Pestaña

sábado, 9 de agosto de 2025

Carta de la Madre Presidenta en la Solemnidad de nuestra Madre Sta Clara

 A TODAS LAS HERMANAS DE LA FEDERACION

 EL Señor os de su paz. 

Queridas hermanas con motivo de la celebración de nuestra madre y hermana santa Clara de Asís, escribo esta carta queriendo compartir con vosotras algún eco de la celebración del 8º Centenario del Canto de Exhortación para las Damas Pobres de San Damián Audite Poverelle” de nuestro padre S. Francisco. 

¡Es tan importante este Escrito para nosotras!, tengamos en cuenta que Clara asume esta Exhortación como una última voluntad de Francisco para ella y las hermanas

Esta Exhortación “es poesía, canto con la elegancia del caballero y el amor del padre espiritual, resumen entrañable de los rasgos del carisma contemplativo de Clara. Compuesto por Francisco en las mismas circunstancias espacio temporales que el Cántico de las criaturas, estando en San Damián en los primeros meses de 1225, conserva una frescura muy próxima al cántico, coincide con él hasta en el contenido de fondo[1] 

Agradecemos a los Ministros Generales de la Orden, que la Carta de este año para la Solemnidad de santa Clara, haya sido también elaborada con referencia a este Escrito.

 A principios de año ya tuvimos un encuentro formativo al respecto, impartido por la hermana Sr Chiara Grazia de Italia, pero me gustaría de nuevo traerlo a la memoria de nuestro corazón, para que juntas podamos celebrar este día teniendo también como motivación y alimento espiritual la Celebración del Centenario de este Escrito de Francisco a nosotras las Damas pobres.

 

“Escuchad Pobrecillas por el Señor llamadas 

Comienza este Cántico con la palabra “Escuchad”, “Escucha Israel” es el primer mandamiento de todos: escuchar lo que dice el Señor. Así nos lo recuerda el salmista: “voy a escuchar lo que dice el Señor, Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos, y a los que se convierten de corazón. “Escucha hija mira, inclina el oído, olvida tu pueblo y la casa paterna, prendado está el rey de tu belleza. Esa fue la invitación del Padre al señalar a Jesucristo en la transfiguración: “Éste es mi hijo, el amado, escuchadlo. De ello se hizo eco el propio Jesús, cuando al predicar en parábolas afirmaba “el que tenga oídos, que oiga”. Y es algo que está presente también en el último libro de la Biblia, en la llamada del autor del Apocalipsis a oír lo que el Espíritu dice a las iglesias. Francisco nos invitan pues a escuchar.

 Aquí se nos presenta un desafío: tratar de acallar los ruidos y darnos cuenta de que, cuando prescindimos de lo superfluo, encontramos una voz tan firme como sutil, la del Esritu del Señor que tiene algo que decir a nuestra vida en lo cotidiano y en los acontecimientos grandes y pequeños, para poder llevar a cabo su santa operación. 

Al principio de nuestra vocación se nos concedió el don de escuchar al Señor, de otra forma no estaríamos aquí.  En un primer momento, Él pudo entrar en nuestra vida, nos atrajo hacia sí, y escuchamos su voz. 

 

“Pobrecillas 

Condición indispensable para escuchar las palabras de Francisco en este Escrito es identificarme con este nombre Pobrecillas, si yo me siento identificada con él puedo seguir leyendo, solo entonces su contenido puede decir algo a mi vocación. 

Por lo tanto, el primer paso es preguntarme ¿Mi vida: mis sentimientos, mis opciones, mis actitudes están en consonancia con el ser pobrecilla?, esta es mi identidad ser y vivirme como pobrecilla. Tomemos conciencia de esta vocación de pobreza en la que todo nos es dado. 

Puedo escuchar ciertamente si soy hermana pobre, que ha recibido el Don de la vocación en la que el Hijo de Dios se nos ha hecho camino, verdad y vida. Para saber dónde tenemos que poner las huellas detrás de Él, hay que escuchar, y esto nos cuesta. 

 

Que de muchas partes y provincias habéis sido convocadas 

Vamos a tomar conciencia de sabernos llamadas, una Palabra que vino a mi vida y la llevó a una Vocación. Esta Palabra me hizo recorrer un auténtico éxodo sico y vocacionalmente, apostando por una itinerancia en mi vida de la que sólo Dios conoce el camino. 

