Pestaña

sábado, 25 de noviembre de 2023

Toma de posesión de Monseñor José Rodríguez Carballo

Foto: Javier Glez Lena
Como Arzobispo Coadjutor de Mérida-Badajoz
 
Este sábado 25 de noviembre, Monseñor José Rodríguez Carballo o.f.m ha tomado posesión como Arzobispo coadjutor de la Archidiócesis de Mérida-Badajoz, en una emotiva celebración Eucarística celebrada en la Catedral de Badajoz, siendo así el cuarto arzobispo de esta Archidiócesis desde la creación de la Provincia Eclesiástica de Mérida-Badajoz en 1994.

La celebración, dio comienzo a las 11 de la mañana con la procesión de entrada, desde el Arzobispado hasta la Catedral, atravesando la Plaza de España, mientras la Real Banda de Gaitas de la Diputación de Ourense, tierra natal de Fray José, colocados a los lados, amenizaban hermosamente el recorrido. 
 
La Eucaristía, fue presidida por el Arzobispo titular, Monseñor Celso Morga, y concelebrada por del Nuncio en España, Mons. Bernardito Auza; 5 cardenales; 10 arzobispos; 20 obispos y numerosos presbíteros, además de una amplia representación de la familia franciscana, entre ellos el Ministro Provincial Fray Joaquín Zurera y 4 hermanas de la fraternidad de Santa Ana de Badajoz, así como miembros del Dicasterio para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, del que Rodríguez Carballo ha sido secretario hasta su nombramiento como arzobispo coadjutor.

En su homilía, don Celso Morga dio la bienvenida al nuevo arzobispo coadjutor en nombre propio y de los sacerdotes de la Archidiócesis. “Querido José –dijo don Celso- vas a encontrar aquí muchos santos de la ´puerta de al lado´. Encontrarás un presbiterio sencillo, sin sutiles clericalismos, cariñoso y noble, trabajador y sincero, alegre y culto, con fallos también lógicamente y con posibilidad de mejorar. Lo he vivido y experimentado. Me siento muy contento de pertenecer, ya de por vida, a este presbiterio de Mérida-Badajoz”. A lo largo de su homilía ensalzó la sucesión apostólica, se refirió a las características de la diócesis con la que don José se va a encontrar y terminó pidiendo la protección de la Virgen de Guadalupe.  (Homilía completa Aquí)


Al final de la Eucaristía Monseñor José Rodríguez Carballo dirigió a los fieles estas palabras que ponemos a continuación y acto seguido saludó personalmente a las autoridades y a los fieles presentes en la Catedral:

 
     
 
    Mis queridos hermanos y hermanas: Llegue a todos vosotros mi saludo fraterno con las palabras que usaba san Francisco de Asís para saludar a cuantos encontraba en el camino: "iEl Señor os dé la paz!" 
 
"Doy gracias a mi Dios por medio de Jesucristo" (Rom, 8)

