Pestaña

miércoles, 1 de agosto de 2018

El Perdón de Asís

¿Qué es el Perdón de Asís?
El ‘Perdón de Asís’ se concede a los peregrinos que van a la Porciúncula para recibir la indulgencia plenaria que San Francisco obtuvo de Honorio III en 1216.
La Iglesia ha seguido, hasta nuestros días, otorgando y ampliando esa gracia extraordinaria. 

En la actualidad, esta Indulgencia puede lucrarse no sólo en Santa María de los Ángeles o la Porciúncula, sino en todas las iglesias franciscanas, y también en las iglesias catedral y parroquial, cada 2 de agosto, día de la Dedicación de la iglesita, una sola vez, con las siguientes condiciones:
1) visitar una de las iglesias mencionadas, rezando la oración del Señor y el Símbolo de la fe (Padrenuestro y Credo)
2) confesarse, comulgar y rezar por las intenciones del Papa, por ejemplo, un Padrenuestro con Avemaría y Gloria estas condiciones pueden cumplirse unos días antes o después, pero conviene que la comunión y la oración por el Papa se realicen en el día en que se gana la Indulgencia.

Capilla de la Porciúncula. 
Un poco de historia
En la verde llanura umbriana, en el corazón de la pequeña ciudad de Santa María de los Ángeles, se alza el inmenso templo de la Basílica de la Porciúncula de Santa María de los Ángeles del siglo XVI, dentro del municipio de Asís pero a unos 4 kilómetros afuera de las murallas de la ciudad. Esta Basílica nos introduce en el corazón de Francisco y en el misterio mismo de la ciudad seráfica: «En las puertas de Asís está la representación de los bienaventurados espíritus, los ángeles, que están en la presencia de la Santísima Trinidad y forman una corona en torno a la Madre de Dios… oh María, Reina de los Ángeles, desde aquí nos muestras el camino del paraíso» (Juan XXIII).
La Basílica encierra desde hace siglos entre sus blancos muros, a manera de un relicario, la perla preciosísima de la iglesita de la Porciúncula. Allí inició el movimiento franciscano. El nombre Porciúncula significa ‘pequeña porción de tierra’ y es mencionado por vez primera en un documento que data de 1045, actualmente en los archivos de la Catedral de San Rufino, en Asís.
Es éste el lugar más sagrado y venerable del franciscanismo, la «cuna pétrea de los Menores» donde, como puntualiza en una síntesis estupenda San Buenaventura, segundo biógrafo de San Francisco, éste «comenzó humildemente, prosiguió virtuosamente y concluyó felizmente su camino espiritual». Cuando Francisco llegó aquí a principios del siglo XIII, la iglesita humilde y solitaria dedicada a la Asunción de la Virgen estaba rodeada por un bosque de encinas y se encontraba en un estado de abandono casi total.
Francisco compadecido la reparó con sus propias manos e hizo de ella un punto de referencia para toda su vida y para la vida de la fraternidad franciscana. Fue aquí donde bajó a su corazón inflamado de ardor juvenil, aún inquieto y a la búsqueda, aquella palabra encendida de Cristo que lo arrancó definitivamente del mundo y de las cosas de antes, empujándolo con fuerza y entusiasmo por el camino del Evangelio.
La antigua iglesita de Santa María de los Ángeles o de la Porciúncula es la cuna e iglesia madre de la Orden de los Menores. Francisco la amó más que a todos los demás lugares de la tierra y, moribundo, la encomendó a sus hijos como morada «queridísima de la Madre de Dios». Fr. León, amigo, confidente y confesor de Francisco, en el «Espejo de perfección», sintetiza el amor del seráfico Padre por la iglesita de la Porciúncula en el siguiente pasaje:
«Lugar santo, en verdad, entre los lugares santos. Con razón es considerado digno de grandes honores. Dichoso en su sobrenombre (la Porciúncula); más dichoso en su nombre (Santa María); su tercer nombre (de los Ángeles) es ahora augurio de favores. Los ángeles difunden su luz en él; en él pasan las noches y cantan.
Después de arruinarse por completo esta iglesia, la restauró Francisco; fue una de las tres que reparó el mismo Padre. La eligió cuando cubrió sus miembros de saco.
Fue aquí donde domeñó su cuerpo y lo obligó a someterse al alma. Dentro de este templo nació la Orden de los Menores cuando una multitud de varones se puso a imitar el ejemplo del Padre.
Aquí fue donde Clara, esposa de Dios, se cortó por primera vez su cabellera y, pisoteando las pompas del mundo, se dispuso a seguir a Cristo. La Madre de Dios tuvo aquí el doble y glorioso alumbramiento de los hermanos y las señoras, por los que volvió a derramar a Cristo por el mundo. Aquí fue estrechado el ancho camino del viejo mundo y dilatada la virtud de la gente por Dios llamada. Aquí, compuesta la Regla, volvió a nacer la pobreza, se abdicó de los honores y volvió a brillar la cruz. Si Francisco se ve turbado y cansado, aquí recobra el sosiego y su alma se renueva. Aquí se le muestra verdadero aquello de que duda y además se le otorga lo que el mismo Padre demanda» (EP 84)

