Que el Señor les dé la paz.
He querido esperar a la fiesta de la Bienaventurada Madre Santa Clara para escribiros tras recibir el nombramiento como ‘asistente religioso’ de vuestra Federación.
Doy gracias al Señor,
por recibir esta tarea que entiendo como misión fraterna, en la que intentaré
responder a la voluntad del Señor y no defraudar vuestra confianza.
Es justo y necesario
rendir tributo de gratitud al Padre Guillermo Cerrato, que, durante
tanto tiempo, ha desarrollado esta tarea como asistente, con ese magisterio de
sabiduría y buen consejo que le caracteriza, del que vosotras y nosotros somos
deudores. Dios quiera que su nueva etapa de guardianía en la Comunidad de San
Antonio de Cáceres esté llena de frutos espirituales. Sabemos que podremos
seguir contando con su ayuda y colaboración.
Asumo la tarea de
asistente como una posibilidad de crecimiento y formación. De crecimiento
porque supone para mí un nuevo reto en el que tendré mucho que aprender de
vosotras. De formación, porque es una trabajo hermoso y delicado que
necesita equilibrio sabio y prudente discernimiento para colaborar de modo que
el conjunto de la Federación, las Comunidades de los Monasterios y cada una de
las Hermanas pueda seguir caminando siguiendo las huellas de Cristo, según el
querer de Francisco y Clara de Asís, en el tiempo presente.
La tarea del ‘asistente religioso’ es un servicio fraterno que traduce en el presente la promesa de cuidado de San Francisco a Santa Clara. Por tanto se ofrece como un instrumento de acompañamiento respetuoso, maduro y fraterno en el discernimiento continuo de cómo vivir más evangélicamente vuestra hermosa vocación.
Habrá ocasión para seguir compartiendo reflexiones, pero creo que podemos coincidir en afirmar que el conjunto de la Vida Consagrada vive el reto de profundizar su identidad dentro de la Iglesia, y que concretamente la Vida Contemplativa, tras la renovación alumbrada en el pontificado del querido Papa Francisco, con la Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere y la Instrucción Cor Orans, vive un proceso renovador que se traduce concretamente en la renovación de vuestras Constituciones Generales.
Debemos estar agradecidos por poder participar en este proceso de renovación con libertad carismática y fidelidad eclesial desde una perspectiva de formación permanente, es decir, como un proceso de conversión personal y fraterno, para “tener siempre el corazón vuelto al Señor”.
El convencimiento
mutuo de que la formación permanente es el instrumento personal y comunitario
de la renovación del seguimiento de Cristo para poder abrirnos a la tarea de la
formación inicial, nos lleva también a reconocer que la formación, sea
permanente o inicial, es un itinerario penitencial, que exige
generosidad vocacional, trabajo constante y espíritu de sacrificio para
reclamarnos fraternamente a qué es a lo que el Señor nos llama a vivir vocacionalmente
en este presente.
Hoy estamos festejando a la Bienaventurada Madre Clara, aquella mujer cristiana, que aprendiendo del Padre San Francisco, se abrazó a la pobreza de Cristo, para enriquecerse con la vocación de mirarse continuamente en el espejo del rostro del Señor y dejarse transformar interiormente en Él.
Siguiendo con las líneas de animación, tareas formativas y espíritu de colaboración del camino largo y fecundo de la Federación, estamos llamados a recorrer juntos el presente con espíritu vocacional, generosidad personal y fraterna, comunión eclesial y disponibilidad formativa.
No debemos temer nuestras pobrezas porque estamos llamados a sanarlas con la riqueza de Cristo, con el tesoro del Evangelio, con la joya de vuestra Regla… con el regalo de Dios que cada hermana es.
Los retos y desafíos no son pocos, pero todo empieza con tareas pequeñas y simples, con pasos cortos pero claros, compartiendo en la vida cotidiana el don de la vocación. La Carta de los Ministros Generales con ocasión de la Fiesta de Santa Clara, “Escuchad Hermanas”, es una invitación a escuchar el pálpito de la vocación, para reconocer la vida interior que nutre vuestra vida contemplativa, fraterna y pobre.
En la Iglesia nadie camina sólo. En la Carta de la Madre Presidenta con ocasión también del día de Santa Clara, M. Isabel, se hace eco de palabras del Papa León invitando a los jóvenes a no ser centellas aisladas, sino más bien constelaciones que puedan dar luz en la noche… La fraternidad, médula de nuestro carisma, es nuestro hábitat natural por eso es más fácil caminar juntos.
Con espíritu de servicio fraterno empiezo esta misión al servicio del conjunto de la Federación, en colaboración con la Madre Presidenta, Sor Isabel, y del Consejo. Rezad, Hermanas, para que sepamos responder a la llamada del Señor.
A todas y a cada una, un abrazo en este día feliz de la fiesta de Santa Clara de Asís. Ruego a la Madre de Dios que interceda para que el Señor esté siempre con nosotros y nosotros siempre con Él.
Que el Señor les bendiga.
Guadalupe, 11 agosto 2025