Mis queridos hermanos, el Señor os dé la paz.
No creo que sea exagerado decir que todos los miembros de la Orden conocemos a alguien que se ha infectado, y quizás a alguien que ha muerto. Es difícil verificar con exactitud cuántos de nuestros queridos frailes han muerto como resultado de las complicaciones del COVID-19, pero las cifras son significativas. Las fraternidades han sido puestas en cuarentena, algunos hermanos han sido aislados en el hospital o en las enfermerías de la Provincia o de la Custodia o en otros centros de atención; los familiares se han infectado y, lamentablemente, algunos han muerto. Un número importante de «supervivientes» del COVID-19 está haciendo cuentas con los efectos a largo plazo, como agotamiento, dificultades respiratorias, anomalías cardíacas y otras dificultades para las que ahora están bajo atención médica. No se puede ni siquiera empezar a imaginar el impacto psicosocial de la pandemia debido al miedo al contagio, el aislamiento social y el desencadenamiento de otras condiciones de salud mental de larga duración. No sólo afectan a los desconocidos, sino también a nosotros.
La pandemia del COVID-19 está reescribiendo la historia del mundo y, lo que es más importante, la historia de cada una de nuestras vidas, de la vida de la Orden y de la Iglesia. No conocemos todo el peso de los «daños» colaterales que pueden venir como consecuencia de la pandemia, pero ya estamos percibiendo el aumento de los desafíos que afectan todos los aspectos de nuestras vidas, nuestras instituciones y nuestra presencia evangelizadora en el mundo actual. Ruego para que cada uno de vosotros haya podido tomarse el tiempo suficiente para reflexionar sobre el impacto de la pandemia en su vida, en la de los demás hermanos de la fraternidad, en su trabajo pastoral y misionero, y en la vida de aquellos a quienes hemos sido llamados a servir.
Al acercarse el 11 de marzo de 2021, el primer año desde la declaración oficial de la pandemia de Sars2-COVID-19, os invito a todos, mis queridos hermanos, a uniros a la Fraternidad universal de la Orden para un tiempo de oración, ayuno y limosna. Estos tres «caminos» encuentran su precedente en las Sagradas Escrituras y ofrecen la oportunidad, a quienes los abrazan, de entrar en un espíritu de conversión de la mente, del corazón y de la acción (Cf. Joel 1,14ss). Adjunto a esta carta dos oraciones que han sido compuestas como respuesta a la pandemia. Son oraciones en las que se pide a Dios que escuche el clamor del pueblo de Dios y venga en nuestra ayuda. En el espíritu del ayuno propuesto por los Profetas (Cf. Is 58,6-7) y por Jesús (Cf. Mt. 6,16-18), el enfoque se centra claramente en un cambio radical de corazón y de mente, y se vincula también con actos que contribuyen a la liberación del pueblo de Dios, uniendo nuestros esfuerzos en un gran acto de solidaridad, algo tan necesario en nuestro mundo, antes y como consecuencia de la pandemia del COVID. Este es el enfoque del mensaje del Papa Francisco en Fratelli Tutti al hablar de la necesidad de que el mundo entero se convierta radicalmente (Fratelli Tutti 32, 55).
Por último, os pido que os toméis un tiempo para hablar entre vosotros y expresar cómo la pandemia de COVID ha afectado a vuestra vida personal, a vuestra implicación con la fraternidad, a vuestros compromisos misioneros y a otros retos a los que os enfrentáis. Sería muy conveniente que las fraternidades locales celebraran juntos la Eucaristía en este día de oración. El momento de diálogo podría tener lugar en un capítulo especial de la fraternidad o durante el tiempo de la homilía de la Eucaristía.
Espero de corazón que nos unamos como una única hermandad universal en esta ocasión, el primer año desde que el COVID fue declarado pandemia. Invocamos a María, Madre de la Orden Seráfica, y a todos los santos de la Orden para que intercedan ante Dios en nuestro nombre y en el de toda la humanidad. Que el don de nuestra fraternidad sea una fuente de apoyo y estímulo constantes mientras afrontamos juntos un futuro incierto. Que reflejemos el amor y la misericordia de Dios, que siempre está presente con nosotros, especialmente en estos momentos más difíciles, invitándonos a levantarnos y a alzar la cabeza, para ver que no estamos solos (Cf. Lc. 21,28).
Oremos por todos los que siguen sufriendo las consecuencias físicas directas del COVID-19. Oremos también por todos los que se ven afectados social, espiritual y económicamente. Y recordemos a todos nuestros hermanos y hermanas que han pasado de esta vida y que ahora disfrutan de la plenitud de la vida en la eternidad.
En Roma el 1 de marzo de 2021
ORACIÓN PARA EL 11 DE MARZO DE 2021
Oración I:
Dios todopoderoso y eterno, nuestro refugio en todo peligro
Fortalece los lazos de nuestra fraternidad espiritual,
Oración II:
Señor Jesús,
(ofrecer un Padre Nuestro. Un Ave María, y el Gloria …)
María Inmaculada, patrona de la Orden Franciscana,