La madrugada del pasado día 22 de abril, pasó a la Casa del Padre, en la fraternidad de Santa Ana de Badajoz, sor María de la Cruz López Nieto a los 93 años de edad.
María de la Cruz, nació el 23 de octubre de 1929 en La Parra, Badajoz, siendo la hija menor de don Manuel López y doña Antonia Nieto. Ingresó en el clausurado Monasterio de Nuestra Señora de los Dolores, de la villa de La Parra, en Badajoz, el 24 de octubre 1950, abrazando el hábito franciscano el 11 de julio de 1951 con el nuevo nombre de Sor Pilar y emitiendo su profesión de votos solemnes el 8 de septiembre de 1955.
El 10 de octubre de 1979, pasó a formar parte de la comunidad de santa Ana, después de la supresión del convento de La Parra, antes se había trasladado junto con dos hermanas de su fraternidad a la comunidad de Nuestra Señora del Amparo en Almendralejo por espacio de tres años.
Una hermosa historia de amor envuelve esta larga vida consagrada, mujer amante de la Eucaristía y de la Santísima Virgen, de la liturgia y la vida de comunidad a la que no quería faltar, pese a lo avanzado de su edad y de su enfermedad.
Sirvió a la Iglesia y a su fraternidad en varios oficios a lo largo de sus 73 años de vida religiosa. Con gran disponibilidad y espíritu de servicio, prestó ayuda a varios monasterios de nuestra federación y solía ayudar en la preparación de la casa donde se celebraron por tantos años los cursos federales.
Querida y siempre recordada María de la Cruz: agradecemos profundamente a Dios el haber compartido contigo cada día de tu peregrinación creyente.
Gracias hermana por tu testimonio de vida, por el don de tu consagración religiosa, por tus ganas de vivir, por tu fidelidad perseverante. Gracias porque como hermana pobre de Santa Clara, has dado lo mejor de ti misma en el servicio a Dios, a la Iglesia y a tu fraternidad.
Ve, hermana, segura y feliz al encuentro de tu eterno Amor e intercede ahora por cada una de nosotras, para que un día vivamos también eternamente en el gozo de los que siguen al Cordero a donde quiera que va.
La muerte de nuestra hermana despierte en todos nosotros, la nostalgia de la vida eterna, de la patria verdadera, de la comunión con todos los santos, de vivir cada día nuestras “muertes cotidianas'', fijando la mirada en Cristo nuestro Esposo, apoyándonos únicamente en su fidelidad, que nos ha prometido la vida eterna.