Sea mi primera palabra entre vosotros GRACIAS. Gracias al Señor de la vida, que me pensó, me amó, me eligió y me llamó a la vida (Santa Clara) y en tantas ocasiones, me libró de la muerte. Gracias a mi familia por haberme mostrado el rostro amable del Padre de las misericordias y educado en la fe. Gracias a la Provincia Franciscana de Santiago y a la Orden de los Hermanos Menores, de las que formo parte, por haberme hecho crecer en los valores que hoy dan sentido a mi existencia, como franciscano, sacerdote y obispo. Gracias a tantas personas que he encontrado en la vida y que me sostuvieron, y me sostienen todavía hoy con su cercanía y su oración. Gracias al Santo Padre, el Papa Francisco, por haber sido para mí un padre, hermano y amigo, particularmente en momentos nada fáciles, y que con este nombramiento sigue manifestando su confianza en mí. Gracias al Sr. Nuncio, representante del Santo Padre en España, por su presencia; a Don Celso Morga Iruzubieta, por la acogida fraterna que me ha dispensado, al Vicario general y personal de la Curia diocesana, a los canónigos de esta Iglesia Catedral y de la con catedral de Mérida, a los miembros del Presbiterio, a los diáconos, seminaristas y consagrados de esta Archidiócesis. Gracias a todos vosotros miembros de esta Iglesia particular, amados en el Señor, hermanos y hermanas, que desde el primer momento de mi nombramiento como Arzobispo coadjutor me habéis hecho sentir en casa. Con vosotros, también yo, como Pablo con los cristianos de Roma, deseo vivamente "compartir el mutuo consuelo de la fe común: la vuestra y la mía" (Rom 1, 12). Desde que supe de mi nombramiento como Arzobispo coadjutor de esta Iglesia, no ceso de dar gracias a Dios por vosotros, "por la gracia que os ha sido dada en Cristo Jesús" (1Cor 1, 4), "recordándoos en mis oraciones" (Ef 1, 16). Un gracias particular al Cardenal Prefecto y Oficiales del Dicasterio de la Vida consagrada y Sociedades de Vida apostólica por lo mucho que he recibido de todos ellos en estos diez años y medio de trabajo en favor de la Vida consagrada. Gracias a los Cardenales, Obispos y sacerdotes aquí presentes, llegados de Galicia, mi tierra natal y de otras partes de España, así como de otros países. Entre estos, un saludo especial a los obispos de la Provincia eclesiástica de Extremadura con los cuales tendré la gracia de trabajar y colaborar por el bien de esta Iglesia que peregrina en estas tierras. Gracias al nutrido grupo de ex alumnos de Herbón por vuestra presencia y amistad. Gracias a las Autoridades civiles y militares aquí presentes. Gracias a todos por vuestra cercanía y vuestra oración que tanto necesito en estos momentos.

Después de más de 10 años colaborando con el Santo Padre Francisco como Arzobispo Secretario del DIVCSVA en el Vaticano, el Señor, a través del Señor Papa, me envía entre vosotros como Arzobispo coadjutor y pastor. Acojo esta nueva misión no sin temor, pero con confianza en aquel en quien, como reza mi lema episcopal, he puesto mi confianza. "Se de quien me he fiado" (2Tm 1, 12), repito también hoy, sabiendo, por otra parte, que "cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2Cor 12, 10).

"Soy José, vuestro hermano" (Gn 45, 4). Con estas palabras de José, el hijo de Jacob, también yo me presento ante vosotros como vuestro hermano, con mi pobreza y a la vez con todo lo que el Señor me ha regalado en la vida. Con mi pobreza para que vosotros la supláis con vuestra generosidad y oración para que el Señor me conceda, como a Salomón, un corazón dócil a su voluntad (Cf. IR 8, 22-53; 2Cro 6, 12-40), un corazón firme, como afirma el salmista, para cumplir sus mandatos (Cf. Sal 119, 5). Consciente de lo que soy, tiendo las manos para suplicaros, besándoos los pies, en expresión del Poverello de Asís, que me acojáis con benevolencia: como hermano y pastor, necesitado de vuestra fraterna ayuda y colaboración. En estos momentos me siento, como dice una canción que cantaban nuestros hermanos y vecinos de Portugal al divisar Badajoz, "contrabandista de amor"; sí, contrabandista de vuestro amor.

Me presento a vosotros también con los dones que la Providencia me ha regalado en estos años de vida. Muchos o pocos, soy bien consciente que todos son dones del Señor, el gran Limosnero. Desde este momento deseo ponerlos al servicio de todos, pues solo así se multiplicarán (Cf. Mt 14, 13-21; Mc 6, 41-43), pues no solo "hay más alegría en dar que en recibir" (Hch 20, 35), sino también que "es dando como se recibe" (san Francisco).

Como ya os dije en mi primer mensaje a la Archidiócesis, no os conozco como quisiera y ya os amo; apenas acabo de llegar y ya me siento en casa. Vuestra tierra ya la siento mía. Portador de la "saudade" y "morriña" de mi tierra y de mi cultura, ya puedo decir que me siento extremeño y que mi compromiso desde ahora mismo será conoceros más y mejor para amaros más y mejor; acogeros en mi casa, en mi corazón, para sentirme cada vez más a gusto entre vosotros. Ayudadme a hacer realidad este compromiso. 
 

