Carta en la Solemnidad de la Natividad del Señor
A los hermanos de la Provincia, a las hermanas contemplativas OSC, OIC y TOR, A los hermanos y hermanas de la OFS, a las hermandades y movimientos franciscanos
«Éste es el día que hizo el Señor; saltemos de gozo y alegrémonos en Él. Porque se nos ha dado un Niño santísimo, amado, y nació por nosotros en el camino, y fue colocado en un pesebre, pues no tenía sitio en la posada». (OffPass Salmo 15,6-7)
El Señor te dé la Paz.
El desaliento y la rutina apagan muchas vidas y conllevan una cierta desafección por aquello que un día determinó nuestro corazón, sin temer que nos arrastre el afán de alentar el subjetivo interés antes que estar disponibles al plan de Dios. De este modo, vamos ahogando la esperanza y nos dejamos llevar mientras va pasando la vida sin que la Vida auténtica, la que se nos manifiesta en la pequeñez y la “nada” de Belén, encuentre cobijo y morada donde habitar.
Hemos vivido recientemente el contraste entre la riada devastadora que arrasó el sureste español, con la pérdida de seres queridos y bienes necesarios para muchas familias y, por el contrario, tantos signos de aliento, sacrificio y solidaridad de personas anónimas que decidieron responder al trágico sufrimiento con el amor generoso. ¿No es éste un signo de esperanza y una llamada a despertar? Donde creíamos que no había nada que esperar, hemos encontrado corazones bondadosos y altruistas que espontáneamente optaron ofrecer su tiempo y sus vidas para ayudar, cuidar y reponer.
¿Y nosotros, qué? Resuenan las palabras del apóstol Pablo: Ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora la salvación está más cerca de nosotros que cuando abrazamos la fe (Romanos 13,11b). El estar en vela, diligentes y vigilantes, acorde con el Adviento, obliga a una respuesta de nuestra parte, saliendo del confort, las rutinas, el desconcierto y la comodidad para ponerse en camino hacia el encuentro con el Dios, que viene a sacar de nosotros todo lo bueno con que fuimos creados.
Por eso, decimos con Francisco de Asís: Saltemos de gozo y alegrémonos, porque se nos ha dado un Niño santísimo, y nació por nosotros. Contemplando a este Niño santísimo que se nos da y que nace por nosotros, podemos decirle desde lo más profundo del corazón: Tú eres nuestra esperanza, porque haces todo nuevo, escogiendo en el camino de la vida ofrecerte pobre y humilde en el pesebre de Belén. Así, narrando la experiencia vivida por el Poverello en Greccio, escribe Tomás de Celano: «Allí recibe honor la simplicidad, es enaltecida la pobreza, se valora la humildad» (1Cel 85).
Desde este presupuesto, de cara al proyecto personal y fraterno, podemos buscar el itinerario a seguir:
1. El camino de la esperanza pasa por una oración sincera que transforme y despoje, frente al mero cumplimiento ritual (si es que se hace), de modo que demos el salto a colmar el corazón de agradecimiento por el don recibido.
2. El camino de la esperanza pasa por el reconocimiento propio de lo que somos ante este Dios, frágil y débil, que se nos ofrece, frente a la tentación del autoengaño y la autojustificación, y así andaremos en la verdad y en un continuo proceso de conversión; es decir, de vuelta a Dios y abandono de las sendas que nos encierran en el individualismo y el hedonismo.
3. El camino de la esperanza pasa por una mirada compasiva y llena de misericordia, la de un Niño indefenso, frente a tantas miradas de desprecio y de prejuicios o a la tentación de cerrar los ojos para no ver ni sentir el dolor del que tenemos al lado.
4. El camino de la esperanza rebosa de alegría veraz, la que anuncian los ángeles a los pastores, frente a tantas miradas tristes y vacías de quienes no sienten deseos de vida. Esta alegría hace posible que el Belén del corazón se haga cada día nuevo nacimiento donde se alumbre a Cristo mediante las buenas obras.
5. El camino de la esperanza nos llama a ser fraternidad contemplativa en misión, compartida e itinerante, porque no somos “llaneros solitarios”, sino comunión de hermanos, que robustecen sus lazos bebiendo de la fuente del Salvador y viven y anuncian al Dios caritativo y cercano.
Que tu Navidad no sea una mera vacación y desconexión, sino vínculo, proximidad y oportunidad para que el tesoro de Dios, Niño débil e indefenso, se manifieste en tu vida y alumbre a los demás. Y así, con todas las criaturas, seremos un auténtico cántico de alabanza al Creador, que nos ha confiado a quien diariamente se humilla y se hace ofrenda de amor en la mesa del altar. Porque Él, nuestra esperanza, no defrauda.
Madrid, a 21 de diciembre de 2024
Fdo.: FRAY JOAQUÍN ZURERA RIBÓ, OFM
Ministro provincial