Pestaña

viernes, 19 de enero de 2024

Pascua de María Bernarda Lorenzo Pérez

De la Fraternidad de Santa Ana, Badajoz
 (11-06-1933 – V16-01-2024)

La madrugada del día 16 de enero, en la fraternidad de Santa Ana de Badajoz, pasó a la casa del Padre, nuestra querida hermana María Bernarda Lorenzo Pérez, a consecuencia de una caída sufrida días antes. Nuestra hermana tenía 87 años.

Hemos celebramos la pascua de una Hermana Pobre de santa Clara, de una mujer que respondió desde muy joven a la llamada de Dios a la vida contemplativa franciscana y se mantuvo fiel al Señor a lo largo de 66 años. Ella, por el don de la consagración religiosa, anticipó el reino futuro, toda su vida fue anuncio de que somos ciudadanos del cielo, que nuestra verdadera morada está junto a Dios y que lo único realmente necesario en esta vida, es buscar el Reino de Dios y su justicia invocando incesantemente la venida del Señor.

Sor Bernarda nació en Breña Baja, La Palma (Tenerife), el día 11 de junio de 1937; hija de don Laureano y doña María, padres creyentes que vieron bendecido su hogar con nueve hijos: Ramón, Pancho, Goyo, Alejandra, Concepción, Inés, Esteban y Felisa (sor Bernarda en la vida religiosa), a los que transmitieron la fe y los valores de la vida cristiana. De ellos, 3 hijas fueron escogidas por el Señor para seguirle en la Vida Consagrada.

Ingresó en el monasterio de Santa Clara, en la Laguna (Tenerife), el 29 de noviembre de 1958. Tomó el hábito el 4 de abril de 1959, hizo la profesión temporal el día 24 de abril de 1960 y la solemne el 24 de abril de 1963. El 10 de agosto de 1969 se trasladó a este Real Monasterio de Santa Ana, quedando incardinada definitivamente el 5 de octubre de 1972.

Fue una hermana desprendida y austera, muy entregada a la comunidad: a lo largo de sus mejores años de vida, no escatimó esfuerzos físicos para la restauración del monasterio llegando incluso a colaborar con los albañiles en el traslado y subida de pesadas vigas de hormigón. Pero, además, el Señor la dotó de una gran habilidad para tallar la madera y con otras hermanas de la comunidad realizaron la restauración del retablo de esta iglesia tallando piezas importantes del mismo que estaban incompletas. Estas mismas manos fueron capaces de bordar en oro varias piezas litúrgicas y de confeccionar estructuras paras la instalación y clasificación de las piezas que se incorporarían a los nacientes espacios museísticos. Realizaba fielmente los trabajos a ella encomendados y hasta el final estuvo colaborando en las tareas comunitarias, ejerció diversos servicios comunitarios como el de ecónoma y formadora, dejando su impronta de rectitud en todos ellos. También colaboró en varios monasterios de la Federación cuando solicitaron ayuda a nuestra comunidad.

Los últimos años de su vida mostró un interés peculiar por acompañar a las hermanas mayores, teniendo con ellas un exquisito cuidado y solicitud. Fue una mujer de gran voluntad y sacrificada; sobrellevó con gran fortaleza, las diversas y dolorosísimas enfermedades que le aquejaron. Esta gran fuerza de voluntad y el deseo de permanecer fiel en las promesas realizadas al Señor por la consagración religiosa la fortalecían para asistir hasta el final, a todos los actos comunitarios. aun cuando sus fuerzas físicas fueran mermando.

Siempre manifestó un singular amor a la santísima Virgen, lo cual quedó especialmente manifiesto al final de sus días, cuando casi inconsciente, no cesaba de encomendarse a Ella y ofrecerle su vida.

Nosotras sus hermanas, agradecemos profundamente a Dios el don de su vida y vocación: su entrega y fidelidad a Dios, a la Iglesia y a nuestra Forma de vida, es testimonio de la gracia y misericordia del Señor hacia sus hijos amados y la humanidad.

¡Gracias Señor porque la creaste, gracias Señor porque nos la diste como hermana de fraternidad durante nuestra peregrinación terrena hacia la casa del Padre!

Sor Bernarda, esperamos volver a reunirnos en el cielo y alabar nuevamente juntas, al Padre de las misericordias por tanto bien recibido.