Pestaña

sábado, 8 de agosto de 2020

Carta de Madre Presidenta en la fiesta de Sta Clara

Sor Mª Teresa Domínguez Blanco, o.s.c.  

 A TODAS LAS HERMANAS DE LA FEDERACIÓN 

 “Angostos son el camino y la senda, y estrecha la puerta por los que se va y se entra en la vida, y son pocos los que caminan y entran por ellos y, si hay algunos que por un cierto tiempo van por ellos, son poquísimos los que perseveran. Dichosos, pues, aquellos a los que se les ha dado caminar por ellos y perseverar hasta el fin. Estemos atentos, por tanto, para que, si hemos entrado por el camino del Señor, de ningún modo nos apartemos jamás de él por nuestra culpa e ignorancia, no sea que injuriemos a tan gran Señor y a su madre la Virgen y a nuestro bienaventurado padre Francisco, a la Iglesia triunfante y también a la militante. Pues escrito está, malditos los que se apartan de tus mandatos (TestCl 71.74-76)

  Queridas hermanas;

Un año más, la celebración de nuestra hermana y madre nos impulsa a acercarnos con actitud de discípulas obedientes a su mensaje y testimonio de vida.

En esta ocasión inicio este saludo con los versículos finales del Testamento, donde después de una fuerte llamada a la fidelidad, termina con la exhortación a la perseverancia en el camino emprendido. ¡Fidelidad y perseverancia! Dos términos centrales del último documento publicado por la CIVCSVA: “El don de la fidelidad. La alegría de la perseverancia” y que, junto a los escritos de Clara, principalmente su Testamento, me van a servir de referencia en esta reflexión. 

“A partir de los textos conciliares, el binomio «fidelidad-perseverancia» ha caracterizado el magisterio sobre la vida consagrada. El Concilio, así como los textos sucesivos, no entienden los dos términos como sinónimos, sino como aspectos inseparables de una única disposición espiritual: la perseverancia es una cualidad indispensable de la fidelidad… La fidelidad se confronta con el tiempo, con la historia, con la vida cotidiana. Si la fidelidad es una virtud esencial en toda relación interpersonal, la perseverancia es la virtud específica del tiempo: interpelan sobre la relación con el otro… Un camino de fidelidad en la perseverancia exige saber mirar con realismo y objetividad la propia experiencia de persona consagrada, sin cerrar los ojos ante la aparición de problemas o de una situación crítica, que pueden ser señal de una fidelidad inestable o consecuencia de la infidelidad” [1].

El Testamento de Clara conjuga estas dos actitudes en el marco de una vida real, concreta, donde se pone a prueba una existencia vivida para el Señor y por Él, gastada también a favor de los demás; es una existencia que conoce dificultades y estrecheces, donde la fidelidad-perseverancia peligra y no resulta fácil: “es angosto el camino y son muy pocos los que perseveran hasta el fin”.

Y es que la perseverancia sólo puede sostenerse si no apartamos de nuestra mente y de nuestro corazón la obra que Dios ha hecho y hace, diariamente, con nosotras. No es casual que Clara haya comenzado su Testamento haciendo alusión a los múltiples dones que hemos recibido y diariamente recibimos del Padre de las misericordias; a la gratuidad de la elección, que “cuanto más perfecta y mayor, tanto más le debemos”; a la “copiosa benignidad de Dios para con nosotras”; a la grandeza de la misión que, en su designio de amor, nos ha encomendado: ser ejemplo y espejo para las de dentro y para los de fuera.

Clara, desde el inicio de su conversión hasta su tránsito, mantiene lúcida la conciencia de la gracia y misericordia con la que tan extraordinario Señor le ha sostenido, le ha bendecido, le ha multiplicado… y por la que se siente obligada a bendecir y alabar a Dios y a afianzarse más y más en el Señor para hacer el bien. Todo ha sido pura dádiva: la vocación, el Hijo de Dios hecho camino, la luz de la gracia que el Señor le había dado por medio de la vida y doctrina de Francisco, las hermanas que le dio poco después de su conversión, la perseverancia en la indigencia, en la pobreza extrema, en la afrenta, en el desprecio[2]

