Pestaña

domingo, 11 de agosto de 2024

Carta del Ministro Provincial por la Solemnidad de Sta Clara

A las Hermanas Pobres de Santa Clara de esta circunscripción
Sus sedes

 «Dichosa, en verdad, aquella a la que se le ha dado gozar de este sagrado banquete,  y apegarse con todas las fibras del corazón a Aquel cuya belleza admiran sin cesar todos los bienaventurados ejércitos celestiales; cuyo amor enamora, cuya contemplación reanima, cuya benignidad llena: Él es el esplendor de la gloria, reflejo de la luz perpetua y espejo sin mancha» (4Cta Cl 9-11.14)

 Queridas hermanas que vivís en la Iglesia y en medio del mundo el carisma de Santa Clara: El Señor os dé la Paz.

Los 800 años de la impresión de las llagas con que el Señor honró a nuestro padre san Francisco en el monte Alverna, van de la mano con la experiencia honda y profunda del Pobrecito que se engloba en las Alabanzas al Dios Altísimo, una oración que sintetiza esa huella  marcada en su corazón por el Tú de un Dios que es la razón y el porqué de su vida.

Escribe Celano en la Vida primera de Francisco que el «venerable padre fue marcado con el sello de la pasión y cruz en cinco partes de su cuerpo, como si hubiera estado colgado de la cruz con el Hijo de Dios» 1Cel 90). Y en la biografía de santa Clara dice lo siguiente: «Le embriagan vehementemente las lágrimas de Cristo paciente, y la memoria le reproduce continuamente a aquel a quien el amor había grabado profundamente en su corazón» (Legenda Sanctae Clarae 30).

Esas llagas, impresas en el cuerpo de Francisco, contempladas y amadas por Clara, pues el Amor con mayúsculas es la marca específica que sintetiza toda su vida, hacen posible, no simplemente la meditación asidua de las cinco llagas del Señor, sino a rezar de continuo el Oficio de la Pasión compuesto por Francisco (cf. LegSC 30) y a sólo anhelar el vivir con total autenticidad el seguimiento que lleva a la senda de la Salvación. Su único deseo es poder contagiar en las demás (a sor Inés de Praga, con quien tiene una relación epistolar, y a las mismas hermanas del monasterio) el anhelo de estar totalmente adheridas a Aquel que ha seducido el corazón y hace de la propia vida un espacio donde ejercitar la contemplación que llena de serenidad, de paz y de alegría a quien a Él ha consagrado su vida.

Hoy sois vosotras las que continuáis ese itinerario en el seno de la Iglesia; y, juntamente con vosotras, nosotros los que hemos recibido tan gran legado que espera una respuesta apasionada y fiel a tan gran proyecto. Por eso, dejemos que sean Francisco y Clara quienes nos hablen y de algún modo nos confronten en el momento actual que vivimos:

1. Tú eres el bien, el todo bien, el sumo bien (AlD 3) y a Él se te concede, hermana, adherirte con todas las fuerzas del corazón. Pero no puedes disociar tu oración de tu vida, no puedes alimentar una contemplación que no te forje interiormente para vivirte y sentirte hija y que, a la vez, cambie el corazón para que las marcas del Amor queden arraigadas en ti.

2. Tú eres el amor, la caridad, tú eres la humildad, tú eres la paciencia (AlD 4) que hace posible que el amor, el Tuyo, enamora y cuya benignidad llena: el que ha dejado impresas las llagas en su siervo Francisco es quien también te llama a descubrir tu condición de hermana, que, marcada por la contemplación del Amor entregado, eres capaz de acoger y asumir  las heridas de cada uno (las propias, las de cada hermana y las de la humanidad)  para que nuestra vida sea creíble y auténticamente fraterna, pues ¿qué contemplación se vive cuando no abrimos el corazón a la hermana, al hermano?

3. Tú eres el gozo y la alegría, tú eres nuestra esperanza (AlD 5), cuya benignidad llena: en Jesús está tu alegría y tu esperanza, la que deja paz en tu corazón y la que envuelve en la concordia a toda la fraternidad. A veces hay ánimos cambiantes, tiempos de excesos de palabras y otros de silencios que resuenan más que las palabras. Y en todo momento, lleva contigo la gran pregunta para tu vida: ¿en dónde está Cristo?

4. Tú eres nuestra vida eterna, grande y admirable Señor (AlD 7), reflejo de la luz perpetua y espejo sin mancha: por tanto, recuerda que es la marca de Cristo quien te abre a la eternidad y que tú eres llamada, desde una vida de pobreza, minoridad y obediencia, a dejar manar la Luz que viene de lo alto y a mostrar, más con tu vida que con tus palabras, a quien es el único Señor de nuestras vidas, el Dios menor, pobre y humilde, manifestado en Belén y en el Calvario.

 Gracias, hermanas, en nombre de los hermanos de esta Provincia de la Inmaculada Concepción, pues son múltiples los detalles que hablan de nuestros lazos de fraternidad en los que siempre somos llamados a crecer y a compartir. Y gracias por ese faro luminoso que son vuestros monasterios para recordarnos quién es el único Absoluto de nuestra vida.

Que María Inmaculada, patrona de la Orden, nos mueva a saborear las marcas de quien, despojado todo, todo entero se nos dio y diariamente se nos sigue dando en la mesa del altar.

Madrid, 9 de agosto de 2024

Prot. N.º 077 / 2024


 

Fdo.: Fray Joaquín Zurera Ribó, OFM
Ministro provincial