Pestaña

sábado, 8 de marzo de 2025

Carta de la Madre Presidenta por Cuaresma 2025

A TODAS LAS HERMANAS DE LA FEDERACIÓN


            Volvemos a celebrar este tiempo fuerte de Cuaresma que nos invita a la Conversión.

En hebreo bíblico esta palabra tiene una traducción que nos puede ayudar a la hora de considerar este término y su repercusión en nuestra vida “tesubah”: que significa dar la vuelta, cambiar de dirección, invertir el rumbo. Este verbo tiene un significado muy concreto que significa que lo que antes tenías delante de la cara, ahora lo tienes detrás. Cuando el profeta Oseas habla en su libro, de la mujer que, habiendo sido infiel a su marido, llega un momento en el que dice “me volveré a mi primer marido”, utiliza este verbo “tesubah”. Si antes la mujer caminaba hacia sus amantes (sus ídolos) ahora está llamada a dar la vuelta y a volver a Dios. También cuando habla que Dios se vuelve a nosotros, utiliza el mismo verbo. Podemos decir que Dios se convierte a nosotros, nos abre el camino del encuentro.

Esto es la Cuaresma: Ponernos cara a cara a con Él, volvernos a Dios, porque Él ya ha vuelto su rostro a nosotros. Solo tenemos que darnos la vuelta para poder encontrarnos. Así lo encontramos también en el padre del hijo pródigoSe levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos” Lc 15,20.

En este camino cuaresmal, que este año lo vivimos dentro del Jubileo de la Esperanza considero que, una de las llamadas que estamos percibiendo en este Camino de Conversión, es volver a revisar nuestra vida de fraternidad. Si esto se tambalea, se tambalea toda nuestra vida y no tenemos fuerzas para poder hacer frente a lo que se nos presenta en el camino de seguimiento, y en las dificultades que vivimos en la Comunidad.

Una de las opciones prioritarias para vivir nuestra vida de hermanas pobres, es la fraternidad. Somos una fraternidad. En la fraternidad acogemos a las hermanas que el Señor nos da; en la fraternidad, cultivando los valores humanos, caminamos hacia la madurez humana, cristiana y franciscano clariana; en la fraternidad acogemos la Palabra del Señor, y desde la fraternidad, vivimos la Buena Noticia del Evangelio.

 No podríamos entender la vida de los bienaventurados Francisco y Clara sin la presencia de los hermanos y de las hermanas que el Señor les ha dado.

La vida fraterna en comunidad, es participación en la comunión trinitaria, La fraternidad es pues, antes de cualquier otra cosa, un don que hemos de acoger con gratitud. Pero es también una tarea que supone esfuerzo y empeño para construirla, respetando siempre la persona de la hermana, don de Dios, tal como es.

Según el documento de Vida fraterna en Comunidad: La más alta vocación del hombre es «entrar en comunión con Dios y con los otros hombres, sus hermanos» (VFC 9). La Iglesia, «desde el primer momento, se caracteriza como fraternidad y comunión en la unidad de un solo corazón y de una sola alma» (VFC 9) «Existe -afirma dicho documento- una opinión generalizada de que la evolución de estos últimos años ha contribuido a hacer madurar la vida fraterna en las comunidades. En muchas de ellas el clima de convivencia ha mejorado; se ha facilitado la participación activa de todos; se ha pasado de una vida en común, demasiado basada en la observancia, a una vida más atenta a las necesidades de cada uno y más esmerada a nivel humano» (VFC 47).

Quizá hemos sido demasiado ingenuas, pensando que bastaría liberar a nuestras comunidades de cierta rigidez, para que la caridad encontrase su libre expresión y lograra así crecer y expansionarse. Pero nos hemos encontrado con la sorpresa de que lo primero que se ha manifestado, muchas veces, han sido diferencias y tensiones: diferencias no aceptadas de mentalidad, de opiniones, tensiones producidas por diferencias no aceptadas de caracteres, diferencias en la forma de percibir la vida y que no hemos sabido aceptar, conflictos intergeneracionales.

Somos conscientes que construir la fraternidad no es nada fácil, sino que lleva consigo sacrificio, y que no es posible sin la entrega de cada una; hemos de asumir las dificultades como retos y no como derrotas, y hemos de enfrentarnos a los conflictos con madurez, delicadeza y atención, sin forzar las cosas. Esto exige respeto, comprensión, humildad y diálogo, sin cortar nunca la comunicación afectiva, ni buscar echar la culpa a nadie. Construir fraternidad lleva consigo también aceptar con serenidad una sana y legítima pluralidad en la diversidad de personas con las que vivimos.

No se trata de vivir en fraternidades ideales, que no existen, sino de llevar una vida fundada en la caridad, la fe, el perdón, la aceptación de cada una como es: con sus cualidades y flaquezas. La unidad que estamos llamadas a construir es una unidad que se establece a precio de la reconciliación. Creo muy urgente el que, desde el comienzo de la formación inicial, preparemos a nuestras hermanas a ser constructoras de fraternidad y no sólo consumidoras, a ser responsables unas de otras y a recibir a las demás, en su diversidad, como un don de Dios.

            A pesar del camino ya recorrido en la construcción de la fraternidad, sigue habiendo divisiones entre nosotras. Las divisiones entre las hermanas tienen siempre su origen en el pecado de orgullo.

Las divisiones entre nosotras son un verdadero escándalo que no podemos justificar desde nuestra opción por una vida fraterna en comunidad. Las divisiones son una negación visible de lo que nuestra identidad exige: ser y manifestarnos como hermanas, que acogen a la "otra" como un don del Señor a la fraternidad. “Y amándoos mutuamente por la caridad de Cristo, mostrad exteriormente con las obras el amor que interiormente os tenéis, para que, estimuladas las hermanas con este ejemplo, crezcan siempre en el amor de Dios y en la caridad mutua”. (TesCl 59)

Es un elemento esencial en este camino de fraternidad, crecer en una comunicación auténtica, es necesario crear ambiente de confianza, sinceridad y transparencia, hacerse una misma vulnerable a las demás, ser pequeñas. Sin estos ingredientes y sin la vivencia de los valores humanos de educación, control de sí, delicadeza, sentido del humor, capacidad de diálogo, amabilidad..., nunca llegaremos a una comunicación que nos lleve a crecer en el seguimiento de Jesucristo.

Frente a la cultura del subjetivismo que nos arrastra al individualismo, a prescindir de la otra, hemos de optar por la cultura de la fraternidad, hemos de continuar creciendo en el sentido de pertenencia recíproca: las demás me pertenecen y yo les pertenezco.

Creo que este tiempo de gracia es un tiempo oportuno y propicio “para no echar en saco roto” la gracia que Dios no ha dado de llamarnos a vivir como hermanas y el don de esta forma de vida de “hermanas pobres”, tomemos conciencia de nuevo y cuestionémonos sobre nuestra fidelidad a la llamada de vivir en fraternidad. Quizá se está viendo oscurecida por unas relaciones fraternas que no son lo que el Señor nos pide y no estamos dejando ese noble ejemplo al que Clara nos exhorta.

Volvamos al Señor, cambiemos el rumbo y cara a cara con El renovemos nuestra pertenencia a estas hermanas que un día el Señor me regaló y con quienes llevamos la “Llama viva de la esperanza, hacia el seno eterno de infinita vida”.

Recibid un abrazo grande y fraterno de vuestra hermana y servidora.

cuaresma2025pdf