(2
Co 5,20)
Queridos hermanos y hermanas:
El Señor nos vuelve a conceder este
año un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el
gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida
cristiana personal y comunitaria. Debemos volver continuamente a este Misterio,
con la mente y con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en
nosotros en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual
y lo abrazamos, respondiendo de modo libre y generoso.