Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad
Como cada año, el próximo 2 de febrero celebraremos la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, bajo el lema «Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad». Esta Jornada recuerda el don para la Iglesia y para el mundo de las personas consagradas «en su riqueza de modos y carismas, inspirados por el Espíritu Santo a través de la escucha y el discernimiento comunitario», como señalan los obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada en su mensaje.
Con tal motivo, el martes 6 de febrero, tendrá lugar un coloquio en torno al tema de este año, que se podrá ver en directo, a partir de las 16.30h. En él participarán Fr. Jesús María Galdeano, dominico, vicario para la Vida Consagrada de Pamplona; la Hna. María Teresa Pandlet, del monasterio de las Hnas. Clarisas de Ávila, y Carolina Sánchez, del Instituto secular Inmaculado Corazón de María.
MENSAJE Y MATERIALES
MENSAJE DE LA PRESIDENCIA DE LA CONFER
Cada año,
al llegar la fecha del 2 de febrero, se nos invita a celebrar la Jornada Mundial
de la Vida Consagrada. En esta ocasión, bajo el lema «Aquí estoy, Señor, hágase
tu voluntad». La XXVIII Jornada Mundial quiere poner de manifiesto el don de la
Vida Consagrada desde la experiencia evangélica de María. A lo largo de la historia
muchos hombres y mujeres se identificaron con el ‘Sí’ de María. Su respuesta afirmativa
al Señor los hizo capaces de entregar su vida a la causa del Evangelio en los diversos
caminos que el Espíritu, a través de los carismas, ha ido abriendo para el bien
de la Iglesia en el mundo.
Llegamos
a esta Jornada con muchas zozobras e inquietudes; pero también con no pocos proyectos
de vida y misión en marcha. Renovamos así, en cada Jornada, nuestra esperanza. Una
muestra de la vitalidad y dinamismo evangélico de la vida que hemos profesado. El
don de Dios que los distintos carismas nos ofrecen no está agotado, ni su fuerza
se ha detenido. Su gracia sigue presente en el corazón de la Iglesia y su urgencia
está aquí y allá, donde la humanidad sufriente precisa de cuidado y acompañamiento.
Cercanos y solidarios con todas las personas, especialmente con aquellas que más
sufren, los carismas siguen evolucionando al ser llevados por la gracia de Dios
hacia su mejor donación y entrega.
Con el lema,
«Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad», queremos comunicar muchas cosas. Mostramos,
en primer lugar, la acogida a lo que el Señor sueña y quiere de nosotros y nosotras.
Pero también con ella manifestamos el compromiso de nuestra obediencia y su modo
de vivirla y comprenderla. No olvidamos, por otro lado, el proceso sinodal en el
que se encuentra la comunidad eclesial. Y éste nos lleva también a la celebración
del Año Jubilar de la Iglesia el próximo 2025. Un Jubileo ordinario de la Iglesia
universal en el que la Vida Consagrada tiene un papel relevante, porque puede aportar
su experiencia de vida como «peregrinos de la Esperanza» que somos, junto a todos
los demás miembros de la Iglesia.
El sueño es la imagen bíblica que nos recuerda la acción de Dios en nuestras vidas. Un sueño que nos despierta cada día renovados y comprometidos con la acción de Dios en el mundo y en sus realidades más necesitadas. Alguien llegó a decir que Dios creó el sueño para ayudarnos a renovar nuestro interior, para retomar fuerzas y afrontar así cada día. El ‘sueño de Dios en la propia vida’ es una oportunidad para el descanso, para la conversión, para la fidelidad. Pero también para la proyección de nuestros proyectos institucionales y quehaceres personales. El sueño de Dios se hace realidad en cada carisma y en cada consagrado. Asumimos el compromiso de seguir a los sueños de Dios que se nos manifiestan especialmente en los rostros humanos más sufrientes. No olvidamos la guerra, la injusticia, las relaciones insolidarias, el maltrato y la mentira. Todo ello clama a Dios en nuestros sueños.
Por eso podemos decir al unísono y bien despiertos, «Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad».
En este proceso
manifestamos la voluntad de renovar nuestra obediencia a Dios. Sabemos que toda
respuesta madura, contrastada, discernida y obediente se realiza por fidelidad a
su Amor. Por fidelidad obedecemos a la Palabra que nos alimenta desde la libertad
que nos proporciona. Por fidelidad obedecemos a las demandas y urgencias de los
hombres y mujeres de nuestro tiempo; sobre todo cuando requieren de una Palabra
hecha vida en las mediaciones que pueden ofrecer los distintos carismas. La obediencia
se vuelve la mejor palabra de libertad en la conciencia de los consagrados y consagradas
cuando se madura desde la escucha mutua, desde el discernimiento en común, desde
la capacidad que nuestros carismas nos otorgan para vivir la fraternidad como el
gran signo profético de nuestro tiempo. La obediencia carismática es profética en
su misma raíz y esencia. Somos conscientes, al mismo tiempo, de no lograr siempre
con la madurez adecuada la vivencia de nuestro voto de obediencia. Sus desviaciones
nos preocupan. ‘Por nuestro honor’ queremos evitarlas y corregirlas. En cualquier
caso, expresamos nuestra voluntad de seguir ahondando y profundizando en la actualización
del voto de obediencia, elemento impregnado en nuestro modo concreto de seguimiento
al Maestro, encarnando así también el Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad de María.
La riqueza
carismática que tenemos está muy presente en el proceso sinodal en el que se encuentra
la Iglesia. Si la Iglesia que Dios quiere en este siglo XXI es una Iglesia, ante
todo sinodal en su modo de ser, la Vida Consagrada no puede faltar. Es mucho lo
que aporta y puede seguir aportando para ayudar a la Iglesia en su conjunto a ser
realmente sinodal con todos los cambios y exigencias que ello conlleva. No tememos
a los cambios estructurales necesarios, siempre y cuando éstos nos acerquen más
y mejor al Evangelio de Jesús. Es también nuestra tarea y responsabilidad apoyarlos,
reforzarlos y hacerlos propios. Los consagrados valoramos y nos sumamos al proceso
iniciado por el Papa Francisco. En esto la Iglesia siempre contará con nosotros.
Cuando juntos discernimos el sueño de Dios para cada uno y para la Iglesia en su
conjunto, con la conversión necesaria, respondemos con la autoridad contenida en
la expresión «Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad».
Nuestros sueños, la renovación de nuestra obediencia y la participación sinodal en los procesos eclesiales y en nuestro modo de vida nos predisponen mejor para celebrar el Año Jubilar ordinario de la Iglesia en el 2025. Ser «peregrinos de la Esperanza», como así reza el lema de dicho jubileo, será nuestra respuesta positiva a la voluntad de Dios que hoy, en esta Jornada Mundial de la Vida Consagrada, queremos celebrar.
¡Feliz Jornada de la Vida Consagrada 2024 a todas y a todos!