Convocadas por Dios nos hacemos hermanas. El Señor nos ha llamado y nos hemos encontrado unas con otras, se nos ha dado el don de la Santa Unidad, que hay que construir y agradecer cada día. Fundamentadas en esta unidad, fruto del amor de la Trinidad podemos vivir nuestra vocación desde nuestra pobreza. 

Sólo unidas somos fuertes en la fe, solo la caridad de Dios en nosotras puede hacer que no rehusemos indigencia alguna, ni pobreza, ni trabajo, ni tribulación, ni afrenta, ni desprecio del mundo, sino que, al contrario, siguiendo el ejemplo de los santos y de sus hermanos, todas estas cosas las tengamos por grandes delicias” TesCl

 

 

“Vivir en la verdad para morir en obediencia 

Vivir en autenticidad, no huir de la verdad, de la realidad tal y como es, en mi misma, en la Comunidad, en el mundo

Vivir ante Dios y en su presencia. Nuestra verdad tiene como medida la Palabra de Dios que nos lleva más allá de nosotras mismas a la libertad del Esritu, en la que conocemos cómo somos conocidas y amadas somos lo que somos ante Dios”. La verdad que nos libera de la imagen que nos hacemos de nosotras mismas y de los demás y de la esclavitud que esto supone, y que además nos lleva a poder adorar al Señor en esritu y en verdad. 

Para morir en obediencia” poder morir en el seguimiento de Cristo, el Esposo pobre y humilde que se nos ha hecho camino.

 

“No viváis la vida de fuera porque la del Espíritu es mejor” 

Todo en nuestra vocación depende de esto, para esto he sido llamada y no necesito otra justificación, sino la propia vida interior. Este es el perfume de nardo carísimo derramado a los pies del Señor. Este es el don de los dones, dejemos la distracción, el entretenimiento, las ocupaciones que cilmente justificamos y que nos hacen salir de esa llamada a la vida interior. Es cierto que, al tener más acceso a los medios de comunicación que en un pasado, somos más conocedoras de lo que ocurre en nuestro mundo, pero es tanta la información y tantas las veces que nos distraemos de lo esencial y central de nuestra vocación: la escucha de la Palabra, la escucha del Señor en nosotras, la escucha de la hermana, la escucha del pobre que grita.

 

Con discreción administrar las limosnas que os da el Señor” 

Esta es la sabiduría de la pobreza, que nos invita a estar siempre en tensión y en discernimiento, sabiendo que es poco lo que necesitamos para vivir y que estamos llamadas a compartir, a ser solidarias, teniendo como criterio la dignidad humana de las hermanas y del pobre que se nos acerque. 

Es una llamada a usar las limosnas que el Señor nos da para cuidar a las hermanas y nuestras vidas. Cuidado con el peligro de buscar intereses personales y no buscar el bien común de las hermanas, con discreción en discernimiento. Dios es el gran limosnero, es la fuente de la Misericordia, de la Providencia y de la Gracia. Todo es don y gracia, nada me pertenece he sido llamada a vivir sin propio, a no apropiarnos del don sino a respetarlo y ponerlo al servicio de los demás, como el buen administrador (IP 4,10). 

“Las que con el peso de la enfermedad están cargadas y las otras que por ellas están fatigadas, unas y otras soportadlo en paz, que muy cara venderéis vuestra fatiga, porque cada una se reina en el cielo coronada con la Virgen María”. 

Esta es la riqueza de nuestra vida, las debilidades compartidas, camino de acogida paciente y humilde de la debilidad y la enfermedad de mi hermana. “Llevar sobre si las fatigas de mi hermana”: Palabra encarnada del buen samaritano, que es Jesús, que monta sobre su cabalgadura y que cura las heridas. Un día nos recog del camino y nos montó en su cabalgadura, nos trajo a la fraternidad y las hermanas con el aceite de la caridad sanan nuestras heridas y nos hacen vivir en medio de nuestra debilidad y enfermedad, con la dignidad de hijas de Dios.

