Pestaña

sábado, 8 de julio de 2023

Pascua de Sor Josefa Infante del Valle

Sor Pepita de San Francisco
Fraternidad de Belalcázar, Córdoba

El día 2 de julio falleció nuestra hermana Pepita a los 86 años de edad. Os dejamos una breve biografía de su vida:

La hermana Pepita de S. Francisco, no puedo utilizar otro nombre porque es con este nombre con el que ella y todos los que la hemos querido, la identificamos. Nació el día 27 de agosto del año 1937 en Umbrete, Sevilla.  Hija de Francisco y de Amparo, y con dos hermanos: Salvador, (ya fallecido) y Ruperto, siendo ella la mayor de los tres hermanos. Bautizada en la Parroquia de Ntra. Sra. de Consolación en Umbrete, el día 5 de septiembre del 1937.

Poco a poco, nuestra hermana va descubriendo la llamada de Dios en su vida como misionera. Haciéndole saber a sus padres dicha inquietud, estos no aceptan su propósito, ya que tenía que marchar lejos de su familia y de su tierra.

Pepita espera a alcanzar los 21 años, mayoría de edad por aquel entonces, y sale de su casa sin mirar atrás, comprando su billete de tren con el dinero que había ahorrado, y se dirige hacia Pamplona para comenzar su vida religiosa como franciscana misionera de María.

Una vez que hace su Profesión religiosa, en el año 1965, es enviada a Colombia, donde descubre el mundo de los pobres, donde ella se siente confrontada y cuestionada ¿Estoy satisfecha con lo que vivo? ¿Cómo ella podía tener todas las seguridades y los pobres que ella veía a su alrededor no? En 1978 pide junto con otras dos hermanas de la Congregación, después de un largo proceso, hacer una experiencia de vivir junto a los pobres. Era una exigencia a vivir con radicalidad la pobreza, al estilo de los primeros compañeros de San Francisco y Santa Clara. Después de un tiempo, en 1981 tiene que optar por dejar su Congregación y pide la dispensa de votos, que le es concedida, y comenzar aquella nueva forma de vida. Ella viviría como los pobres y trabajará con ellos, compartiendo su vida.  Es acogida por los franciscanos de la Divina Providencia rama franciscana en Colombia y se acoge a la regla de la Tercera Orden Regular. Fueron años preciosos donde ella siente realizado el proyecto del Señor sobre su vida, buscando nuevas rutas. En Cali se dedicó a las comunidades de base, dejando grandes huellas en las personas que coincidieron con ella y gozaron de su testimonio de entrega desinteresada a las comunidades.

En 1995 tiene que volver a España para cuidar a su madre, hasta mayo del 1999 y una vez que fallece su madre vuelve a Colombia. Pero debido a una enfermedad en el oído, el síndrome de Nemier, que le provocaba unos vértigos fortísimos, volvió a España definitivamente en el año 2000.  Siempre permaneció fiel al compromiso de pobreza radical

El Superior de los Franciscanos de la Divina Providencia en Cali, Colombia, pide al arzobispo de Sevilla que la acoja al cuidado pastoral, para que Pepita siga su vida religiosa en su Diócesis. Ella sigue renovando sus votos en manos del hermano menor franciscano, que en aquellos años fuese párroco de la Parroquia de Umbrete, delegado por el Arzobispo de Sevilla.

Durante este periodo de tiempo vivido en Umbrete, se dedicaba a la misión en su Parroquia, ayudando en las catequesis y la evangelización de su pueblo, y preocupada siempre por la dignidad de las personas, defendiendo a los pobres y necesitados, ayudando a todos los que se acercaban a su vida, cumpliendo su forma de vida y aquello que ella profesó "tener la evangelización como preocupación constante por la liberación y el desarrollo integral de la persona”.

En el año 2004, después de mantener una conversación con nuestro hermano Fray Sebastián, párroco por entonces de Umbrete, y de exponerle su deseo de tener contacto con alguna fraternidad franciscana femenina, Fray Sebastián la ponen contacto con nosotras.

Pepita comenzó a venir a pasar un tiempo durante el verano, compartiendo la vida de la fraternidad. Después de unos años, pidió también volver por Navidad, y ya no pasaba un año sin volver a celebrar la Navidad con nosotras, donde ella era feliz, porque vivía lo que amaba, el carisma franciscano y la fraternidad.

Sin embargo, llegó el momento en el que el Señor le inspiró vivir su vocación como hermana pobre de Santa Clara, la luz de Santa Clara llegó a ella y pensó que podía seguir siendo misionera dentro de este Convento y así lo hizo, de nuevo inició otra nueva ruta. En septiembre de 2013, Pepita llegó a esta fraternidad. Al ser religiosa y haber profesado ya los votos, la Congregación para los Institutos de vida religiosa en Roma, le acortó los plazos del periodo de formación, aunque ella con toda libertad, afirmaba que no le importaba permanecer en ese periodo el tiempo que hiciera falta, que lo que deseaba era vivir con nosotras, aunque de pronto muriera antes de profesar, afirmaba.

El día 27 de octubre del 2013 tomo el hábito, el 7 de noviembre del 2015 hizo su profesión temporal y el 28 de enero de 2017 profesó solemne en la Orden de Hermanas pobres de Santa Clara.

Ha compartido con nosotras, dentro del Convento, 10 años de su vida, donde hemos disfrutado de su entrega y servicio desde la gratuidad y la minoridad, de ser una mujer de oración, pobre y austera, con una alegría constante. Pepita era una de las hermanas de la que más hemos oído decirnos a cada una que nos quería, su regalo cuando llegaba nuestro santo era ese un te quiero enorme.

Valiente, luchadora, fuerte, entregada, hermana y en los últimos años de su vida viviendo una enfermedad que la hizo crecer aún más en minoridad, el Señor la dejó totalmente desvalida en manos de las hermanas que la cuidaron hasta el final, intentando buscar el mejor modo para que ella estuviera bien cuidada y para que pudiera seguir experimentando aquello que buscó al venir a esta casa, el don de LA FRATERNIDAD.

Damos gracias al Señor por haberla traído hasta nosotras.

¡Pepita esta nueva ruta que has emprendido es la mejor y la definitiva, solo esta supera los días más felices de tu vida en san Bernardo del Viento, en la costa de Colombia, como tú nos contabas!

¡Gracias hermana Pepita de San Francisco, por todo lo que tu vida ha aportado a la humanidad, gracias por ser una de las personas que ha cambiado un poquito este mundo y ha cambiado el corazón de muchos de los que se han acercado a ti, gracias por ayudarnos a nosotras a ser más hermanas y a servir a los pobres y pequeños!

¡Hermana Pepita te queremos, cuida de nosotros!