Pestaña

domingo, 1 de diciembre de 2024

Boletín Confederal nº 18

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Saludo de M. Isabel Cobo, Coordinadora.

Queridas hermanas el Señor os de su paz:
Volvemos a comunicarnos entre nosotras por medio de nuestro Boletín Confederal.

Es un regalo el poder hacerlo, porque por medio de él, llegamos a conocer un poco más la vida de las hermanas que forman parte de las Federaciones de España y Portugal.

En este saludo quiero volver a traer las palabras de la madre Chiara Cristiana quién nos acompañó en nuestra XXI Asamblea Confederal, que nos ayudó a profundizar más en nuestro carisma y a sentirnos aún más agradecidas.

Ella no hablaba de “Ese enemigo que ronda el corazón del hombre para habitar en él y de esta manera volver a su casa y como se da una lucha por saber quién de los dos, el Señor o el enemigo, llamará “suya” a la casa del corazón. Para  Francisco San  Damián, y en particular su iglesita, con el gran Crucifijo y las hermanas, es símbolo de la morada de Dios, que es el corazón humano, que ha de ser reconstruida y devuelta a su legítimo propietario. Lo que acabamos de decir clarifica el hecho de que en la experiencia de Francisco esta “casa” de Dios, san Damián, se haya convertido en “monasterium”, y
Clara a su vez en encarnación de ese profundo deseo… Para Francisco, el monasterio de san Damián será custodio de la “casa interior”, donde Clara y las hermanas encarnan para él el ideal primitivo y más importante de su vida.”

Vamos a comenzar el Adviento y es un buen momento para volver a platearnos ese estar en vela y preparadas, este texto de la madre Chiara Cristiana hace referencia a estar atentas, porque el enemigo, de manera a veces insospechada y muy sigilosamente se mete en nuestro corazón y en nuestras fraternidades.

Nuestros Monasterios han de ser esos lugares donde se encarna ese ideal primitivo de Francisco, cuando el Señor le encargó “repara mi casa que está amenazando ruina”.

Nuestro deseo ha de ser solamente salvaguardar el corazón del enemigo que quiere habitar donde no le corresponde, porque nuestro corazón es morada de Dios y para eso hemos sido creadas para que El haga morada en nosotras. 

Es verdad que vivimos de esperanza, que esto es “ahora pero todavía no”, pero nuestra esperanza no es una esperanza pasiva sino activa, porque “somos hijos aún no se ha manifestado lo que seremos”. Será  “lo que el ojo no vio, ni el oído oyó, ni se atrevió ningún pensamiento”.

Mientras  vivimos  en  esta  esperanza  nuestro  ser  de  hijas  se  despliega,  pero  no podemos  autocomplacernos  en  ello,  porque  como  digo  es  una  lucha  diaria  contra  ese enemigo que quiere apoderarse de esta casa. A diario está la lucha contra el  pecado y las pruebas que la providencia nos depara y todo para purificar nuestra condición de hijas.

Hasta que seamos como Jesús el Hijo, es un camino largo y difícil, pero con la paz de quienes se saben que están en buenas manos.

“El que es hijo no peca” dice San Juan en su Primera Carta, pero no es un iluso, porque cada día procura:

  • Apoyarse en Jesús, porque “sin mí no podéis hacer nada”.
  • Hacer de la oración el encuentro filial con Dios Padre que es lo que mueve todo su ser.
  • Vigilar las motivaciones de su actuar.
  • Amar  al  estilo  de  Jesús,  pues  solo  el  amor  puede  desbaratar  nuestros  miedos  y potenciar la obra de Dios en nosotros.
  • Si peca se duele y pide perdón, pero no se da vueltas en ese pecado porque como hijo que es se mira desde el corazón misericordioso y amoroso hasta el extremo de Dios Padre.

Esta lucha diaria contra ese enemigo es fuerte, pero no podemos dejar de participar en ella, y de pedirle al Señor como el ciego de Betsaida: “Señor ten compasión de mí que vea”, que vea para que pueda estar atenta al enemigo que quiere hospedarse en tu casa.

Queridas hermanas recemos unas por otras, para que la intercesión de las hermanas nos haga fuertes en la fe y en el seguimiento del Señor y así “dejemos a las demás un noble ejemplo” cada día de nuestra vida. 

Recibid un abrazo fraterno y mi oración por vosotras, me encomiendo a las vuestras
Vuestra menor hermana

Sor Isabel Cobo Jiménez, osc
Coordinadora Confederal