 

Soportadlo todo en paz”

Con serenidad y paciencia, nos toca llevar unas el peso de las otras y saberme cuidadora de mis hermanas. Esto supone gran dificultad en muchos momentos en los que cuesta más “el soportar”. Sólo en la medida en que yo recuerdo las veces que soy soportada, esto me dará fuerzas para cuidar a mi hermana. Por eso la paciencia, la colaboración mutua, el saber que la otra es del Señor y ha sido encomendada a mi cuidado, es lo que nos sostiene en la debilidad. 

Muchas de nosotras podemos dar fe de esto, sin la fortaleza que las hermanas te han dado y sin el aceite de la caridad, la acogida y la paciencia con nosotras no podríamos seguir adelante con la esperanza y alegría del don de nuestra vocación. ¡Loado seas mi Señor por el don de las hermanas! 

Y en caso de duda y de falta de fuerza miremos a María, la sierva, qué es Reina precisamente desde su ser pobrecilla y servidora. Ella es la que nos convoca por este camino humilde, sencillo y fraterno alimentado por la vida interior. De no ser así no podemos vivir nada de lo que este hermoso texto nos dice. Y que contiene la esencia de nuestra vocación. 

Concluyendo: caminemos a la voz de nuestro padre San Francisco, quien nos mostró y enseñó de palabra y con el ejemplo que “El Hijo de Dios se ha hecho para nosotras camino y él, verdadero amante e imitador suyo no se conten con exhortarnos durante su vida con muchas palabras y ejemplos al amor y la observancia de la santísima pobreza, sino que también nos dejó varios escritos” (TesCl), entre ellos el “Audite Povelle “: 

Convocadas por el Señor a una misma vocación de hermanas pobres, para escuchar y vivir en obediencia a su voluntad cada día, siendo transparentes, sinceras, verdaderas y auténticas no nos engañemos unas a otras” (Col 3, 9) 

Que nuestra vocación sea la vida del esritu, no la de la carne; creed en Dios y creed en el Hijo de Dios que se ha hecho camino para nosotras y creed que su obra sigue realizándose en nosotras, no creamos que ya hemos llegado o que ya hemos hecho bastante, aspirad siempre al más de Dios, a nacer de nuevo y a ser esas criaturas nuevas que el Señor ha empezado a recrear en nosotras a imagen de su Hijo querido, desde nuestro Bautismo. “Os habéis despojado del hombre viejo, con sus obras, y os hais revestido de la nueva condición que, mediante el conocimiento, se va renovando a imagen de su Creador, Col 3, 9-10. 

Caminemos en santa unidad cargando unas con la debilidad de las otras, mi hermana es hija del Altísimo, ella me cuida, me sostiene y suple mis deficiencias y yo estoy llamada a lo mismo, mi hermana es don y no una carga. 

Y al final recibiremos la visita de María acogiéndonos en el cielo, llevándonos con Ella porque así, como la gloriosa Virgen de las vírgenes lo lle materialmente en su seno, a también tú, siguiendo sus huellas , principalmente las de la humildad y la pobreza, puedes, sin lugar a dudas, llevarlo siempre espiritualmente en tu pecho casto y virginal, teniendo dentro de ti a aquel que os tiene dentro de sí a ti y a todas las cosas , y poseyendo aquello que se posee más firmemente que todas las posesiones pasajeras de este mundo”( 3CtaCI). 

Además, se me ha concedido el don de “darlo a luz por las obras santas. que deben ser luz para, los demás por el ejemplo (lCtaF). Traigamos a Jesús a nuestro mundo roto, desesperado, sufriente, nos necesitan. El Señor nos ha dejado ese encargo. 

Termino con palabras del Papa León a los jóvenes y que me gustaría que la hagamos nuestras: “¡Cntas veces hemos apagado nuestra luz por miedo, vergüenza o pereza! Pero Jesús no nos llama a ser centellas aisladas, sino constelaciones que iluminan la noche del mundo.” 

¡Que así sea hermanas, que sois hijas de la luz como Clara! 

Recibid un abrazo fraterno para cada una de las hermanas de vuestras Comunidades y mi oración por vosotras. 

Vuestra hermana y servidora.

 

 Prot.12/25                                                                              

 4 de agosto de 2025

 Isabel Cobo Jiménez, osc

Presidenta federal




[1] Francisco y Clara de Asís Escritos, Editorial Aránzazu