"El Señor es mí pastor" (Sa/ 23, 1)


En mi servicio a esta Iglesia particular, quiero hacer realidad lo que el Papa Francisco nos pide en Fratelli tutti: soñar juntos, caminar juntos, elaborar proyectos juntos, trabajar juntos. El texto de la primera lectura que la Iglesia nos propone en la fiesta de Cristo Rey del Universo (Ez 34, 11-12. 15-17) y también el Salmo responsorial (22, 1-2; 2, 3.5-6), nos marcan el camino que estamos llamados a recorrer juntos.

Como pastor tengo bien claro que mi misión es la de salir al encuentro de las ovejas dispersas, "sacándolas de todos los lugares donde se desperdigaron" (Ez 34, 12). Tengo bien claro que mi misión es ir a los de cerca y a los de lejos (Cf. Ef 2, 17). A las ovejas de cerca, las "robustas y fuertes" para apacentarlas debidamente (Cf. Ez 34, 16); a las de lejos, a ejemplo del Buen Pastor que deja las 99 ovejas en el redil y va en busca de la oveja perdida (Cf. LC 15, 4), he de salir en su búsqueda y, si fuera necesario, vendar a las heridas, y curar a las enfermas con el aceite de la bondad y de la misericordia (Cf. Ez 34, 16). Tengo claro que como pastor estoy llamado a gastarme y desgastarme, a tiempo y a destiempo (Cf. 2 Tm 4, 2), por el rebaño que el Señor me ha confiado.

Camínenos juntos y juntos entremos por la Puerta que es Jesús (Cf. Jn 10, 9-18). Caminemos juntos escuchando su voz y juntos reparemos nuestras fuerzas en el banquete que él mismo nos ha preparado, y saciemos nuestra hambre en "verdes praderas" y nuestra sed "en fuentes tranquilas" (cfr. Sal 22, Iss).

Caminemos juntos y juntos entremos en la carne de los más desfavorecidos: los pobres, los hambrientos, los sedientos, los forasteros, los desnudos, los enfermos, los privados de libertad, como nos recuerda el texto del Evangelio de la solemnidad de Cristo Rey del Universo (Cf. Mt 25, 31ss). Como Iglesia que peregrina en estas tierras, el Señor nos pide abrazar a "Cristo leproso" en todos los "leprosos" de nuestra sociedad, sabiendo que al final de la vida seremos examinados del amor (San Juan de la Cruz), y que lo que hayamos hecho a ellos a Cristo se lo hemos hecho, y lo que hayamos dejado de hacer a ellos, a Cristo mismo hemos dejado de hacerlo (Cf. Mt 25, 31-41). Ayudémonos unos a otros a realizar ese programa que hoy nos propone el Señor.

"El Señor irá delante de ti. Él está contigo...No te dejará ni te abandonará. No temas ni te acobardes" (Dt. 31, 7)

Al iniciar mi ministerio episcopal en nuestra amada Archidiócesis deseo hacerme eco, una vez más, de una pregunta que más de uno de vosotros me hizo apenas conocido mi nombramiento. La pregunta es: ¿Qué Iglesia diocesana sueño?

Permitidme que dé una primera respuesta que espero se vaya concretizando, siempre contando con vuestra ayuda, a lo largo del tiempo que el Señor me conceda estar entre vosotros.

Sueño con una Iglesia diocesana misionera hacia el mundo de las periferias, una "Iglesia en salida", cuyo "claustro" sea el mundo; una Iglesia que sepa escuchar las preguntas y los desafíos que nos llegan del hombre y de la mujer de hoy y que proponga, sin miedo ni arrogancia, a Jesús como "camino, verdad y vida" (Jn 14, 6).

Sueño con una Iglesia propositiva, que no se refugie en una pastoral de nostalgia, del "siempre se hizo así", antes bien, que se abra a una pastoral nueva en su ardor, nueva en sus métodos y nueva en sus expresiones (San Juan Pablo ll). Y desde esos postulados priorice la pastoral familiar, sabiendo que la familia es el primer lugar donde se aprende a amar, se frecuenta la escuela del perdón y el lugar más importante para transmitir la fe; y al mismo tiempo entre en una cultura que nos permita vivir la propia vida en clave vocacional: en la vida matrimonial, de especial consagración, vida consagrada, y presbiteral. La pastoral familiar y la vocacional son ciertamente dos urgencias para nuestra comunidad diocesana.

