Pestaña

viernes, 9 de agosto de 2024

Carta de Madre Presidenta por la Solemnidad de Sta Clara

 A TODAS LAS HERMANAS DE LA FEDERACIÓN

 Queridas hermanas con nuevo gozo celebramos el día de nuestra hermana y madre Clara de Asís. Este año pido con más fuerza al Señor por nosotras, para que los acontecimientos vividos con nuestras hermanas de Belorado, no sean motivo de desánimo, ni obstáculo en nuestro camino.

Que el amor del Señor sea lo que nos siga moviendo a vivir en fidelidad creativa nuestra vocación y lo que siga originando en nosotras, el mostrar al mundo la belleza del Evangelio y el don de vivirlo según la forma de vida de las hermanas pobres de Santa Clara.

 En estos momentos, como sabemos, la Iglesia camina desde el sinodalidad.

La sinodalidad indica la específica forma de vivir y obrar de la Iglesia Pueblo de Dios que manifiesta y realiza en concreto su ser comunión en el caminar juntos, en el reunirse en asamblea y en el participar activamente de todos sus miembros en su misión evangelizadora.

En Cristo, luz de todas las gentes, somos un único Pueblo de Dios, llamado a ser signo e instrumento de la unión con Dios y de la unidad del género humano[1].

Pienso que tenemos una misión muy determinada en este caminar de la Iglesia: Cuando hablamos de caminar juntas, de discernir juntas, no es algo que estemos inventando, es algo que el Espíritu santo está suscitando en la Iglesia, porque solas no podemos seguir adelante.

Los últimos acontecimientos que han sido dolorosos para toda la familia franciscana, son un signo que expresa que no podemos separarnos de nuestra familia, el pueblo de Dios, que es la Iglesia. Para vivir en esa fidelidad a la Iglesia y en obediencia al Señor, la mediación principal es la vivencia de nuestro carisma. En estos momentos tiene a su servicio hermanos y hermanas que intentamos vivirlo y además dejarlo en herencia, para que muchos puedan seguirlo y disfrutarlo.

Nuestro mundo está necesitando de nuestra forma de vida, una forma de vida que es capaz de vivir ese “deseo de unidad de la Iglesia que ha crecido a la par que la conciencia de su diversidad, de la que es portadora. Porque «una Iglesia en la que todos los miembros pueden sentirse corresponsables es también un lugar atractivo y creíble»[2].

Sí, solo podemos ser creíbles y puede ser atractiva nuestra forma de vida viviendo nuestro ser hermanas, sintiéndonos corresponsables de la salvaguarda de nuestro carisma, no relativizando nuestra vida, y todas sus expresiones que son “ejemplo no sólo para nuestras hermanas sino para los que viven en el mundo”.

“La Iglesia es el sacramento del Reino de Dios en el mundo. Cada vez más ha nacido el «deseo de una Iglesia más cercana a las personas, menos burocrática, más relacional» que sea hogar y familia de Dios”[3]. Pero para llegar a vivir esta misión, que la Iglesia está experimentando como llamada del Espíritu santo, hace falta estar abiertas a la escucha, crecer en esa formación de la sensibilidad: tener los mismos sentimientos de Cristo, para conseguir relaciones interpersonales sanas entre nosotras y con todo el que ese acerque a nosotras.

¡Cuánto hemos recibido este año en esa formación permanente con Amedeo Cencini, quién desde su experiencia humana y espiritual, ha intentado llevarnos a tener ese deseo y a trabajar en la evangelización de la sensibilidad para tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús! Todo con un objetivo:  vivir según nuestra identidad de hermanas pobres de santa Clara. Esta evangelización de la sensibilidad siempre se puede llevar a cabo cómo él nos decía, esto es un trabajo constante de cada día, el permanecer atentas a nuestras actitudes, para ver de qué sentimientos vienen y así caer en la cuenta si actuamos según nuestra identidad.

