Pestaña

domingo, 9 de abril de 2023

Carta y saludo de Pascua del Ministro Provincial

Fray Joaquín Zurera Ribó. o.f.m.
Ministro Provincial
 
 

CARTA DE PASCUA


El ángel habló a las mujeres: «Vosotras no temáis,
ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado.
No está aquí: ¡ha resucitado!, como había dicho.
(Mt 28,5-6)
El Señor ha dado a conocer su salvación,
ha revelado ante los pueblos su justicia.
Éste es el día que hizo el Señor;
saltemos de gozo y alegrémonos con Él.
(OfP Sal 9,3.5)

A todos los hermanos, a las hermanas contemplativas, a todos los que de un modo u otro estáis vinculados al carisma franciscano:

El Señor está vivo: ¡¡¡Aleluya!!!

El primer día de la semana, después de sufrir los hechos luctuosos de la pasión y muerte de Jesús, todo se hace nuevo y brota la vida. Las mujeres —siempre por delante— que se acercaron al sepulcro, quedan sorprendidas al sentir cómo el sepulcro estaba abierto y la piedra quedaba movida.

Ellas, buscadoras del Señor amado, acudían a ungir un cuerpo inerte y, sin embargo, sus vidas se ven transformadas por el anuncio inaudito: Jesús, el Crucificado, ¡ha resucitado! Se ha hecho realidad lo que fue anunciando a los discípulos y que éstos no llegaron a entender.

En nuestro hoy, sintamos lo mismo que vivió San Francisco y así también nuestra vida saltará de gozo y alegría por la resurrección del Señor. Porque es justamente en nuestro hoy en el que se nos sorprende esta Buena Noticia, para que también nosotros nos sintamos invitados a vivir todo un camino de transformación y así ofrecer más intensamente nuestra consagración.

Si entre los múltiples dones recibidos por el Padre de las misericordias y por el cual dar gracias, está el don de nuestra vocación —como decía Santa Clara en su Testamento (cf. TestCl 2)—, el acontecimiento de la Pascua nos invita a despertar de cuaquier letargo y hacernos realmente caminantes en búsqueda, como las mujeres que fueron al sepulcro, para que vivamos una auténtica Pascua en la que el Crucificado Resucitado pase por nuestras vidas y nos despoje de todo nuestro
hombre viejo para que el ejemplo que nos ha dado se haga realidad en nuestras vidas.

Abrámonos a una auténtica actitud nueva, en la que la invitación a la conversión que ha ido resonando durante la Cuaresma se haga Vida plena en quienes participamos de la Pascua del Señor, de modo que broten nuevas actitudes en nuestro compromiso de creyentes y en nuestro ser interior.

Así pues, seamos criaturas renacidas en las que brille el resplandor de quien es el Agua viva, la Luz del mundo y la Vida de salvación.

¿Cómo hacerlo? Éstas podrían ser algunas pistas:

  1. Una oración más intensa y sincera, que nos libere de nuestras apetencias para estar abiertos cada día al querer de Dios.

  2. Una apertura al Espíritu para que sea Él quien guíe nuestros pasos y nos encamine por la senda de la auténtica búsqueda, no de los propios caprichos y autojustificaciones, sino de los caminos a los cuales el Resucitado quiere llevarnos.

  3. Una vida fraterna en la que broten signos auténticos de amor y compasión, desde el respeto y el cuidado del otro como regalo que Dios te ha confiado.

  4. Una apertura a la misión en la que brille diariamente la alegría del encuentro, pero también el anuncio que se proclama con obras —y cuando Dios quiera, con las palabras—; una misión evangelizadora que pasa primero por haber hecho la propia experiencia de encuentro hondo y profundo con el Resucitado.

  5. Una opción por la minoridad y pobreza para desmontar nuestras “glorias” y volver el corazón humilde para estar al lado de los desfavorecidos y excluidos de la sociedad.

  6. Y, porque sabemos de rutinas y nuestra fácil acomodación, un verdadero amanecer para que la forma y vida del hermano menor no quede reducido a unas palabras, sino que sea auténticamente la Regla quien nos empuje a centrar nuestra vida en el Evangelio y así que sea Jesús, el Señor, el que resplandezca a través de nuestras vidas.

Sigamos adelante, animados y esperanzados, porque la razón de nuestra vida no está en éxitos o fracasos, en gustos o en disgustos, en logros o en pérdidas, sino que nuestra razón de vivir cada día es Jesús el Crucificado que está vivo y resucitado.

Marchemos de nuevo a Galilea y hagamos de nuestra vida una Pascua. ¡El Señor verdaderamente ha Resucitado!

Recibe un cordial abrazo.

 Fray Joaquín Zurera Ribó. o.f.m.

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