Pestaña

Espiritualidad

LAS CLARISAS HOY

Nuestro carisma nace de una inspiración de Dios a S. Francisco de Asís: Un joven que en el año 1181 experimentó como Dios lo buscaba para una misión muy especial: “Reparar su Iglesia”. El, al principio, se lo toma al pie de la letra y se puso a reparar Iglesias La primera fue una Capillita a las afueras de Asís, y se llamaba S. Damián. Encaramado en los muros de esta Iglesita gritaba pidiendo que le dieran una piedra para poder reparar dicha Iglesia, y profetizaba ya acerca de nosotras diciendo en lengua francesa:

“Venid y ayudadme en la obra del Monasterio de S. Damián, pues con el tiempo morarán en él unas señoras, con cuya famosa y santa vida religiosa será glorificado nuestro Padre celestial en toda su Santa Iglesia” (TestCl 13-14)

A todo esto, una joven noble de Asís, Clara de Favarone, viendo como Francisco y otros jóvenes se lanzaban a vivir el seguimiento de Cristo en pobreza y fraternidad, experimenta como el Señor le inspira también, a vivir esta forma de vida y después de tener algunos encuentros con Francisco, un domingo de Ramos del año 1212 deja su casa paterna y acude a Stª María de los Ángeles, otra Capillita restaurada por Francisco, donde el mismo Francisco y los hermanos la esperan.

Después de cortarle el cabello como signo de consagración a Dios, y de llevarla a un Monasterio de Benedictinas y a otro lugar, decide finalmente llevarla a S. Damián, que era el lugar donde al Señor le había revelado que era lo que quería de él.

Clara comienza su vida en S. Damián, junto con otras hermanas que el Señor poco a poco le va regalando. Se inspiraban en la forma de vida que Francisco en pocas palabras les da  y que dice así:

“Ya que por divina inspiración os habéis hecho hijas y siervas del Altísimo Rey y Padre celestial y os habéis desposado con el Espíritu Santo, eligiendo vivir según la perfección del Santo Evangelio, quiero y prometo dispensaros siempre, por mí mismo y por medio de mis hermanos y como a ellos un amoroso cuidado y una especial solicitud” (FVCl)

Clara vive toda su vida en S. Damián, siguiendo a Jesucristo Pobre y Crucificado y defendiendo siempre su llamada a vivir en Altísima Pobreza y en Santa Unidad.
        
Clara ha sido un constante espejo donde se ha reflejado Jesucristo y donde todas las hermanas que han venido detrás de ella, han podido ver el rostro de Cristo y conocer nuestra forma de vida.

Ella escribe la Regla de las hermanas Pobres, que le fue aprobada un día antes de su muerte. Clara con su propia vida garantiza esta forma de vida que nos legó a todas sus hijas.


Podemos decir sin miedo a equivocarnos, que nuestra vida tiene su origen en un corazón profundamente enamorado de Dios, un corazón que buscaba al Amor y que se dejó fecundar por él, dando origen a una nueva prole dentro de la Familia Franciscana: las Damas Pobres.


¿Y EN LA ACTUALIDAD QUE VIVIMOS?

Nuestra forma de vida instituida por S. Francisco” (RCl 1)

Tomando la Regla de Santa Clara, Clara comienza hablando que la inspiración de nuestra forma de vida, es instituida por S. Francisco. Pertenecemos a una Familia, la Familia Franciscana. En la actualidad  esto estamos intentando vivirlo, haciendo hincapié en la complementariedad entre los miembros de nuestra familia franciscana. Las clarisas hoy, aunque nuestra vida sea contemplativa y vivamos en lugares retirados, hacemos poco a poco palpable esta realidad de vivir la complementariedad. Con los hermanos menores vivimos un mismo carisma, ellos predicando y viviendo el evangelio por el mundo, nosotras en nuestra vida de oración y contemplación, viviendo y testimoniando el evangelio a nuestro alrededor.


“Si alguna por divina inspiración viene a nosotras con el deseo de abrazar nuestra vida” (RCl 2)

En nuestros Monasterios, las hermanas intentamos dar una respuesta a los tiempos actuales, no perdiendo el contacto con los jóvenes, con nuestra sociedad, para saber dar una respuesta a lo que  los tiempos de hoy nos piden. Para ello en algunos Monasterio se llevan a cabo encuentro vocacionales, y de oración con las chicas que tienen no solo inquietud vocacional, sino sed de Dios.

Tratamos de llevar una formación de manera personalizada, cada hermana venida a nuestros Monasterios es un don y ella misma debe descubrirse como tal, por eso necesitan un acompañamiento personalizado.

Las hermanas se preparan para que su vocación esté encarnada con la situación actual y nuestras comunidades puedan ser comunidades acogedoras donde la joven pueda experimentar el encuentro con Jesucristo y pueda seguirlo en nuestra  forma de vida.

Estos tiempos son tiempos que nos cuestionan, que nos están haciendo reflexionar y dar pasos hacia una mayor coherencia de vida, hacia una vuelta a nuestras raíces, una formación más seria sobre nuestro carisma y sobre los documentos actuales de la Iglesia así como los valores actuales de nuestro mundo.


