señor, colmado de su paz para todos y para el mundo, mientras nos preparamos para abrir el centenario de la Pascua de Francisco.

Con la Bendición de San Francisco, los saludo fraternalmente. Hermano y siervo de todos ustedes.

Roma, Italia, a 14 de diciembre de 2025
III Domingo de Adviento - Gaudete

Fr. Massimo Fusarelli, OFM
Ministro general


Prot. 114831/MG-208-2025