Sueño con una Iglesia tienda, una tienda alargada a derecha e izquierda (Cf. Is 54, 2); una Iglesia familia, centrada en Cristo y descentrada por su cercanía a todos; una Iglesia inclusiva, de puertas abiertas, brazos extendidos y ojos deseosos de encuentro y de ternura, de modo que nadie se quede fuera.

Sueño una Iglesia diocesana cuyo nombre sea sínodo, en la que todos los que la formamos nos sepamos escuchar, para poder escuchar al Espíritu, sabiendo que todos estamos en la misma barca iAprendamos la "mística del encuentro", a caminar juntos, a soñar juntos!

Sueño con una Iglesia rica de espiritualidad, en la que la piedad popular, tan rica y profunda en estas tierras, sea siempre iluminada por el Evangelio. Sueño con una Iglesia que nunca contraponga la fe y el compromiso social, que nunca separe Cristo, Iglesia y pueblo.

Sueño una Iglesia samaritana que cure las heridas de tantos que yacen medio muertos a la vera del camino, comprometida con el mundo del sufrimiento, de la vulnerabilidad y de la pobreza; que luche por curar a quienes no tienen ganas de seguir, paralizados en sus sueños, golpeadas por una realidad económica y social que duele y congela el alma; una Iglesia samaritana, que, en estos tiempos de crisis acumuladas, no permanezca como mera espectadora, sino que sea parte activa en la ayuda a todas las personas que sufren la pobreza y la exclusión, particularmente a las mujeres y los migrantes. Juntos luchemos contra lo que muchos llaman cronificación de la pobreza.

Sueño una Iglesia comunión al estilo de la Trinidad, tejedora de diálogo, donde los jóvenes puedan profetizar y los ancianos tener visiones (Cf. JI 3, 1). Sueño con una Iglesia comunión: comunión entre todos los que formamos parte de esta Iglesia particular, comunión de todos con Pedro, hoy papa Francisco, y con todos los hombres y mujeres a los que Dios ama. 
 

"Levántate, come y camina" (IR 19, 7)

Queridos hermanos:
iAdelante! iSiempre adelante! Es tiempo para caminar (Santa Teresa). Es el momento de reavivar, reconquistar y reeditar la esperanza de los primeros tiempos. Pasemos del sueño a los sueños. Seamos todos "ministros" de los sueños, no simples "notarios" de la realidad. Los sueños liberarán nuestra esperanza, nos ayudarán a saberla organizar, a dar carne y sangre a los gemidos del pueblo Soñemos, aunque ello comporte aceptar el destino de la cisterna, como le sucedió al hijo de Jacob (Cf. Gen 37, Iss).

Foto: Javier Glez Lena
Hermanos y hermanas: Muchos son los desafíos que lanza la cultura actual a la Iglesia y también a esta porción del Pueblo de Dios que peregrina en estas tierras: el secularismo, el hedonismo, una cierta indiferencia a los valores evangélicos, indiferencia frente a los más necesitados, dificultad en la trasmisión de la fe, la escasez de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, entre otros muchos. Ante tantos desafíos podemos pensar que somos pocos y que no es el momento más propicio para la pesca. En cambio, si trabajamos con los ojos puestos en el Señor, su generosidad nos sorprenderá como sorprendió a los discípulos cuando la pesca milagrosa (Cf. LC 5, Iss). En generosidad Dios nunca se deja vencer.

Como a Elías hoy nos dice el Señor: "Levántate, come y camina" (Cf. IR 19, 7). Y como al paralitico nos repite también a nosotros: "Levántate, toma tu camilla y camina" (Jn 5, 8). "María se levantó y fue corriendo a la región montañosa" (LC 1, 39). Como Ella, así también nosotros, queridos hermanos y hermanas, pongámonos en camino. Eso sí: juntos, mano con mano, codo con codo, "de dos en dos" (Cf. LC 10, 1).

San Juan Bautista y Santa Eulalia nos acompañen en todo momento.

Os abrazo y bendigo a todos.

Vuestro hermano y pastor, que quiere ser también vuestro amigo, fr. José.

+ Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Arzobispo Coadjutor de Mérida-Badajoz