Las hermanas  que sepan leer recen el oficio divino, y las que no saben letras recen por padrenuestros” (RCl 3)

Las hermanas oren sin interrupción, y dedíquense a la alabanza de Dios. La liturgia de las horas es nuestra fuente de vida, sin ella la hermana clarisa no puede vivir. Su corazón poco a poco se va moldeando según el Señor quiere, la palabra se va sembrando en su interior y su vida es toda ella liturgia, alabanza a Dios, la liturgia la va adentrando en el conocimiento de Dios y el Espíritu va configurando su vida a la de Jesús. Actualmente las hermanas se forman en el conocimiento de la Sagrada Escritura y de la liturgia.

Además prepara con esmero estos momentos centrales de nuestra vida:

-La Eucaristía centro y culmen de nuestra vida, de donde sacamos el alimento para cada día vivir en fraternidad y como centro, ese Jesús que se hace uno con nosotras a diario, que nos fecunda y nos hace otra María para darlo a luz con nuestras obras en nuestros claustros.

-La liturgia de las horas donde las hermanas se encuentran durante el día en diferentes momentos, para juntas, desde el corazón de la Iglesia, manifestar los gozos, sufrimientos, pecado y pobrezas de toda la humanidad.

-El Sacramento de la Reconciliación y el acompañamiento espiritual, donde encontramos la fuerza del Espíritu que nos alienta y nos anima a seguir caminando junto a Jesucristo como salvadas, como redimidas pero en una continua tensión, porque aún no hemos llegado a esa libertad de los hijos de Dios que tanto nos habla San Pablo. En nuestros corazones va naciendo el deseo de que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad.

Habrá hermanas a las que se les ha dado el don de leer y escribir, otras puede que no hayan tenido esa oportunidad de formarse, otras por enfermedad, o por su edad no puedan participar en la liturgia o en la Eucaristía, Clara dice: que las hermanas sigan diciendo Padre; Jesús ora incansablemente en nuestro interior, "Padre Nuestro".


El servicio de la Autoridad (RCl 4)

Clara cuando comienza a vivir nuestra forma de vida, tiene que acogerse a la Regla benedictina y por lo tanto uno de los condicionamientos es tener el cargo de Abadesa, Clara es totalmente opuesta a esto, sin embargo, no tuvo otro remedio. Esto no quiere decir que por tener este cargo nuestro carisma perdiera su esencia de minoridad y de servicio a todos: La hermana clarisa profundizando en su propia espiritualidad y mirando cada día a Jesucristo sabe que su vida es ser una de tantos. Actualmente, en nuestra sociedad, vamos viviendo un cambio de época, que nos ayuda en cierta forma a vivir como uno más de la sociedad, sin ningún tipo de privilegios como en un pasado podíamos tener.

La Abadesa, en nuestros Monasterios, es una hermana más, la animadora de la Fraternidad, la que está a la escucha de las necesidades de las hermanas, la que salvaguarda la unidad entre todas, y además es intermediaria para que todas las miradas confluyan en el Señor.

No es ella la que lleva todas las responsabilidades sino que las hermanas, dando lo mejor de si mismas, se esfuerzan por poner todos sus dones al servicio de la Fraternidad.


Se esfuerzan en vivir la complementariedad y no solo a nivel del propio Monasterio, sino también, viviendo esa complementariedad con otros Monasterios de los que integran su Federación o bien a nivel interfederal: (hoy por hoy la mayoría de nuestros Monasterios forman parte de una Federación , esto hace que nos conozcamos unas a otras y pongamos en común iniciativas e inquietudes).


Del silencio, el locutorio y la reja (RCl 5)

Las hermanas clarisas viven su carisma en la vida contemplativa. Un medio que nos ayuda a vivir este carisma es la clausura, el silencio. Es un medio y no un fin , es por eso que la hermana clarisa discierne en los momentos en los que por “ una causa manifiesta razonable e inevitable” (RCl 11, 8)  es necesario que salga de su Monasterio. Ella sabe que esto no rompe su clausura, porque su estar con el Señor es constante.

Nuestra vida es vivir esa relación de “hermana, esposa y madre” (1 CtaCl 24) es por eso que la hermana clarisa gusta de la oración, reflexión, estudio, y encuentros personales, todo esto le ayuda a permanecer con los ojos fijos en Jesucristo. 


No tengan posesiones (RCl 6-8, 11)

Francisco, hasta el último instante de su vida, nos está aconsejando que sigamos la pobreza de Nuestro Señor Jesucristo y perseveremos en ella hasta el final, así como Clara amonesta  y exhorta a sus hermanas que así sea.

La clarisa no tiene posesiones, cuando una hermana llega a nuestros Monasterios viene sin nada, deja todo lo que tiene, y comienza a vivir del trabajo de sus manos, porque ese es nuestro medio de vida. 