Ella hace memoria Dei, no se cansa de recordar su historia de salvación, la alianza de Dios con ella, la bondad y fidelidad de Dios para con su criatura amada. Es la fidelidad de Cristo Jesús, el Señor, el anonadado y entregado por amor, lo que lleva a Clara a permanecer en el amor, perseverando en medio de grandes contrariedades y pidiendo a las hermanas, presentes y futuras, la perseverancia final. La experiencia del amor gratuito de Dios es hasta tal punto, tan íntima y fuerte en ella que siente que debe responder con la entrega incondicional de su vida[3] y no desear ni tener nada fuera de Él; esto implica unirse, “con toda el alma y todo afecto de corazón, al Esposo del más noble linaje, el Señor Jesucristo” (1CtaCl 6-7); implica colocar alma, corazón y mente, en el Espejo, en Cristo hasta transformarse totalmente en imagen de su divinidad (cf. 3CtaCl 12- 13).

El papa Francisco exhorta con frecuencia a hacer memoria, a recordar el amor de predilección de Cristo, y precisa: «que éste tiene «tres características: es fiel; es perseverante, no se cansa nunca de amar; es fecundo. [...] La fidelidad es precisamente el ser del amor de Jesús»[4].

Hermanas, cada día hay que renovar la Fidelidad divina, el amor inquebrantable de Dios por cada una de nosotras: “Aunque los montes se desplomen… mi amor por ti no se moverá”, “Aunque la madre se olvide de su hijo, yo no te olvido. Mira en las palmas de mis manos te tengo tatuada[5]. Para no apartarnos del camino emprendido hay que «permanecer centradas, firmes en el Dios que nos ama y nos sostiene. Desde esa firmeza interior es posible aguantar, soportar las contrariedades, los vaivenes de la vida, y también las agresiones de los demás, sus infidelidades y defectos: Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?[6]”.

Necesitamos la solidez interior, que nos da el vivir arraigadas en Cristo Jesús, el testigo fiel, icono de fidelidad, el que posibilita nuestro permanecer en el Amor, venciendo ansiedades que conducen al abandono, a la huida, a mirar para otro lado, y nos permite mantenernos al lado de las demás, aun cuando eso no nos brinde las satisfacciones inmediatas que buscamos, porque quien se apoya en Dios también puede ser fiel[7] .

Pidamos luces para leer, discernir la propia historia e interrogarnos sobre la “fidelidad del amor”. No basta con estar, vivir en el Monasterio un año, otro, y otro; son muy grandes los desafíos que la Iglesia, que nuestra hermana y madre Clara nos hacen en este tiempo histórico en el que hemos cogido el relevo carismático y somos llamadas a continuar la obra comenzada, siendo fecundas como lo fue ella “cuya luz oculta resplandeció en toda la Iglesia” y como lo fueron tantas hermanas nuestras, verdaderos testimonios de santidad.

Nuestra hermana y madre también hoy nos dice a nosotras: “Os suplico, en cuanto puedo, a vosotras, a cada una de vosotras, con humildes ruegos, por las entrañas de Cristo, que queráis afianzaros en su santo servicio, progresando de bien en mejor, de virtud en virtud” (Cf. 1 Cart.Cl 31), esta última frase: “Progresando, de bien en mejor, de virtud en virtud” nos indica que la fidelidad y perseverancia nada tienen que ver con una vida mediocre, rutinaria, cansina. Cuando se entra en este camino angosto del seguimiento de Cristo pobre y humilde, hay que hacer –continuamente- una opción exclusiva por el Señor, hay que hacer una opción valiente y decidida por la identificación con Cristo siervo-humilde, y esto no se nos da de una vez por todas, requiere proceso, requiere movimiento, requiere esfuerzo. “Amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo a todas mis hermanas, las presentes y las que han de venir en el futuro, que se esfuercen siempre en seguir el camino de la santa simplicidad, la humildad y la pobreza, como también la rectitud de la vida religiosa en común, según fuimos instruidas, desde el inicio de nuestra conversión por Cristo y por nuestro beatísimo padre Francisco”[8]; requiere confrontación diaria con Él y con las hermanas, espacio, este último, donde se evidencia la verdad de nuestro seguimiento en pobreza y humildad.

