Pestaña

domingo, 2 de junio de 2024

Homilia del Santo Padre en la Solemnidad del Corpus Christi

Eucaristía: acción de gracias, memoria y presencia

 Basílica de San Giovanni en Laterano
Domingo 2 de Junio 2024

 

"Tomó el pan y recitó la bendición" (Mc 14, 22). Es el gesto con el que se abre la narración de la institución de la Eucaristía en el Evangelio de San Marcos. Y podríamos partir de este gesto de Jesús -bendecir el pan- para reflexionar sobre las tres dimensiones del Misterio que celebramos: acción de gracias, memoria y presencia.

Primero, la acción de gracias. La palabra "Eucaristía" significa realmente "gracias": "dar gracias" a Dios por sus dones, y en este sentido es importante el signo del pan. Es el alimento de cada día, con el que llevamos al Altar todo lo que somos y tenemos: vida, obras, éxitos e incluso fracasos, como lo simboliza la hermosa costumbre de algunas culturas de recoger y besar el pan cuando cae. al suelo: recordar que es demasiado precioso para tirarlo, incluso después de haber caído. La Eucaristía, pues, nos enseña a bendecir, acoger y besar, siempre, en acción de gracias, los dones de Dios, y esto no sólo en la celebración, también en la vida.

Por ejemplo, al no desperdiciar las cosas y talentos que el Señor nos ha dado. Pero también perdonando y levantando a quien se equivoca y cae por debilidad o por error: porque todo es un don y nada se puede perder, porque nadie puede quedarse abajo, y todos deben tener la oportunidad de levantarse y retomar el camino. Y esto también lo podemos hacer en la vida diaria, realizando nuestro trabajo con amor, con precisión, con esmero, con precisión, como don y misión. Y ayudar siempre a quien ha caído, ni una vez en la vida puedes menospreciar a una persona, sino ayudarla a levantarse. Y esta es nuestra misión.

Para dar gracias podríamos añadir muchas otras cosas. Son actitudes importantes, porque nos enseñan a comprender el valor de lo que hacemos y lo que ofrecemos.

Primero, da gracias. Segundo: “bendecir el pan” significa recordar. ¿Qué recordamos? Para el antiguo Israel se trataba de recordar la liberación de la esclavitud en Egipto y el inicio del éxodo hacia la tierra prometida. Para nosotros es revivir la Pascua de Cristo, su Pasión y Resurrección, con la que nos liberó del pecado y de la muerte. Recordando nuestras vidas, recordando nuestros éxitos, recordando nuestros errores, recordando esa mano extendida del Señor que siempre nos ayuda a levantarnos, recordando la presencia del Señor en nuestras vidas.

Hay quienes dicen que los que piensan sólo en sí mismos, los que disfrutan de la vida y los que, con imprudencia y tal vez con arrogancia, hacen todo lo que quieren a pesar de los demás, son libres. Esto no es libertad. Se trata de una esclavitud oculta, una esclavitud que nos hace más esclavos.

La libertad no se encuentra en las cajas fuertes de quien acumula para sí, ni en los sofás de quien perezosamente se acomoda en el desapego y el individualismo: la libertad se encuentra en el cenáculo, donde, sin otro motivo que el amor, uno se inclina ante los hermanos para ofrecerles su servicio, su propia vida, como "salvados".

Finalmente, el pan eucarístico es presencia real. Y con esto nos habla de un Dios que no está lejos, que no es celoso, sino cercano y solidario con el hombre; que no nos abandona, sino que nos busca, nos espera y nos acompaña siempre, hasta ponerse, indefenso, en nuestras manos.

Y esta presencia suya también nos invita a acercarnos a nuestros hermanos y hermanas donde el amor nos llama.

Queridos hermanos y hermanas, ¡cuánta necesidad hay en nuestro mundo de este pan, de su fragancia y de su perfume! una fragancia que sabe a gratitud, que sabe a libertad, que sabe a proximidad Cada día vemos demasiadas calles, que alguna vez olieron a pan horneado, reducidas a montones de escombros debido a la guerra, el egoísmo y la indiferencia. Es urgente traer de vuelta al mundo el buen y fresco aroma del pan del amor, para seguir esperando y reconstruir, sin cansarnos jamás, lo que el odio destruye.

Este es también el significado del gesto que realizaremos próximamente, con la Procesión Eucarística. Partiendo del Altar, llevaremos al Señor entre las casas de nuestra ciudad. No lo hacemos por alardearnos, ni para alardear de nuestra fe, sino para invitar a todos a participar, en el Pan de la Eucaristía, de la vida nueva que Jesús nos ha dado. Llevemos a cabo la procesión con este espíritu. Gracias.