Una vez que la hermana emite su profesión solemne, renuncia a todo lo que tiene o pueda tener en un futuro. Si disfrutamos de un tanto de terreno lo necesario para el alimento de las hermanas y como espacio de expansión para nuestra vida.


“Evitando la ociosidad que es enemiga del alma, dedíquense a un trabajo humilde, honesto y de común utilidad y no apaguen el espíritu de la santa oración y devoción a cuyo servicio deben estar todas las cosas temporales” (RCl 8, 12-10, 5)

En la actualidad las hermanas tienen un trabajo común, se trata de que ese trabajo, sin embargo, no perjudique la vida de oración. No vivimos para trabajar, aunque nuestro medio de vida es el trabajo, pero no tratamos de acumular, sino trabajar para obtener aquello que necesitamos para vivir y nada más. 

Nuestro día está organizado de manera que el trabajo se realiza solo por la mañana y las tardes están dedicadas a la formación, lectura espiritual, oración. 

En cuanto a la forma de trabajar , nosotras no somos empresas, somos mujeres que trabajan el sustento diario. Además somos hermanas y en la forma de trabajar también esto resplandece, nos ayudamos unas a las otras, hay trabajo para todas. La que puede trabajar más lo hará y la que no pueda lo poquito que pueda lo hace. 

En nuestros trabajos no se valora la eficacia sino la gratuidad. Cada hermana es y da lo que puede y lo hace, no por ser eficaz o por ser más que la otra, sino gratuitamente.


“Como peregrinas y advenedizas” (RCl 10, 6-13)

¡Qué curioso unas hermanas que viven en clausura y sin embargo Clara nos dice: como peregrinas y advenedizas!. La hermana clarisa sabe que está de paso donde esté, sabe que su hogar es el Señor, sabe que esta vida es solamente un camino y un camino de agradecimiento al Padre de las misericordias por todos los regalos que recibe, pero especialmente por el de su vocación. Sabe que su carisma es vivir totalmente desapropiada de todo, para que Dios y los hermanos la encuentren siempre disponible, abierta, hecha acogida para todo el que venga, porque ella, al estar en camino, necesita descargarse de todo para "caminar ligera, segura y expedita, sin que se le pegue el polvo del camino"( 2 CtaCl 13-14). Sabe a dónde va y sabe quién es Aquel que la atrae.

Las hermanas, vienen compartiendo lo que tiene. Utilizan solo aquello que necesitan y lo que no lo comparten con su hermanas y comparten con los pobres que se acercan a sus Monasterios, aquellos bienes que no necesitan. Compartiendo bienes materiales, espirituales, incluso su propia vivienda, utilizada en muchos casos como lugar de encuentro y de oración para las personas que vienen buscando a Dios en nuestros monasterios.



Las hermanas expónganse una a la otra su necesidad (RCl 11)

Sí, somos hermanas, hermanas porque el Señor al llamarnos a cada una, no nos ha querido llamar solas, nos ha llamado y a la vez que nos da la vocación nos regala un don: la hermana.

Poco a poco vamos descubriendo ese don, no podemos caminar solas, somos pobres, necesitamos de la otra, de su apoyo, de su cariño, de su cercanía, de su palabra, de su sonrisa, de su oración, de su salud, (porque algunas estamos enfermas o somos ancianas), en definitiva nos necesitamos unas a las otras para vivir nuestra vocación de hermana.

Vivimos en fraternidad y por lo tanto es un camino de continua conversión, de una muerte constante a mis propios criterios, gustos, etc. para que mi hermana crezca aunque yo tenga que menguar. El día a día está marcado por el salir al encuentro de la otra, por el perdón y la comprensión, por la corrección fraterna, para que la otra pueda ver su camino iluminado y así es como vamos creciendo en santa unidad, como Clara nos dice:

“Amonesto y exhorto en el Señor Jesucristo a que se guarden las hermanas de toda soberbia, vanagloria, envidia, avaricia, preocupación, y solicitud de este mundo, difamación y murmuración, disensión y división . Por el contrario muéstrense siempre celosas por mantener entre ellas la unidad del mutuo amor que es vinculo de perfección” (RCl 10, 6-7)
        

Siempre sumisas y sujetas a los pies de la Santa Iglesia (RCl 12)

Francisco y Clara, siempre nos piden que amemos a la Iglesia y a la vez que la Iglesia nos cuide. Actualmente la hermana vive inserta en la Iglesia conociendo sus luces y también aquellas sombras que pueden darse. 

Las hermanas en su oración y contemplación intenta ver todo a la luz del Evangelio y además, ser reflejo de esa Iglesia a la que ama, para que todo el que se acerca a ella. Porque la ama, adora al Señor constantemente, pasa horas ante Jesús eucaristía y a la escucha de la Palabra. La ama y porque la ama, intenta ayudarla a clarificar a dar respuesta a los tiempos actuales. 

Y también porque la ama, pide que se conozca su carisma, para que podamos dar aquello a lo que el Señor nos ha llamado y que Clara tanto luchó para que esta forma de vida fuese aprobada.