El mundo necesita nuestro
testimonio del Evangelio
El Papa Francisco
envía un vídeo mensaje con motivo de la Vigilia de Pentecostés organizada por
Charis: en él pide la consolación y la fuerza del Espíritu Santo para salir, y
para salir "mejores", de este momento de dolor, tristeza y de prueba,
que es la pandemia.
"Necesitamos que
el Espíritu nos dé ojos nuevos, abra nuestra mente y nuestro corazón para
enfrentar este momento y el futuro con la lección aprendida: somos una sola
humanidad". En la Vigilia de Pentecostés, con ocasión de la Vigilia
Mundial organizada online por Charis, el servicio para la
Renovación Carismática Católica, el Santo Padre expresa esta necesidad, tan
cercana a todos los fieles cristianos; y añade: el Espíritu Santo “viene a
sanar los miedos”, viene "a sanar las heridas que nos hacemos también unos
con otros", y viene "para convertirnos en discípulos misioneros”.
Necesitamos que el Padre nos envíe el Espíritu Santo
A partir del relato de
la reunión de los creyentes en la fiesta de Pentecostés, en un video mensaje el
pontífice individua, comenta y guía:
El Espíritu se
posa sobre cada uno de los discípulos, sobre cada uno de nosotros. El Espíritu
prometido por Jesús viene a renovar, a convertir, a sanar a cada uno de
nosotros. Viene a sanar los miedos —cuántos miedos tenemos—, las inseguridades;
viene a sanar nuestras heridas, las heridas que nos hacemos también unos con
otros; y viene para convertirnos en discípulos, discípulos misioneros, testigos
llenos del coraje, de la parresia apostólica, que son necesarios para la
predicación del Evangelio de Jesús, como leemos en los versículos siguientes
que sucedió con los discípulos.
“Hoy más que nunca
necesitamos que el Padre nos envíe el Espíritu Santo”, afirma el Papa, que
vuelve sobre el capítulo primero de los Hechos de los Apóstoles, cuando Jesús
dice a sus discípulos: «Esperen que se cumpla la promesa que mi Padre les hizo,
y de la cual yo les hablé»; y subraya tres palabras: testimonio de Jesús.
Testimonio de Jesús
A este
testimonio nos conduce el Espíritu Santo. Hoy el mundo sufre, está herido;
vivimos en un mundo muy herido, que sufre, especialmente en los más pobres, que
son descartados, cuando todas nuestras seguridades humanas han desaparecido, el
mundo necesita que le demos a Jesús. Necesita nuestro testimonio del Evangelio,
el Evangelio de Jesús. Ese testimonio solamente lo podemos dar con la fuerza
del Espíritu Santo.
Necesitamos
que el Espíritu nos dé ojos nuevos, abra nuestra mente y nuestro corazón para
enfrentar este momento y el futuro con la lección aprendida: somos una sola
humanidad. No nos salvamos solos. Nadie se salva solo. Nadie. San Pablo dice en
la epístola a los Gálatas: «Ya no importa ser judío o griego, esclavo o libre,
hombre o mujer, porque todos unidos a Cristo somos uno solo, un cuerpo solo»
(cf. 3,28), cohesionado por la fuerza del Espíritu Santo. Por este bautismo del
Espíritu Santo que Jesús anunica. Lo sabemos, lo sabíamos, pero esta pandemia
que vivimos nos lo ha hecho experimentar de una manera mucho más dramática.
Tenemos por delante el deber de construir una realidad nueva. El Señor la hará;
nosotros podemos colaborar: «Yo hago nuevas todas las cosas», dice (Ap 21,5).
Cuando
salgamos de esta pandemia, no podremos seguir haciendo lo que veníamos
haciendo, y cómo lo veníamos haciendo. No, todo será distinto. Todo el
sufrimiento no habrá servido de nada si no construimos entre todos una sociedad
más justa, más equitativa, más cristiana, no de nombre, sino en realidad, una
realidad que nos lleva a una conducta cristiana. Si no trabajamos para terminar
con la pandemia de la pobreza en el mundo, con la pandemia de la pobreza en el
país de cada uno de nosotros, en la ciudad en donde vive cada uno de nosotros,
este tiempo habrá sido en vano.
¿Mejores o peores?
“De las grandes
pruebas de la humanidad, y entre ellas de la pandemia, se sale o mejor o peor.
No se sale igual”, asegura Francisco, que luego pregunta:
¿Cómo quieren
salir ustedes? ¿Mejores o peores?
Es por eso - continúa
- que hoy nos abrimos al Espíritu Santo para que sea Él, quien nos cambie el
corazón y nos ayude a salir mejores. Si no vivimos para ser juzgados según lo
que nos dice Jesús: «Porque tuve hambre y me dieron de comer, estuve preso y me
visitaron, forastero y me recibieron» (cf. Mt 25, 35-36), no vamos a
salir mejores.
La tarea es de todos
Si no vivimos para ser
juzgados según lo que nos dice Jesús en Mateo 25, “no vamos a salir mejores”,
reitera el Papa, quien recuerda que esa tarea que nos dejó Jesús es “de todos”
los cristianos, y lo es “de todos los carismáticos unidos”.
El Sumo Pontífice se
refiere luego al tercer documento de Malinas, escrito en los años 70 por
el cardenal Suenens y el obispo Helder Camara, llamado "Renovación
Carismática y Servicio del Hombre", el cual "le marca este camino a
la corriente de gracia", y pide:
¡Sean fieles a
este llamado del Espíritu Santo!
Y casi terminando el
mensaje, recuerda las palabras proféticas de Juan XXIII cuando anuncia el
Concilio Vaticano y que la Renovación Carismática atesora especialmente:
«Dígnese el
Divino Espíritu escuchar de la forma más consoladora la plegaria que asciende a
Él desde todos los rincones de la Tierra: Renueva en nuestro tiempo los
prodigios como de un nuevo Pentecostés, y concede que la Santa Iglesia,
permaneciendo unánime en la oración, con María, la Madre de Jesús y bajo la
guía de Pedro, acreciente el Reino del Divino Salvador, Reino de Verdad y de
Justicia, Reino de Amor y de Paz».
A todos ustedes, - son
las palabras finales del Santo Padre a Charis – les deseo en esta vigilia la
consolación del Espíritu Santo. Y la fuerza del Espíritu Santo para salir de
este momento de dolor, tristeza y de prueba que es la pandemia; para salir
mejores.
“Que el Señor
los bendiga y la Virgen Madre los cuide”.