Esta tiene un contenido y una Forma que nos la ha dado Clara de Asís, en su Forma de vida, la cual hemos recibido y conocemos mediante sus Escritos, y todo lo que en la formación vamos recibiendo y nos va ayudando a crecer en el conocimiento de nuestro carisma. Clara, nuestra madre, supo perfectamente llevar a la vida y dejarnos en herencia, la manera de evangelizar esa sensibilidad para tener los mismos sentimientos de Cristo. Ella nos dejó ese noble ejemplo que fue su vida, y el de tantas hermanas que han venido detrás y que han vivido antes que nosotras.

Es verdad que este camino no se hace de la noche a la mañana, que Dios entrando en relación con la persona no la transforma totalmente, sino en proceso y que esto termina al final de nuestros días, si no nos resistimos a que Dios nos divinice, nos transfigure y nos transforme.

La santidad no consiste en una conducta buena, según las fuerzas de la criatura, sino en vivir desde los sentimientos de Cristo, de manera que en nosotros se produzca esa transformación de la totalidad de la persona en sus capacidades, deseos, mentalidad, pensamientos, amor, sensibilidad, afectos, memoria, pasiones, instintos. Si esto no ocurre no habremos entrado en contacto con el Fuego del Espíritu Santo.

No puede haber santificación sin una espiritualidad alta, sin una apertura profunda. Espiritualidad alta que desea la santidad sin rebajarla, de actitudes y criterios sobrenaturales, que entiende que la santificación es divinización y comunión con la Trinidad. Apertura profunda porque el ejercicio de la libertad y responsabilidad tiene en el hombre diversos niveles, el ser humano es un abismo misterioso ante el misterioso Abismo divino, por eso no podemos dejar de echar mano de instrumentos que nos ayuden a iluminar nuestras profundidades, que son mediación para tener luz, para ello la formación es elemento esencial”[4].

 

Pero ¿Cuáles pueden ser estos instrumentos?

La Iglesia nos dice que: «Preocuparse de la propia formación es la respuesta que todo bautizado está llamado a dar a los dones del Señor, para hacer fructificar los talentos recibidos y ponerlos al servicio de todos»[5]

Preguntémonos ¿qué hacemos con nuestra formación permanente…? No solo la que la Federación nos ofrece, sino la personal. En todas las Comunidades hay un tiempo para ello, pero la hermana personalmente también debe buscarlo.

Tenemos la tentación, el peligro y de hecho se cae en ello, de utilizar nuestros tiempos personales para la utilización de los medios de comunicación, sin una disciplina que nos ayude a conjugarlo con nuestra forma de vida y entonces dejamos la comunicación esencial con nosotras mismas, con Dios, con las hermanas… Vamos a recuperar esos tiempos para nosotras porque es necesario y esencial, mientras dura la vida hay esperanza de conversión y santificación, nunca debemos perderla.

Hay que ponerse manos a la obra, y nos resultará difícil, pero el Señor nos dará la luz y la fuerza en el camino. Cuando Él nos ve que damos pasos, que deseamos esa conversión hacia los mismos sentimientos de Cristo Jesús, Él nos dará su empuje. Pondrá todos los medios necesarios para ayudarnos y hará que el fruto de nuestro esfuerzo sea el 101%.

Os encomiendo a Clara de Asís, nuestra hermana y madre que sigue animando nuestra vida y bendiciéndola, porque no dejó de pensar en las hermanas, no sólo en las presentes, sino también en las futuras, para que se diera continuidad a este Don del Espíritu santo en la Iglesia y del cual somos participes.

Os pido que recéis por mí para que pueda ser instrumento del Señor, desde mis limitaciones, en este servicio que desde un principio lo estoy viviendo como un don.

Un abrazo grande para todas vosotras, hermanas. En comunión de vida y oración.

Vuestra menor hermana y servidora.

 

 Prot.04/24                                                   

2 de agosto 2024

Hna Isabel Cobo Jiménez, osc
Presidenta Federal

 


[1] "Instrumentum Laboris" para la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (octubre de 2024), 09.07.2024

[2] idem

[3] Idem

[4] El fuego y el barro, Félix del Valle

[5] "Instrumentum Laboris" para la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos (octubre de 2024), 09.07.2024