No hay que olvidar, como muy bien señala el documento, recogiendo las ideas desarrolladas por el Magisterio de la Iglesia, que si para ser fiel necesitamos enardecer los corazones en el encuentro a solas con el Señor, también necesitamos “la perseverancia misma de cada uno de los miembros de la comunidad en el camino personal de adhesión a Cristo, que se realiza también a través del cuidado de las relaciones comunitarias”[9] .

En el número treinta y siete del documento se ha recogido un texto precioso de la instrucción “La vida fraterna en comunidad. Congregavit nos in unum Christi” en el cual se acentúa la importancia de la calidad de una vida fraterna en la perseverancia de los hermanos: «La calidad de la vida fraterna -se lee en la instrucción— también incide poderosamente en la perseverancia de cada religioso. Así como una baja calidad de vida fraterna ha sido aducida frecuentemente como motivo de no pocos abandonos, también la fraternidad vivida auténticamente ha constituido y sigue constituyendo todavía un valioso apoyo para la perseverancia de muchos. En una comunidad verdaderamente fraterna, cada uno se siente corresponsable de la fidelidad del otro; todos contribuyen a crear un clima sereno de comunicación de vida, de comprensión y de ayuda mutua; cada uno está atento a los momentos de cansancio, de sufrimiento, de soledad, de desánimo del hermano, y ofrece su apoyo a quien está entristecido por las dificultades y las pruebas. De este modo, la comunidad religiosa, que alienta la perseverancia de los hermanos, adquiere también la fuerza de signo de la perenne fidelidad de Dios y, por eso, de apoyo para la fe y para la fidelidad de los cristianos”.

Dicho con palabras de Clara, el amor mutuo hecho obras, el cuidado recíproco, se convierte en una ayuda muy eficaz para crecer en fidelidad y perseverar hasta el final. “Y amándoos mutuamente por la caridad de Cristo, mostrad exteriormente con las obras el amor que interiormente os tenéis, para que, estimuladas las hermanas con este ejemplo, crezcan siempre en el amor de Dios y en la caridad mutua” (TestCl 59-60).

Sin negar lo anterior, hay que tener presente que «esta fidelidad nunca la podemos conquistar con nuestras fuerzas; no es únicamente fruto de nuestro esfuerzo diario; proviene de Dios y está fundada en el “sí” de Cristo”, de ahí que la primera perseverancia que estamos invitadas a conservar es la petición continua de la gracia de la fidelidad. Con humildad y constancia, pidamos diariamente, tanto para nosotras como para cada una de las hermanas, la gracia de la fidelidad, sabiendo de antemano que ésta nunca ha sido negada a quienes la piden con fe y confianza[10].

Somos dichosas porque se nos ha concedido entrar en el camino del Señor y seguiremos siéndolo, si perseveramos hasta el final[11]. «Nuestros contemporáneos quieren ver en las personas consagradas el gozo que proviene de estar con el Señor”[12]. y nosotras mismas necesitamos experimentar el gozo de una vida centrada en él y desde Él, entregada a los demás.

Termino haciendo mía la oración de Clara: “Doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo para que, por los méritos de la gloriosa Virgen santa María, su madre, y de nuestro beatísimo padre Francisco y de todos los santos, el mismo Señor que inició en nosotras la obra buena, nos dé también el incremento y la perseverancia final. Amén” (TestCl 71-77).

Muy unidas en la celebración de la fiesta de nuestra hermana y madre Clara, me encomiendo a vuestras oraciones y os tengo presentes en las mías. ¡Pidamos la mutua fidelidad creativa en el seguimiento de las huellas de Cristo en humildad y pobreza, según la forma de vida recibida!

Vuestra hermana: 

                                                                       Mª Teresa Domínguez Blanco                                                                                      Presidenta Federal

Prot. 19/2020                                                                                           Badajoz 31-VII-2020




[1] “El don de la fidelidad. La alegría de la perseverancia” CIVCSVA, Nº 23.29.4 

[2] Cf. TestCl 22.

[3] Cf. El don de la fidelidad… nos 24.32

[4] El don de la fidelidad… nº 24

[5] Cf. Is 49,15-16

[6] Cf. El don de la fidelidad… nº 61

[7] Ibid

[8] TestCl 56-57

[9] Cf. El don de la fidelidad… nº 35

[10] Ib. nº 25 y 39

[11] Cf TestCl 73

[12] Cf. Op.cit. 42