El pasado día 14 de julio, de madrugada, celebró
su encuentro definitivo con el Señor, nuestra hermana Sor San Nicolás Laguna
Sánchez, de la fraternidad del Stmo. Cristo del Pasmo de Montijo, a la edad de
92 años y 68 de vida consagrada a su servicio.
Al día siguiente se celebró su funeral,
presidido por Don Gabriel Cruz Chamizo y al que acudieron numerosas hermanas de
federación y fieles para acompañar a su fraternidad, despedir a nuestra hermana
y dar gracias a Dios por el don de su vida y fidelidad.
DATOS BIOGRAFICOS
Sor
San Nicolás nació en Magacela (Badajoz), el día 17 de mayo de 1927, en el seno
de una familia cristiana, formada por Don Antonio Laguna Izquierdo y Doña
Guadalupe Sánchez Gallardo, esta familia fue bendecida por Dios con seis hijos,
de los cuales nuestra hermana hizo el número quinto. En el bautismo le fue
impuesto el nombre de Victoria.
Desde
su infancia se distinguió por su piedad e inclinación por todo lo que se
refiere a las cosas de Dios y a la formación en la fe cristiana. Muy temprano,
aun adolescente, comenzó a sentir la llamada del Señor a seguirlo en la vida
religiosa; pero fue en la plena juventud, cuando hizo una firme e
inquebrantable decisión de responder a este don divino.
En
1951, a la edad de veinticuatro años, hace su opción por la vida consagrada en
la familia franciscana e ingreso en este Monasterio de Santa Clara en el que gastará
toda su vida en ofrenda agradecida a Dios hasta el día de su muerte.
El
2 de abril del año 1952 tomó el hábito de la Orden y comenzó el Noviciado,
preparación para la vida religiosa y para la profesión temporal, emitida en el
año 1953. En 1956 hace la Profesión Solemne de su entrega total y definitiva al
Señor, que no se romperá jamás, pues queda hoy ratificada y sellada con su
muerte, testimonio de una existencia en fidelidad permanente.
LA LLAMADA DEL
SEÑOR
El
Señor que la amó desde antes de la creación del mundo, se hizo presente en su
alma, la llamo por su nombre para hacerla suya en cuerpo y alma. Después de
unos años de búsqueda y de zozobras por parte de nuestra hermana, venció la voz
del Señor: “Ven y sígueme”. “Sé mía para siempre...” “Te desposaré conmigo en
amor y misericordia” Y le preparó un lugar escogido, un rincón de amores: el
Claustro de este Monasterio, espacio evangélico en que Victoria, seducida por
el amor de Cristo, gastará sesenta y ocho años de su vida, escondida con Cristo
en Dios, sin más ambición que la búsqueda del rostro de Dios y el deseo de
glorificarlo; sin más gloria que la fidelidad en su servicio, sabedora de que
“servir a Dios es reinar”.
Sor
San Nicolás fue siempre muy consciente de su vocación franciscana contemplativa,
qué ella sintetizará lo largo de su existencia en estos principios evangélicos:
1.- La dedicación
a la oración: las miles de horas gastadas a los pies de su Señor
en el silencio de su corazón y en la celebración litúrgica, fueron adentrando
su alma en la experiencia sabrosa de Dios, supremamente amado, y en la toma de
conciencia de su misión de adoración a Dios y de intercesión por la Iglesia y
por la humanidad. Como llamada a la vida contemplativa, podemos decir que en
oración gastó lo mejor de su existencia: era asidua en el tratado con Él en la
capilla, tanto de día como en el silencio de la noche, como en el trabajo,
realizado éste en silencio y recogimiento interior.
2.- Fue delicada
en la caridad fraterna, preocupándose de servir y agradar a las
hermanas en los mil y un detalles de la vida de cada día, en el trato afable y
cordial y en el interés por el bienestar de las familias de todas hermanas que
formamos la comunidad, por las cuales oraba diariamente.
De
este espíritu de fraternidad nacía en ella la conciencia del servicio monástico
desempeñado siempre con fidelidad y esmero. Dio siempre el buen testimonio de
su espíritu abnegado y buen hacer hasta los últimos meses en que tuvo que
guardar cama por quedar totalmente imposibilitada.
3.- Su amor a la
pobreza franciscana y su espíritu de desprendimiento es otra
constante de su espiritualidad clariana, que nos lega como testimonio y ejemplo
a seguir. Ella nos recuerda con su ejemplo que se necesitan pocas cosas para
ser felices y que la pobreza es el camino que conduce a la tierra de los
vivientes, como nos exhorta nuestra madre Santa Clara en su regla.
Pero lo que corona su vida
consagrada son sin duda estas dos virtudes:
Primero.- La perseverancia en el bien: Hoy,
que parece que todo es inestable y que se hace honor a la inestabilidad, que el
compromiso permanente es rechazado como algo que va contra la libertad del
hombre, Sor San Nicolás nos enseña que el don de la perseverancia, de la
estabilidad monástica y de la entrega de por vida sigue siendo válido y entra
dentro de los cánones evangélicos y humanos si se quiere llegar a buen fin.
Segundo.- la paciencia y el silencio
oblativo en el padecer. En estos cuatro meses de su postración en
cama y llena de enormes llagas, no ha salido de sus labios una queja ni un
reproche: ha aceptado su última purificación con la fortaleza de una persona
madura en la virtud, adiestrada en el arte del dolor, vivido en unión al
sacrificio redentor de su Señor en la cruz. Estos meses han coronado su vida de
ofrenda amorosa y oblativa a Dios con admirable entereza, con la paciencia de
los grandes hombres de fe.
Preguntada
por una de las hermanas en los últimos días de su vida, qué mensaje le dejaba
de recuerdo, le contestó: “Quien nos hizo, nos puede deshacer...” ¡Era
consciente de su momento inminente, de su hora final, de lo caduco de la
vida...!
Pocos días ha, otra hermana que iba a hacer la adoración ante el
Santísimo le preguntó qué quería que le dijese al Señor de su parte, ella
contestó con mucha paz: “Dile que, AQUÍ ESTOY...” Sí, saber estar en
el momento de la prueba final es el testimonio más grande que nos puede dejar
una hermana que, unida a su Esposo celestial, se va a celebrar las bodas
eternas para recibir la corona eterna preparada para ella desde la eternidad.
Querida hermana Sor San Nicolás: te vas de
nuestro lado para esperamos en la felicidad de la eternidad. Alcánzanos del
Padre el don de la perseverancia hasta el final que brillo en ti, que corono tu
vida y te abrió las puertas de la bienaventuranza eterna como nos prometió el
mismo Señor: “el que persevere hasta el fin ese se salvará”. Ayúdanos con tu
intercesión a caminar firmes en la esperanza por esta misma senda que tú
recorriste hasta llegar a la meta. Amén
En
alabanza de Cristo y de su Madre Santísima. Amén.