 LA VIVENCIA DE SAN FRANCISCO DE ASIS
En julio de 1216, Francisco pidió en Perusa a Honorio III que todo el que, contrito y confesado, entrara en la iglesita de la Porciúncula, ganara gratuitamente una indulgencia plenaria, como la ganaban quienes se enrolaban en las Cruzadas, y otros que sostenían con sus ofrendas las iniciativas de la Iglesia. De ahí el nombre de Indulgencia de la Porciúncula, Perdón Asís, Indulgencia o Perdón de las rosas u otros parecidos.
Un día del verano de 1216, el Pobrecillo partió para Perusa, acompañado del hermano Maseo. La noche anterior Cristo y su Madre, rodeados de espíritus celestiales, se le habían aparecido en la capilla de Santa María de los Ángeles:
– Francisco -le dijo el Señor-, pídeme lo que quieras para gloria de Dios y salvación de los hombres. – Señor -respondió el Santo-, os ruego por intercesión de la Virgen aquí presente, abogada del género humano, concedáis una indulgencia a cuantos visitaren esta iglesia.
La Virgen se inclinó ante su Hijo en señal de que apoyaba el ruego, el cual fue oído.
Jesucristo ordenó luego a Francisco se dirigiese a Perusa, para obtener allí del Papa el favor deseado. Ya en presencia de Honorio III, Francisco le habló así: – Hace poco que reparé para vuestra Santidad una iglesia dedicada a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios. Ahora vengo a solicitar en beneficio de quienes la visitaren en el aniversario de su dedicación, una indulgencia que puedan ganar sin necesidad de pagar ofrenda alguna. – Quien pide una indulgencia -observó el Papa-, conviene que algo ofrezca para merecerla… ¿Y de cuántos años ha de ser esa qué pides? ¿De un año?… ¿De tres?… – ¿Qué son tres años, santísimo Padre? – ¿Quieres seis años?… ¿Hasta siete? – No quiero años, sino almas. – ¿Almas?… ¿Qué quieres decir con eso? – Quiero decir que cuantos visiten aquella iglesia, confesados y absueltos, queden libres de toda culpa y pena incurridas por sus pecados. – Es excesivo lo que pides, y muy contrario a las usanzas de la Curia romana. – Por eso, santísimo Padre, no lo pido por impulso propio, sino de parte de nuestro Señor Jesucristo. – ¡Pues bien, concedido! En el nombre del Señor, hágase conforme a tu deseo.

Palabras de san Francisco antes de morir:
Del aprecio que tenía Francisco a la Porciúncula y que quiso inculcar a sus hijos, dan fe las palabras que el Santo ya moribundo les dirigió y que recoge su primer biógrafo Tomás de Celano: «Mirad, hijos míos, que nunca abandonéis este lugar. Si os expulsan por un lado, volved a entrar por el otro, porque este lugar es verdaderamente santo y morada de Dios. Fue aquí donde, siendo todavía pocos, nos multiplicó el Altísimo; aquí iluminó el corazón de sus pobres con la luz de su sabiduría; aquí encendió nuestras voluntades en el fuego de su amor. Aquí el que ore con corazón devoto obtendrá lo que pida y el que profane este lugar será castigado con mucho rigor. Por tanto, hijos míos, mantened muy digno de todo honor este lugar en que habita Dios y cantad al Señor de todo corazón con voces de júbilo y alabanza» (1 Cel 106).



ICongreso Mundial de Hermanas Pobres de Santa Clara 2008